Indignación en San Francisco tras el asesinato Banko Brown

La muerte del afroactivista, a sus de 24 años, ha provocado indignación y peticiones de recursos para las personas trans sin hogar de San Francisco.

Los mensajes de Banko Brown se volvieron cada vez más desesperados en las últimas semanas. Este activista comunitario de San Francisco, de 24 años, solía ser tímido al hablar de sus dificultades, pero ahora les contaba a sus seres queridos que era incapaz de conseguir una vivienda que había estado buscando desde hace mucho tiempo, que lo habían rechazado de varios albergues y que se veía obligado a dormir en el tren.

Les amigues y familiares de Brown sospechan que estaba muy agotado y hambriento el 27 de abril, cuando un guardia de seguridad de una farmacia Walgreens en el centro de la ciudad lo enfrentó por un presunto hurto y le disparó fatalmente. Al parecer, Brown, que iba desarmado, intentó llevarse unos aperitivos de la tienda.

El asesinato de este activista emergente y la decisión de la fiscal del distrito de San Francisco de no hacer públicas las imágenes de video del incidente ni de presentar cargos contra el guardia de seguridad han causado conmoción en la ciudad, provocando indignación ante el rápido uso de la fuerza letal por parte de un guardia de seguridad privada y protestas por los continuos fracasos de la ciudad en cuanto a proporcionar vivienda, servicios y seguridad básica a jóvenes trans afrodescendientes como Brown.

Banko Brown era una presencia habitual en mítines y ayuntamientos en San Francisco. Foto: Cortesía de Young Women’s Freedom Center

“Me duele que otra persona trans racializada se haya ido sin ser considerada”, comentó Juju Pikes Prince, parte del círculo cercano de Brown y una mujer trans que antes no tenía hogar. “No podemos seguir gritando y clamando Black Lives Matter cuando no todos importamos. Mi gente no es libre”.

La tragedia ocurre en un momento en el que varias crisis de derechos humanos coinciden en San Francisco y en otras ciudades de Estados Unidos. A medida que el número de personas sin hogar alcanza cifras récord, se intensifican las peticiones de que se tomen medidas enérgicas contra los campamentos y aumentan las denuncias de ataques por parte de vigilantes.

En las dos últimas semanas, un exbombero de San Francisco fue acusado de “aterrorizar” a las personas sin hogar que se encontraban en las calles de la ciudad con spray contra osos, dos personas sin hogar fueron apuñaladas en la ciudad universitaria de Davis, California, y Jordan Neely, un artista callejero sin hogar, fue estrangulado hasta la muerte en el metro de Nueva York.

Al mismo tiempo, las personas trans de Estados Unidos se enfrentan a una discriminación y una violencia cada vez mayores, con una avalancha de leyes que prohíben su acceso a la atención médica y su derecho a existir en espacios públicos.

Aún se desconoce qué ocurrió exactamente el 27 de abril. Un día después del asesinato de Brown, la policía de San Francisco detuvo al guardia de seguridad bajo sospecha de asesinato, y el jefe del Departamento de Policía de San Francisco comentó a la organización de noticias SF Standard:

“Tienes que usar la fuerza adecuadamente dentro de la ley”.

Sin embargo, dos días después, la fiscal del distrito de San Francisco, Brooke Jenkins –elegida por sus promesas de “restaurar” el orden en las calles y castigar con dureza los robos a comercios–, anunció que no iba a presentar cargos por asesinato, indicando que las imágenes de seguridad “muestran claramente que el sospechoso creía que se encontraba en peligro de muerte y actuó en defensa propia”.

Activistas, organizadores comunitarios y el senador del estado Scott Wiener han exigido desde entonces la divulgación de las imágenes, y el martes la junta de supervisores de la ciudad aprobó por unanimidad una resolución que insta a la fiscal del distrito a revelar los informes policiales, el video y otra evidencia. Hasta ahora, Jenkins ha rechazado la petición, citando la investigación en curso. El lunes, Jenkins indicó que seguía considerando la posibilidad de presentar cargos por el asesinato de Brown.

Encontrar a la familia

Con o sin cargos, dicen los defensores, la tragedia que le ocurrió a Brown es un síntoma de la desigualdad y las contradicciones de San Francisco, ciudad considerada un santuario internacional LGBTQ+, pero en la que las personas queer más vulnerables languidecen en la pobreza.

