Cuando se trata de una mujer negra, los estereotipos racistas y la aporofobia se entrelazan para reforzar desigualdades, invisibilizar nuestras realidades y cuestionar nuestra dignidad.
Los diversos sistemas e ideologías de opresión, que nos han puesto a las mujeres negras en condiciones de desventaja en sectores económicos, académicos, políticos, sociales y culturales, manifiestan la existencia de una interseccionalidad, término acuñado en 1989 por la académica y feminista negra, Kimberlé Crenshaw.
Sin embargo, estas múltiples violencias han acarreado también un sinfín de estereotipos, que cuando se rompen generan ruido, incomodidades, asombros y cuestionamientos dentro de la sociedad, los cuales son realmente pesados y hartos de sobrellevar.
Para muchos y muchas, es sencillo asociar el ser una mujer negra con todo lo negativo: la pobreza, el ruido, la fealdad, la pelotera, la extravagancia y la ignorancia, hasta el punto que nos hacen creer, con sus discursos y la réplica de estos, que somos culpables de nuestras experiencias y de las violencias que afrontamos a diario, cuando en realidad se trata de una vulneración continua de los derechos que toda persona merece.
En este sentido, me quiero enfocar en el estereotipo de la pobreza, ya que es importante hablar de lo que pasa cuando la sociedad no logra encajarte dentro de sus imaginarios. Cuestionan lo que es tuyo y pasan a llamarte “negra de bien”, poniendo en evidencia sus prácticas racistas y su temor a relacionarse con una mujer que es negra y pobre a la vez.
Ese mencionado desprecio, temor, rechazo y prevención, que puede considerarse como una patología social, desde hace poco logró definirse en un solo término: aporofobia, acuñado por la filósofa Adela Cortina en el año 2017, haciendo una fusión de la palabra fobia con el vocablo griego ἄπορος (áporos), que significa insolvente o carente de recursos (Cortina, 2017).
Es así como a través de la aporofobia consciente o inconsciente en muchas personas, parece existir un protocolo cuando se trata de entablar un diálogo o una aproximación con una mujer negra. Por eso, la primera regla a la que nos enfrentamos es la cuestión, basada en preguntas sobre tus condiciones económicas, donde las respuestas sorprenden, generan más inquietudes o simplemente les hace pensar que tienes una vida llena de mentiras.
Si estás en una universidad privada, de inmediato te preguntan cómo conseguiste una beca, pues no existe la posibilidad de que tus familiares paguen por tu educación.
Si tienes objetos de alta gama, te preguntan dónde lo conseguiste con descuentos, pues tus ingresos no te dan la opción de comprar lo que quieres. Si decides tomar un taxi y no un bus, comer en un restaurante y no en casa, te preguntan por qué y cómo lo haces, pues tu posición como mujer negra debería tenerte en la modalidad de ahorro intensivo.
La segunda regla es la descripción-aceptación, basada en el uso de eufemismos donde te hacen creer que eres una mujer negra diferente a las demás por las ventajas económicas que posees, lo que te hace ser buena y no mala. De esta forma, resaltan que compres ropa oscura, que te gusten ciertos bares, comidas, bebidas, viajes y que vivas en determinada zona, dando paso a la aprobación de ese relacionamiento.
Por último, tenemos la regla de la nominación, en la que luego de examinar tu vida, aceptarte y compartir espacios, confirman que eres y te llaman “una negra de bien”.
Este protocolo que inventé hace unos años, y que contiene las fases de cuestión, descripción-aceptación y nominación, me lleva a comprender que la aporofobia y el aumento de las prácticas racistas solo existe cuando se trata de una mujer negra becada, una mujer negra que decide usar ropa con tonos vivos, una mujer negra que lleva su almuerzo desde casa a los lugares que frecuenta, una mujer negra que debe desplazarse en bus, una mujer negra que viaja con poca frecuencia, una mujer negra que no tiene un salario digno o una mujer negra que no compra lo que quiere sino lo que necesita.
Por esta razón, es importante seguir desmontando en la sociedad todos los estereotipos que permiten afirmar que las mujeres negras no somos merecedoras de una vida digna. Asimismo, se hace necesario trabajar con mayor fuerza en esa alarmante aporofobia, a través de la visibilidad de nuestras realidades y el reconocimiento de que las violencias económicas que afrontamos, producto del racismo, no son una elección, y que en últimas no deben ni merecen determinar si eres una negra mala o una negra de bien.
Una reflexión de Evelin Asprilla