El estudio de la trata transatlántica ha estado históricamente centrado en la explotación económica y la violencia física hacia las personas esclavizadas. Sin embargo, una de las dimensiones más ocultas de este sistema ha sido la violencia sexual ejercida sobre los hombres negros. Desde una perspectiva decolonial, es crucial analizar cómo estos abusos no solo formaban parte de la opresión racial, sino que también buscaban desarticular la autonomía, la dignidad y la integridad de las personas esclavizadas.
La violencia sexual contra hombres negros ha sido escasamente documentada, en parte debido a las narrativas coloniales que construyeron la sexualidad negra desde una perspectiva estereotipada y racializada. Pascal Blanchard, en Sexe, race & colonies (2018), analiza cómo la hipersexualización de los cuerpos africanos ha servido para justificar múltiples formas de violencia, incluidas las agresiones sexuales dentro del sistema esclavista. Thomas A. Foster, en Rethinking Rufus: Sexual Violations of Enslaved Men (2019) expone relatos de hombres esclavizados que fueron sometidos a abusos sexuales por parte de sus esclavistas, de otros esclavizados obligados por los ‘dueños’ y de mujeres blancas esclavistas que ejercían poder sobre sus cuerpos. Uno de los casos documentados es el de Rufus, un hombre esclavizado que, según los testimonios recogidos en archivos, no solo fue forzado a mantener relaciones sexuales con una mujer esclavizada bajo las órdenes de su ‘amo’, sino que él mismo fue víctima de agresiones por parte de los esclavistas de la plantación.
En América Latina y el Caribe, los estudios históricos también han encontrado pruebas de estas violencias. Archivos judiciales en Brasil y Cuba registran casos de sodomía forzada y violaciones cometidas por esclavistas blancos sobre hombres y niños negros, pero estos documentos han sido históricamente ignorados o minimizados en los relatos oficiales sobre la esclavitud. Aline Helg, en Libertad e igualdad en el Caribe: Haití y Colombia, 1793-1835 (1995), argumenta que la violencia sexual no solo se dirigía contra las mujeres esclavizadas, sino que también era una herramienta de control sobre los hombres, quienes eran despojados de su capacidad de decisión y autodeterminación.
Los abusos sexuales perpetrados contra los hombres esclavizados no pueden entenderse únicamente como actos individuales de violencia, sino como una estrategia de dominación colonial que operaba en múltiples dimensiones. La deshumanización y supresión de la autonomía de los esclavizados era un objetivo central del sistema esclavista, que no solo buscaba explotar su trabajo físico, sino también anular cualquier sentido de autodeterminación. La violencia sexual formaba parte de un sistema de castigo y control en el que los esclavizados eran tratados como cuerpos disponibles para cualquier forma de uso. La reafirmación del poder racial también estaba en juego, ya que la sodomización forzada y las agresiones sexuales de hombres blancos sobre hombres negros constituían un acto de supremacía racial, diseñado para demostrar que los cuerpos negros estaban sometidos completamente a la voluntad de los colonizadores. Al mismo tiempo, se ha documentado que algunas mujeres blancas también ejercieron violencia sexual sobre hombres esclavizados. Daina Ramey Berry, en The Price for Their Pound of Flesh (2017), señala que en las plantaciones del sur de Estados Unidos existían relaciones sexuales impuestas, en las que los y las esclavistas blancas consideraban a los esclavizados como propiedad sexual, lo que incluía la explotación de hombres jóvenes para su placer.