Brown creció en la ciudad y de niño vivió en la calle y pasó por el sistema de acogida, explicó Julia Arroyo, codirectora ejecutiva del Young Women’s Freedom Center (YWFC), una organización californiana sin fines de lucro que trabajó con Brown desde que este tenía 12 años: “Siempre fue inquisitivo, escuchaba con atención y realmente se interesaba por la vida de los demás. Incluso a una edad temprana, pude ver en él la semilla de un líder. Él hacía sus propias investigaciones dentro del sistema”.

Al igual que muches jóvenes afroamericanes LGBTQ+, que sufren una penalización desproporcionada, Brown terminó encerrado en centros de menores y era plenamente consciente de que lo trataban de forma diferente, explicó Arroyo:

“Él decía: ‘¿Cómo es que todos pueden irse a casa menos yo? ¿Cuándo me toca a mí?’ Veía que siempre eran los afroamericanos los que se quedaban atrás’”.

Con el paso de los años, Brown formó su propia familia en San Francisco, estableciendo estrechos vínculos con otres jóvenes trans afroamericanos.

Banko Brown con Julia Arroyo (izquierda) y con sus seres queridos en el Young Women’s Freedom Center. Foto: Cortesía del Young Women’s Freedom Center

“Se me acercó y me dijo: ‘Tú eres mi madre’”, comentó Elle Raine Washington, una mujer trans de 24 años, el pasado viernes en una reunión en el centro YWFC donde la familia de Brown lloró e intercambió historias de sus problemas y triunfos.

“Me dijo: ‘Me haces sentir bienvenido, sin juicios’. Y yo le dije: ‘Si quieres ser mi hijo, ¡pues que así sea! … En sus momentos más oscuros, hablábamos sobre sus metas y sobre cómo ser un mejor él. Él realmente me admiraba y yo realmente lo admiraba a él”.

“Todo lo que él quería era una familia”, comentó Prince, de 24 años, que se convirtió en la tía de Brown: “Pude ver el hombre en el que se estaba convirtiendo y supe que iba a ser hermoso. Banko era la definición de alguien que rompía barreras“.

Brown encontró la manera de ser alegre y divertido incluso cuando se enfrentaba a las dificultades. Como organizador voluntario en YWFC, llegaba al centro convertido en un torbellino de energía, trayendo consigo a otres jóvenes que necesitaban ayuda o interrumpiendo las reuniones para mostrar su coreografía de TikTok.

En otras ocasiones, se quedaba en el sillón: “Llegaba haciendo mucho ruido y bailando”, comentó Ari Duarte, amigo cercano y organizador de YWFC, “o estaba tan cansado de buscar un cuarto y quedarse en hogares de otras personas que se quedaba dormido la mitad del día. Yo me aseguraba de que nadie lo molestara”.

En el último mes, Brown se sentía cada vez más angustiado, comentó Arroyo. Una organización en la que Brown se encontraba en lista de espera para una vivienda le había informado de que el gestor de su caso estaba de vacaciones, recordó Arroyo: “Me enseñó todos los números telefónicos a los que había estado llamando y estaba desconsolado. Las lágrimas caían de sus ojos. Me dijo: ‘¿Está de vacaciones? Estoy durmiendo en el BART (Bay Area Rapid Transit). Estoy cansado. No soy yo mismo. Quiero bañarme y cuidarme’”.

YWFC le consiguió una habitación de hotel temporal, sin embargo, la vivienda estable seguía estando fuera de su alcance.

Escasez de camas

Es un problema al que se enfrentan las personas trans de la ciudad. Brown fue asesinado a unas cuadras del Distrito Transgénero, en el vecindario de Tenderloin, considerado como el primer distrito cultural trans legalmente reconocido del mundo. La ciudad también cuenta con una oficina de iniciativas trans, un compromiso destinado a acabar con la situación de las personas trans sin hogar en 2027 y un programa piloto de ingresos garantizados para personas trans de bajos ingresos.

“Hemos logrado este increíble progreso, pero no ayuda a todo el mundo”, señaló Aria Sa’id, una de las tres organizadoras trans afroamericanas que fundaron el distrito trans.

Sa’id destacó la reputación de San Francisco de estar inundada de recursos y de ser el “mejor” lugar para no tener hogar; no obstante, según el recuento de 2022, cada noche 7 mil 750 personas no tienen hogar en la ciudad, un cálculo de un solo día que está considerado como un recuento insuficiente. Los grupos trans se esfuerzan por conseguir “migajas del presupuesto de la ciudad y de la filantropía”, explicó Sai’d, y les jóvenes que viven en la calle siguen recurriendo al robo de alimentos y artículos de aseo para salir adelante.

