Para muchas personas blancas hay una dificultad evidente en admitir que la racialización de les cuerpes les coloca en un lugar de privilegio. Es mucho más simple desarmar el racismo como un problema estructural y reducirlo a una cuestión unipersonal, donde la violencia se traduce en personas racistas que atacan a otras personas.
Negando así la existencia de un sistema de más de quinientos años que produce relaciones de poder permanentes donde, son ciertes sujetes quienes están legitimades para violentar y son otres quienes están habilitades para sufrir esa violencia. En sus ansías de NO hacerse cargo de su privilegio blanco y de cómo constantemente reproducen conductas racistas, intentan justificar su no racismo mediante actos completamente racistas como los siguientes:
1. Hablar de situaciones de racismo explícito y mostrar indignación, sin modificar las conductas propias por no considerarlas lo suficientemente dañinas
Esta es una conducta clásica de muchas personas blancas, comentar con personas que sufren el racismo, lo violenta que fue determinada situación que presenciaron, lo atroz que les pareció cierto video que vieron por redes sociales, en fin, situaciones de las que no hicieron parte y que se alejan de su cotidianeidad, justamente para desvincular el racismo de algo que está presente en sus vidas.
También es problemático porque comprime el racismo en delitos de odio y en los actos más evidentes, cuando en realidad se representa en dinámicas diarias absolutamente naturalizadas. Además, exhibir lo racista que les pareció cierta situación frente a personas que sufren el racismo es descuidar la salud mental de estas personas, pues aunque para ustedes sean situaciones aisladas y sea posible desligar estos hechos de lo habitual, para nosotres son episodios recurrentes donde nos vemos incesantemente representades.
2. Desaprender el racismo SOLAMENTE si estás en presencia de personas que sufren el racismo
Se trata de eliminar ciertas conductas racistas, como por ejemplo palabras o chistes, solamente si hay personas que sufren racismo en el mismo espacio, pero no cuestionar esas conductas si todas las personas son blancas e incluso seguir reproduciéndolas.
Es decir, no hay un interés genuino por ser aliades antirracistas, sino un simple deseo por no generar incomodidades, tensiones y especialmente para evitarse el malestar de aceptar su privilegio en cuanto personas blancas.
3. Asumir que generar vínculos con personas no blancas les excluye de ser racistas
Es el clásico: tengo amigues negres, indígenas, gitanes, asiatiques, no puedo ser racista.
Tener amigues, pareja o familiares que sufran racismo no les exime de su privilegio blanco, ni de perpetuar las lógicas del racismo en sus círculos más íntimos. Asumir que tener lazos afectivos con personas no blancas basta para desarticular el racismo es insuficiente. Es el mismo argumento falaz de muchos varones heterocis de no puedo ser machista, tengo mamá y esposa, aplicado ya no al sistema sexo-género jerarquizado, sino al sistema desigual basado en la idea de razas.
4. Silenciar a las personas que sufren racismo, equiparándolo con otras experiencias violentas, que pueden o no ser producto de otras opresiones
Muchas veces, la última opción para concientizar sobre el racismo es exponiendo nuestras vivencias personales. Que tengamos que describir nuestras experiencias más íntimas para ser tomades en cuenta y para que no se minimice el racismo ya es sumamente agresivo.
Sin embargo, sucede algo muchas veces que puede maximizar la violencia, se trata de invalidar el racismo que sufrió la otra persona cotejándolo con situaciones similares para mostrarle de algún modo que esa vivencia desafortunada no fue producto del racismo, sino del azar, por ejemplo: una persona negra cuenta cómo no la dejaron ingresar a una discoteca y la otra persona hace comentarios como “seguro no fue por eso, una vez yo iba con zapatillas a ese mismo sitio y tampoco me dejaron pasar” o “suelo ir a bailar ahí, nunca he visto que nieguen la entrada a personas negras, como si lo hacen con las parejas homosexuales”.
En el primer caso, haciendo que la situación parezca absolutamente aleatoria y en el segundo, resaltando que este sitio hipotético, se caracteriza por sus actitudes homofóbicas, pero no racistas, desviando la discusión a otra opresión estructural y desantendiendo que las conductas homofóbicas, en el caso de este ejemplo, no son excluyentes de las conductas racistas. O para dar otro ejemplo, dialogar sobre la hipersexualización que atravesamos las mujeres negras y reducir esas experiencias al ser mujeres, disolviendo el ser negras como una característica esencial en el incremento de la violencia que traspasan nuestras cuerpas.
5. Exaltar las identidades de las personas racializadas desconociendo que también sufren racismo
Aquí hablaré de mi experiencia inmediata como afrodescendiente y negra, aunque son patrones de conducta que nos suceden a todas las personas que sufrimos racismo. En este caso hay un elogio exacerbado de lo que significa ser negre y afrodescendiente, muchas veces bajo estereotipos racistas como que somos buenes bailarines, buenes cocineres, buenes deportistas, que los varones están superdotados y que las mujeres somos exageradamente voluptuosas, también bajo la exotización de nuestro cabello, nuestra piel y nuestros peinados ancestrales.
En ocasiones son recurrentes opiniones como me gustaría ser negre/afro desconociendo lo que significa habitar nuestres cuerpes en una sociedad donde impera la supremacía blanca, inclusive muchas veces sustentando este deseo en actos racistas como la hipersexualización, la exotización, la criminalización o los prejuicios raciales. Mitigando nuestra identidad y nuestra incesante lucha a un imaginario de nuestras vidas, tanto como individues como comunidad, ajeno a nuestra realidad.
Un texto de Alejandra Pretel