Hablamos con Gad Yola, drag queen migrante y disidente, sobre música sin género, el humor como trinchera política y la potencia colectiva de travestirse para resistir.
Gad Yola no es un personaje, es una declaración. Una drag queen migrante, antirracista y queer que, desde Madrid, interpela con su voz, su cuerpo y su arte las estructuras que regulan el goce, el género, la ciudadanía y la estética. “Soy la Drag Queen problemática, antirracista, migrante, que te hace un split en medio del Orgullo LGBTIQ+ en la Plaza de Callao, igual que te hace una lectura en el Museo Reina Sofía”, resume, con ironía y precisión, en lo que bien podría ser un manifiesto de intenciones.
Este ser anfibio, como se autodefine, se mueve entre el agua, la tierra y el aire, desbordando categorías, y fusionando lo sagrado con lo profano, lo institucional con lo callejero, lo marginal con lo central. “A veces a ese ser le salen alas y se convierte en un agente muy relevante en la comunidad”, explica.
“Una voz disidente queer que cuestiona, replantea, se mofa, señala y pone el cuerpo”.
“Lo político también se baila”
Para Gad, la fiesta no está reñida con el activismo. Al contrario, es uno de sus lugares de expresión más potentes. “Parece que el activismo no se entiende en las discotecas, en las plazas o en las fiestas del barrio. Pero yo no lo veo así. Yo me estoy infiltrando siempre que puedo, en cada casa, en cada calle, en mi barrio, mismamente”, asegura.
Su proceso de politización, recuerda, se intensificó en los espacios autogestionados de Don’t Hit a La Negra, una fiesta organizada por personas queer, migrantes y racializadas. “Ahí fue cuando me empecé a cuestionar cosas que antes ni me planteaba: mi vida sexoafectiva, mis vínculos en la universidad, en la secundaria…”, confiesa.
Fue también el comienzo de sus monólogos antirracistas, una mezcla de humor, autocrítica y memoria que aún hoy sigue presentando:
“Aunque hayan sido reflexiones del 2019, siguen siendo válidas. La gente conecta porque lo hago desde la comedia, desde el humor punk que es el drag”.
“Si ni siquiera empatizan con nuestro drama, ¿cómo van a conectar con nuestra comedia?”
Lejos de utilizarlo como simple adorno, el humor en Gad es una estrategia. “La realidad duele, así que cuando quiero hacer reír utilizo la exageración, divago, improviso, me invento cosas. Lo hago todo más grande para provocar la carcajada”, explica. También reconoce la dificultad de hacer reír desde un cuerpo migrante: “Si ni siquiera empatizan con nuestro drama, ¿cómo van a conectar con nuestra comedia?”.
Para ella, humoristas como Asaari Bibang o Almu Lasacre están abriendo un espacio necesario:
“Cada vez que las veo es como escucharme a mí misma. Cuando hacemos comedia, estamos reduciendo capas de trauma para llegar a un punchline. Y eso, también es político”.
El drag como espejo incómodo: “Si eres una racista, da igual que seas queen o queer”
Gad no esquiva la crítica a la escena drag blanca y normativa. Denuncia los episodios de racismo, exotización e hipersexualización a los que se enfrentan las personas migrantes y racializadas en estos espacios, y cuestiona la supuesta “inmunidad queer” frente a las violencias. “Nos creemos con la potestad de todo solo por estar en un escenario y tener un micro. Pero si eres una racista, da igual que seas queen o queer. No estás exente de revisar tus violencias”, sentencia.
Subraya también la falta de conciencia política en algunes referentes de la escena mediática.
“Las drag queens no somos únicamente seres angelicales. Somos artistas, y como artistas también tenemos que revisarnos. No porque hagas lipsyncs de Beyoncé, por ejemplo, estás haciendo activismo”.
Travesti del Perú: un álbum sin género, como Gad Yola
En el verano de 2024 lanzó su primer álbum, Travesti del Perú, un proyecto autofinanciado que, como ella, no tiene género. “Así como no quiero definir mi género, tampoco voy a definir el del disco”, afirma.
Cada canción explora un estilo diferente —reguetón, cumbia, afrobeats, spoken word— como un reflejo de su identidad mestiza, transfronteriza y fluida.
“No soy cantante, soy drag queen. Pero si tengo algo que decir, lo voy a decir”, cuenta. Comenzó con un single titulado No Exotice, compuesto junto a PUTOCHINOMARICÓN.
“Lo hicimos desde un lugar muy nuestro, muy de casa. Él hizo la música, yo la letra. Fue algo muy natural”.
El videoclip fue grabado en Perú con un equipo queer y autogestionado, y se convirtió en una forma de agradecer a les referentes disidentes que la inspiraron: “Es un pequeño gracias a todas las personas que brillaron antes que yo, aunque nunca salieran en la tele. Son mis ancestras queer”.

En su álbum hay colaboraciones con artistas afroperuanes como Isis Prince y Gabo, y también con Omar Diop, afro-mallorquín. Las letras tocan temas como la memoria migrante, la justicia social y la crítica cultural. “La canción con Isis y Gabo se llama La Patria, y habla sobre Perú, pero también sobre todas nuestras patrias robadas”, dice.
La voz de Gad Yola resuena como un eco incómodo y necesario en un mundo que insiste en normar los cuerpos, los géneros y las formas de habitar el arte. Su existencia es una afirmación rotunda de lo posible. Ya sea desde el escenario, en el espacio público o detrás del micrófono; no busca complacer: busca mover, reír, incomodar, emocionar.

Con la House of Gad, un espacio colectivo de creación drag migrante, Gad Yola continúa tendiendo puentes entre generaciones, territorios y expresiones. El próximo 6 de abril en La Parcería, presentará el evento House of Gad: New Talents, una jornada que mezcla performance, música y comunidad. Lo que propone no es solo espectáculo, sino una forma de estar juntes, de archivar lo vivido y de resistir desde la alegría.
Porque como ella misma dice, “yo tengo algo que decir”, y mientras haya cuerpos travestis, migrantes y disidentes dispuestos a ocupar la escena, habrá también futuro, memoria y fiesta.
Una entrevista de Alejandra Pretel y Ana Bueriberi