Cuando Sa’id llegó a San Francisco en 2009, no tenía hogar y se dedicaba al trabajo sexual. Las mujeres trans afroamericanas más afortunadas, comentó, trabajaban como maquillistas o en la prevención del VIH. Sa’id señaló que en la actualidad hay más recursos, pero que aún no son suficientes para satisfacer la creciente necesidad.

Our Trans Home SF, que gestiona programas de vivienda para personas trans y género no conforme, tiene aproximadamente 150 personas en lista de espera para ayudas para la renta, señaló Sathya Baskaran, director de vivienda. De manera anecdótica, señaló, observó una afluencia de jóvenes trans que migraban a San Francisco desde estados que aprobaban leyes antitrans que restringían el acceso a la atención médica vital y otros derechos básicos.

Cuando llegaban a California era posible que se sintieran insegures o no bienvenides en algunos albergues: “Les jóvenes trans se enfrentan a una lucha realmente complicada”.

El recuento de personas sin hogar detectó mil 73 jóvenes menores de 25 años que no tenían vivienda en la ciudad, y las encuestas calculaban que más de 400 pertenecen a la comunidad LGBTQ+.

En toda la ciudad, no obstante, hay aproximadamente 45 alojamientos designados para jóvenes LGBTQ+, señaló Sherilyn Adams, directora ejecutiva de Larkin Street Youth Services, un programa de alojamiento para jóvenes: “Todavía nos queda un largo camino por recorrer”.

‘Banko era como un hogar’

Emily Cohen, vocera del departamento Department of Homelessness and Supportive Housing de San Francisco, señaló que la ciudad había ampliado los programas destinados a les jóvenes, con 891 camas y unidades y 346 ayudas para jóvenes de 18 a 24 años. También señaló que en los últimos cinco años se había producido una disminución del 16% en la población juvenil sin hogar y destacó el plan de la ciudad de comprar un edificio de 42 unidades concebido para proporcionar vivienda a jóvenes adultes históricamente marginados para que dejen de ser personas sin hogar.

La policía de San Francisco se negó a realizar comentarios. La fiscal del distrito no respondió las solicitudes de entrevista, pero indicó en un comunicado que la divulgación de las imágenes sería “poco ética”, y añadió:

“El asesinato de Banko Brown fue una tragedia que ha impactado profundamente en nuestra ciudad y en nuestras diversas comunidades. Mi corazón está con la familia y los amigos de Banko”.

Les seres queridos de Brown señalaron que querían que se le recordara por su resiliencia y abnegación, por cómo viajó al Capitolio del estado para defender a los jóvenes que estaban en régimen de acogida, por cómo luchó para cerrar la prisión juvenil y por su presencia habitual en mítines y reuniones locales.

Elle Raine Washington, Ari Duarte, Julia Arroyo, Juju Pikes Prince y Carlos Santiago Magaña (adelante), parte de la familia de Banko Brown en San Francisco, en el Young Women’s Freedom Center. Foto: Sam Levin/The Guardian

Sentada en el YWFC, Arroyo revisó los mensajes de texto que intercambió con Brown, recordando los chats en los que él celebró su primera cuenta bancaria, mostró un nuevo corte de cabello, pidió ayuda para pagar sus hormonas y reconoció que se sentía inseguro en relación con la vivienda.

Arroyo comentó que pensaba en los cálculos según los cuales la ciudad gasta un millón de dólares al año en encarcelar a un solo joven y en cuán transformadora podría ser ese financiamiento para alguien como Brown.

“Banko hacía que todos se sintieran como en casa. Banko era como un hogar”, comentó Carlos Santiago Magaña, de 23 años, otro amigo cercano. Comentó que fue difícil asimilar el asesinato y que provocó miedo: “¿Quién será el próximo? ¿Yo? ¿Tú?”.

A su lado, Washington lucía alrededor de su cuello dos fotos: una de Brown y otra de Ivory Nicole Smith, una de sus mejores amigas, mujer trans afroamericana y defensora de los derechos humanos que también murió este año.

“Somos todo lo que tenemos”.

A pocas cuadras del centro, en el exterior de Walgreens se erigía un monumento improvisado, con fotos de Brown pegadas a una valla y carteles que indicaban “Justicia para Banko” y “Muerto pero nunca olvidado“. En el interior de la tienda, abarrotada de gente, había una larga fila de clientes esperando para pagar. Cerca de la puerta, un guardia armado vigilaba con su pistola visible en su funda.

Comparte este articulo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *