Esta tesis es una investigación feminista elaborada desde el marco de los derechos humanos con enfoque interseccional, planteando la violencia obstétrica como una cuestión no sólo de prácticas médicas abusivas sino y sobre todo como un asunto de derechos humanos, de violencia de género, pero también del derecho a la salud y los derechos sexuales y reproductivos. En la tesis se hace una propuesta para reconceptualizar la forma en que se ha venido entendiendo la violencia obstétrica desde el concepto convencional (su marco teórico más extendido), dejando por fuera experiencias de embarazos, partos, pospartos y abortos de las mujeres más excluidas y marginadas; a decir las mujeres rurales, las mujeres indígenas, las mujeres negras y afrodescendientes, las mujeres con discapacidad, las mujeres gitanas, las mujeres migrantes, las mujeres privadas de la libertad, o de quienes sin identificarse como mujeres y que también tienen capacidad de gestar, como es el caso de los hombres trans, las personas no binarias e intersex, entre otras.
Reduciendo su narrativa de manera predominante a lo que ocurre al interior de las salas de parto y con un grupo concreto de mujeres, generalmente sin discapacidad u otro factor de vulnerabilidad y que han tenido acceso al sistema sanitario. Cuando la verdad es que no todos los embarazos y partos llegan al sistema sanitario y no todos los que llegan tienen la misma visibilidad y reconocimiento, a pesar de estar atravesados también por prácticas violentas.
Pensemos por ejemplo en las mujeres migrantes racializadas que por su situación administrativa irregular, en muchos países del mundo no tienen acceso al sistema de salud ni siquiera estando embarazadas, como de hecho ocurre en Madrid y otras regiones de España. También es el caso de muchas mujeres rurales que por largas distancias y faltas de vías de acceso y medios de transporte no pueden acceder a la atención médica durante sus embarazos y partos y tienen que vivirlos solas, incrementando los riesgos de mortalidad materna, sin acompañamiento especializado de ningún tipo. Pero es que además hay muchas experiencias de embarazos y partos de mujeres y personas cuyas vidas están atravesadas por diversos ejes de opresión, de las cuales, incluso llegando a los sistemas de salud, muy poco se habla cuando se menciona la violencia obstétrica; así por ejemplo, la segregación constante a la que son sometidas las mujeres gitanas, la invisibilización de las necesidades de accesibilidad que tienen las mujeres con discapacidad, los prejuicios raciales sobre las mujeres negras, el casi inexistente reconocimiento de las experiencias de embarazos y partos de las personas gestantes como hombres trans, no binarias e intersex, entre otras muchas situaciones.
La violencia obstétrica es también un asunto de los determinantes sociales de la salud; de todos esos factores que determinan la buena o mala salud de las personas y sin duda el racismo y el colonialismo es uno de ellos, por ello urge visibilizar la manera en cómo actúan cuando hablamos de violencia obstétrica, pues no es casual que las mujeres negras en muchos lugares presenten casi el doble de posibilidades de que su consentimiento no sea tenido en cuenta ni en el embarazo ni en el parto, o que tengan un 90% de posibilidades de ser encadenadas para parir cuando están encarceladas, o que las tasas de mortalidad materna para ellas sean 4 veces mayores que para las mujeres blancas. Y que pese a todo esto, muy poco se hable de ello cuando se habla de violencia obstétrica.
La narrativa convencional de la violencia obstétrica tampoco ha visibilizado con suficiencia que dado que esta es un tipo específico de violencia que experimentan quienes viven un embarazo, a ella se pueden ver expuestas también quienes por decisión propia, por motivos de salud o por emergencias obstétricas, han decidido, han necesitado o han experimentado la interrupción de un embarazo, es decir, que la misma se puede presentar también en situaciones de aborto.
Reducir la violencia obstétrica solo a las prácticas desplegadas por el personal de salud, es dejar por fuera la responsabilidad estatal que se ejerce mediante otros agentes del Estado y privados, para asegurar embarazos, partos, pospartos, abortos y posabortos seguros y libres de violencias. Y con ello desconocer las experiencias de mujeres y personas gestantes que no tuvieron siquiera la oportunidad de llegar a parir a un hospital.
Acá puedes leer la tesis completa: La violencia obstétrica más allá de las salas de parto
Una reflexión de Dayana Méndez Aristizábal