Derechos reproductivos: la otra cara de la moneda

Entre las reivindicaciones de los movimientos feministas y antipatriarcales se encuentra garantizar el acceso libre y gratuito al control de la natalidad: anticonceptivos, aborto, esterilización, etc. No obstante, este último método ha funcionado como una herramienta de poder y control de la población con sesgos racistas, clasistas y capacitistas que ha de tenerse en cuenta en nuestra lucha por los derechos reproductivos, no podemos dejar a nadie fuera por su condición socioeconómica, etno-racial y capacidades.

(Entiéndase al leer el artículo que la cisnorma vincula el cuerpo de la mujer con un cuerpo XX fértil, por lo que las formas de violencia relatadas afectarían por extensión a toda persona con un cuerpo capacitado para gestar).

En las convulsas décadas de los sesenta y los setenta, la cuestión de los derechos reproductivos y el control de la natalidad en EEUU se había enfocado principalmente en el derecho al aborto, obteniendo su legalización en 1973 con los casos de Roe vs. Wade y Doe vs. Bolton. Este es un logro indiscutible en la lucha contra el patriarcado, pero hemos de ser muy conscientes de que las condiciones materiales de cada sujeto no son las mismas, ergo tampoco lo son sus razones para abortar:

Cerca del 80% de las muertes provocadas por abortos ilegales tuvieron como víctimas a mujeres negras y puertorriqueñas. E, inmediatamente después, la mitad del total de los abortos legales fueron practicados a mujeres de color. […] Cuando un número tan elevado de mujeres negras y latinas recurre al aborto, lo que expresan no es tanto su deseo de liberarse de su maternidad, sino, por el contrario, de las miserables condiciones sociales que las disuaden de traer nuevas vidas al mundo.

Siguiendo las palabras de la doctora y activista Angela Davis, las condiciones de las mujeres pobres no permiten concebir el aborto siempre y exactamente como un “trampolín hacia la libertad”, sino como una respuesta a las condiciones opresivas del sistema capitalista y post-esclavista. Volviendo a la década de los setenta estadounidenses, en 1977 se aprobó la retirada de los fondos federales destinados a cubrir los abortos legales (a excepción de cuando corra peligro la vida de la gestante, incesto o violación) con la Enmienda Hyde; en la práctica esto se traduce en despojar del derecho a aborto a aquellas mujeres en situación de precariedad –en su mayoría racializadas–. A todo esto, hemos de sumarle que el Ministerio de Salud, Educación y Servicios Sociales financiaba la esterilización quirúrgica a quien lo solicitara –quien no podía abortar, es decir, mujeres en situación de precariedad, o sea, racializadas– provocando tener que elegir entre ser esterilizadas o continuar trayendo vidas al mundo dentro de la precariedad en la que vivían.

Pero este tipo de control poblacional, racista y clasista no se limitaba a lo “voluntario”, sino que el feminismo blanco también estaba (y está) ignorando las voces racializadas que se oponían a la esterilización forzosa y el eugenismo a la que estaban siendo sometidas las pobres, discas, nativas, negras, caribeñas y latinas; todo ello bajo las premisas de que eran “incapacitadas” para criar niños, el racismo científico, la “preservación de la raza blanca”, el “frenar la sobrepoblación de los sectores racializados” y “evitar la proliferación de pobres y discapacitados”. En muchos casos, se engañaba a estas mujeres para que accediesen a realizarse esta práctica. Para ser conscientes del impacto, arrojo algunas de las cifras que aporta Davis:

El Estudio sobre Fertilidad Nacional (1970) de la Universidad de Princeton mostró que el 20% de las mujeres negras casadas y de chicanas habían sido esterilizadas.

El 43% de las esterilizaciones subvencionadas por el gobierno federal se habían realizado a mujeres negras.

El 35% de las boricuas en edad fértil fueron esterilizadas, habiendo sido la isla objetivo de las campañas de esterilización experimentales del país imperialista desde 1930.

Connie Uri (1976) indicó que el 24% de las indígenas en edad fértil habían sido esterilizadas.

Carl Shultz, director del Departamento de Política de Población del HEW, estimó que el gobierno federal de EEUU había financiado entre 10.000 y 20.000 esterilizaciones en solo un año, mientras que los nazis llevaron a cabo 250.000 en todo el régimen.

Por desgracia, la realidad es que esta práctica racista, aporofóbica y capacitista no se quedó en el siglo XX, sino que se mantiene en el siglo XXI. En este siglo se descubrió que instituciones estatales estadounidenses ofrecían rebajar las penas de prisión a cambio de esterilizarse. Quiero que se tengan en cuenta la encarcelación masiva, la detención de personas negras por delitos menores en los EEUU y las condiciones materiales de las personas pobres que derivan en la criminalidad. El artículo de Talk Poverty, The U.S. Is Still Forcibly Sterilizing Prisoners, indica que “en 2013 el Center for Investigative Reporting descubrió que al menos a 148 mujeres presas en California se les ligaron las trompas sin su consentimiento entre 2006 y 2010”.

La acción eugenésica no se ha reducido tampoco al territorio estadounidense. Ya ha sido mencionada la perpetrada por los nazis en Alemania y sus zonas de influencia. Otros ejemplos son: la antigua Checoslovaquia, en 1971 el Ministerio de Sanidad comenzó a recompensar económicamente a los ginecólogos y a las mujeres que se prestaran a la esterilización y aprobó el Reglamento de Esterilización de 1972. Esto recayó directamente sobre las gitanas romaníes. Informes reportan que muchas de ellas fueron amenazadas para prestar su consentimiento por su condición social. El Senado checo votó en 2021 para indemnizar a las mujeres romaníes que fueron víctimas de la esterilización forzosa entre 1966 y 2012. Siguiendo el pretexto de “higiene racial” que vemos en los anteriores países europeos también se encuentra Suecia, contra los pueblos gitano y saami, aquí además se practicó la lobotomía. Las esterilizaciones hacia las mujeres pobres e indígenas también ha sido una realidad en el resto de América, como la campaña de esterilizaciones, primero, voluntarias, y luego forzosas, de Alberto Fujimori en Perú. Siguiendo con espacios hispanohablantes, no podemos ignorar cómo la misma España no suprimió hasta 2020 el segundo párrafo del artículo 156, que permitía las esterilizaciones no consentidas a personas con discapacidad incapacitadas judicialmente si eran acordadas por el órgano judicial.

En definitiva, este sistema obliga a algunas a dar a luz, mientras priva a otras de ser madres. Es por ello que es necesario no caer en el mismo error que cayó el feminismo de los setenta y mantener una visión más amplia y crítica de la situación para poder atacar la raíz del problema sin dejarnos a nadie por el camino, con una perspectiva de raza y clase.

¡Reivindiquemos una educación sexual de calidad, permitir el acceso universal a los anticonceptivos, el derecho a un aborto seguro y gratuito y, por supuesto, el derecho a decidir qué hacer con tu cuerpo!

Una reflexión de Gloria Blanco


BIBLIOGRAFÍA

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0 Responses

  1. Duda: no es un poco raro decir que la mayoría de personas pobres son mujeres negras y luego enfadarse cuando alguien asume que una mujer negra es pobre? No sé si me explico, pero no lo entiendo muy bien 🙁

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