El principal problema que tenemos para comprender la implicancia de los riesgos de la contaminación es la falta de información clara al respecto¿Qué es la intoxicación por metales pesados? ¿Qué significa Agrotóxico? ¿De qué manera entramos en contacto con estas sustancias? ¿Qué poblaciones son las más expuestas a esta problemática?
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Es por esto que antes de abrir el debate y exponer algunas cuestiones sobre el racismo ambiental, aclaramos algunos conceptos:
Racismo ambiental: es un término acuñado por el pensador afroestadounidense Benjamin Chavis quien lo define como “discriminación racial en la selección deliberada de comunidades étnicas y minoritarias para la exposición e instalación de desechos tóxicos y peligrosos junto con la exclusión sistemática de estas minorías en la formulación, aplicación y remediación de políticas ambientales.”
Extractivismo: explotación a gran escala de “recursos” naturales para su comercialización, desplazando otras formas de producción, afectando negativamente al ambiente y las formas de vida locales.
Metales tóxicos: Metales como el mercurio, cadmio, plomo y arsénico no son beneficiosos para la salud, se acumulan en los organismos y producen enfermedades graves en los seres vivos. Las principales consecuencias que trae la intoxicación por metales pesados son ceguera, pérdida de memoria, cambio de comportamiento y deterioro cognitivo en las infancias.
Agrotóxicos: Agentes químicos como herbicidas, plaguicidas y pesticidas que se utilizan en los cultivos de alimentos. Dada su acumulación en suelos, agua y los alimentos cosechados, constituyen una amenaza a la salud pública. Entre los efectos adversos más comunes, está su potencial carcinogénico, abortos, problemas respiratorios, malformaciones.
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¿Ahora, cómo funciona y se reproduce el racismo ambiental? Permanecer ignorando el peligro de la contaminación en el Planeta Tierra es una decisión deliberada, un trabajo en conjunto de los Estados, las grandes empresas contaminantes y los medios de comunicación, para mantener un status quo que persiste desde la colonización. Por ejemplo, el crecimiento de las tecnologías para la producción a gran escala, trajeron también nuevos problemas en las diferentes industrias, principalmente en cuanto a la ubicación física de estas empresas y el tratamiento de sus desechos. De esta manera, la contaminación en zonas rurales y cercanas a afluentes de nuestros ríos en el Sur Global, afecta directamente a las poblaciones de estos territorios, generalmente caracterizadas por ser indígenas o negras.
Mientras tanto, el extractivismo logra año tras año modificar sus tácticas para sacar el máximo provecho de la tierra y sus “recursos” para poder enriquecerse cada vez más, dejando así desiertos estériles y personas con enfermedades causadas por la contaminación alrededor. En cuanto a la situación puntual de las comunidades indígenas y negras, no sólo somos afectadas por la explotación de la naturaleza en nuestros territorios, sino porque además nuestros conocimientos ancestrales y modos de vida auto-sustentables, se ven amenazados por el modelo económico que nos rige. Precisamente de esta relación nace el término “Racismo Ambiental”, que está íntimamente relacionado al racismo sistémico e institucional y a esta decisión consciente de los Estados por borrarnos de la Historia, de la Cultura y ahora incluso, de nuestras propias tierras.
En este sentido, podemos observar que el racismo ambiental se produce sistemáticamente y a nivel general, en lo que denominamos el Sur Global: por ejemplo en Argentina, uno de los grandes problemas es el monocultivo de soja, maíz y trigo transgénicos, una práctica que consiste en la compra de semillas genéticamente modificadas (que no pueden ser reproducidas) para que sean resistentes a los agrotóxicos, como el herbicida glifosato que tiene nada más 23 años, en contraposición a los miles de años que lleva existiendo la agricultura tradicional, la cual no envenena ni daña la tierra y además fomenta la biodiversidad en los territorios. Respecto al glifosato, los efectos adversos más comunes que produce son su potencial carcinogénico, abortos, problemas respiratorios y malformaciones. Podemos también nombrar el caso de Colombia de la minería de oro con metales pesados como el mercurio y el cadmio, que contamina los ríos de los que la población come, vive y trabaja y que se oponen a la práctica ancestral del barequeo, mientras que sobre las principales consecuencias que trae la intoxicación por metales pesados podemos distinguir la ceguera, pérdida de memoria, cambio de comportamiento y falla generalizada de los órganos internos.
Por último, en el caso de Brasil en la comunidad pesquera y quilombola de Ilha de Maré, se asentó la empresa Petrobras para extraer petróleo y las consecuencias son las mismas: poblaciones intoxicadas, afectada por los gases tóxicos, poca información, desidia del estado y todos los seres vivos de la región, afectados. Cabe mencionar que no es casualidad que de estos tres ejemplos, todas las poblaciones implicadas sean en su mayoría poblaciones racializadas, las cuales son vulneradas de todas las maneras posibles y sometidas al olvido del Estado, quien ratifica a través de estas prácticas, que su racismo contra nuestras poblaciones, también es ambiental.
Pero, ¿cómo consumimos los contaminantes? Los consumimos en el agua, en las hortalizas, en el pescado, en las carnes rojas y también a través del aire. Además, hasta hace un tiempo se creía que esta problemática solamente afectaba a las personas que estaban en contacto directo con estos productos, pero los aumentos en enfermedades autoinmunes como la celiaquía, la diabetes y distintos tipos de cáncer, han sido asociados también al consumo de estos alimentos contaminados con venenos. Por ejemplo en Santa Fe, provincia de Argentina que se dedica a la agroindustria, la incidencia de cáncer es entre 2 a 4 veces más alta que en el resto del país y el 20% de las muertes según el gobierno santafesino, son por algún tipo de cáncer, lo que se puede atribuir al racismo ambiental.
Esto no significa que no tengamos ninguna esperanza, pues si nosotres tenemos la posibilidad de elegir qué consumir, es nuestra responsabilidad elegir de manera consciente. Consumir alimentos libres de contaminantes y vivir en ambientes sanos, es un derecho y difundir el conocimiento que está en nuestras manos sobre este tema, es lo mejor que podemos hacer para ayudar a nuestra comunidad.
Por último, compartimos algunas redes que comercializan alimentos libres de tóxicos y que se venden a precio justo: en Argentina la UTT (Unión de trabajadores de la Tierra), en Colombia la Red Agroecológica Nal y en Brasil, la Articulación Nacional de Agroecología.
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Una reflexión de Kadie Morgan