El silencio en torno a la violencia sexual sufrida por los hombres negros esclavizados responde a múltiples factores. En primer lugar, la narrativa colonial construyó la imagen del hombre negro como hiperviril y agresivo, lo que ha dificultado que se le reconozca como víctima de violencias sexuales. Pascal Blanchard (2018) destaca que la representación del esclavizado como un ser puramente físico y sexualizado ha contribuido a negar su vulnerabilidad dentro del sistema esclavista. Por otro lado, la historiografía tradicional ha omitido estos casos debido a los tabúes que existen en torno a la violación de hombres. La violencia sexual masculina sigue siendo un tema poco abordado en los estudios históricos, en parte debido a la resistencia a reconocer que los cuerpos negros masculinos también fueron utilizados como espacios de opresión sexual. Además, el racismo científico del siglo XIX, con figuras como Arthur de Gobineau, promovió la idea de que los hombres negros poseían una sexualidad descontrolada y salvaje. Este discurso no solo sirvió para justificar la esclavitud, sino que también desvió la atención sobre la realidad de que los hombres negros fueron víctimas de agresiones sexuales sistemáticas.
Las secuelas de estos abusos no desaparecieron con la abolición de la esclavitud, sino que han dejado una huella epigenética y sociocultural en las comunidades afrodescendientes. La repetición de patrones de dominación sexual ha sido un mecanismo de reproducción del trauma colonial, en el que la violencia sexual se convirtió en una herramienta de poder dentro de las relaciones sociales. Foster (2019) argumenta que la herencia de la esclavitud ha influido en la construcción de modelos de masculinidad hipervigilantes, en los que la vulnerabilidad y el reconocimiento del trauma son reprimidos en favor de una imagen de fortaleza impuesta por la historia colonial. La hipersexualización de los hombres negros y la violencia sufrida han generado, a lo largo de generaciones, una hipersensibilidad ante cualquier forma de cuestionamiento de su virilidad, lo que se traduce en actitudes de rechazo hacia otras orientaciones sexuales y en la interiorización de la agresión como forma de afirmación identitaria.
Estudios en neurociencia y epigenética han demostrado que el trauma puede transmitirse de generación en generación a través de modificaciones en la expresión genética (Yehuda et al., 2016). En el caso de las comunidades afrodescendientes, la violencia sexual histórica y la deshumanización han influido en patrones psicológicos y sociales que persisten hasta la actualidad. La intolerancia hacia la diversidad sexual dentro de ciertos sectores de la diáspora africana puede leerse, en parte, como un reflejo de la violencia colonial que criminalizó cualquier expresión de disidencia frente a los roles impuestos por el sistema esclavista. La utilización de la sexualidad como herramienta de poder durante la esclavitud ha dejado marcas en la manera en que se conciben las relaciones de género y poder en las sociedades afrodescendientes.
Para construir una memoria histórica más justa, es fundamental reconocer que la violencia sexual en la esclavitud no solo afectó a las mujeres negras, sino también a los hombres. El reconocimiento de estos abusos no solo implica visibilizar las agresiones cometidas por los ‘amos’ blancos, sino también cuestionar los mitos coloniales que han perpetuado la negación de los cuerpos negros masculinos como víctimas. Desde una perspectiva decolonial, es necesario desmontar las narrativas hegemónicas que han invisibilizado estos crímenes y abrir espacio para una historiografía que considere todas las dimensiones de la violencia esclavista. La reparación histórica no solo debe abordar la explotación laboral y física de los esclavizados, sino también las formas de violencia sexual que marcaron sus vidas. Este artículo busca contribuir al debate sobre la memoria de la esclavitud y la necesidad de reconocer todas las formas de opresión que definieron ese sistema, incluyendo aquellas que han sido silenciadas por el peso del racismo, el machismo y el colonialismo.
Una reflexión. de Jackson Jean
Referencias :
Berry, D. R. (2017). The Price for Their Pound of Flesh: The Value of the Enslaved, from Womb to Grave, in the Building of a Nation. Beacon Press.
Blanchard, P. (2018). Sexe, race & colonies: La domination des corps du XVe siècle à nos jours. La Découverte.
Foster, T. A. (2019). Rethinking Rufus: Sexual Violations of Enslaved Men. University of Georgia Press.
Helg, A. (1995). Libertad e igualdad en el Caribe: Haití y Colombia, 1793-1835. Fondo de Cultura Económica.
Yehuda, R., et al. (2016). “Epigenetic mechanisms and the transgenerational effects of trauma.” American Journal of Psychiatry, 173(8), 872-879.