La noche del sábado 17 de agosto de 2024 en el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez la imagen de la artista Thobile Makhoyane se hizo icónica al simbolizar la conexión entre el sonido africano y el afrodescendiente, pero ¿por qué en el festival todo el mundo aseguró que la artista es de Sudáfrica? En las pantallas fue mostrada la bandera sudafricana relacionada con la presentación de la artista y su integración en el ensamble Ecos de Matronas. En realidad, Thobile es de Esuatini, y este no es solo un error inocente. Lo cierto es que esta situación es una muestra de que la idea que tenemos de África y la africanía en la música afrocolombiana continúa siendo nebulosa.
Valentin-Yves Mudimbe había señalado que la imagen de África ha estado marcada por la idea de homogeneidad continental (“en África todo es lo mismo”), ahistoricidad (“África está atrapada en un tiempo pasado y no tiene historia”) y primitivismo. Existe una contradicción porque se señala que escuchar el sonido afropacífico es escuchar a África en Colombia, pero al mismo tiempo esa conexión con el continente es cortada por las explicaciones que dan quienes se consideran expertos en las prácticas culturales negras en Colombia.
Para explicar la música “folclórica” es fácil recurrir al mito estereotipado de la convergencia de las tres razas: “indígenas aportan los vientos, europeos las cuerdas y africanos los tambores” me señaló un profesor de música en el colegio. Esta sigue siendo una concepción racista de la música, como si “naturalmente” las formas musicales puras estuvieran asociadas a grupos étnico-raciales.
Es fácil señalar lo africano cuando hay percusión, pero cuando escuchamos a Peregoyo y Su Combo Vacaná, el bambuco patiano o los conjuntos de violines caucanos nos es más difícil y nos parece que lo africano se va diluyendo por el uso de instrumentación más “moderna” o “europea”, y no una percusión marcada y predominante como sí sucede con el bambuco viejo.
Lo cierto es que, si sacamos a África de la nebulosa y escuchamos la música de la artista maliense Oumou Sangaré y la comparamos con la de Peregoyo y Su Combo Vacaná por ejemplo, podemos escuchar una conexión. La música no se reduce a los estereotipos que muches expertes usan para explicar las prácticas musicales afrocolombianas.
La palabra bambuco es de origen africano y posiblemente deriva de la palabra Bambouk (Bambougou), lugar entre Mali y Senegal que aparece en los mapas de África del siglo XIX. También podemos plantearnos la pregunta ¿será que los violines caucanos fueron una adaptación de los violines europeos por parte de la gente de África occidental esclavizada que tocaba el goje o n’ko?
¿La música tradicional afrocolombiana está radicalmente separada de la música moderna y se puede tratar de “conservar” como conservamos una especie en peligro de extinción? ¿Cuántas expresiones musicales populares a nivel global tienen origen afro? ¿La música tradicional afrocolombiana forma parte de una continuidad en la manera de concebir y experimentar la música de los pueblos africanos y afrodiaspóricos?
Cuestionarnos lo aquí señalado implica comenzar a adoptar la idea de que la continuidad entre los sonidos africanos y afrodescendientes es real y palpable, y la ancestralidad no debe ser algo que se invoca simplemente como campaña de marketing.
En el episodio número 6 del podcast Querida Gente Prieta, Milo Mosquera señala que actualmente la forma “típica” de bailar el bambuco viejo está permeada por formas occidentales. Solo hay que preguntarse ¿cómo bailan las personas mayores? Ello no solo pasa con el baile, sino también con la música. Además de que el baile (cuerpo) y la sonoridad están estrechamente relacionados en la experiencia musical afro.
En el Petronio, la música también se encuentra regulada por las reglas y criterios de evaluación del concurso: instrumentación, vestuario, performance… Es contradictorio que se maneje la idea de “conservar” tradiciones cuando al mismo tiempo se exige originalidad en el escenario. ¿Sobre qué criterios evalúa el jurado? ¿Cuál es la posición del jurado con respecto a las prácticas culturales de la gente negra? ¿Prima la mirada occidental a la hora de evaluar a las agrupaciones?
Y el público tampoco es pasivo. Generalmente respondemos mejor a la música animada y bailable, ojalá que confirme nuestras expectativas de “sonido afro”, con unos buenos tambores o un ritmo bien frenético. Ello es comprensible porque precisamente vamos al festival a disfrutar. Pero también debemos recordar que el Petronio no es solo un festival, sino también un concurso.
El evento puede significar una oportunidad para las agrupaciones que buscan insertarse en la escena musical nacional e internacional, para hacerse visibles dentro de la escena cultural negra, y para escalar consignas de lucha política de los territorios negros-afrodescendientes. Territorios azotados por la desigualdad económica respecto al centro del país, por la violencia, así como también por la injusticia social y ambiental. Por supuesto, hay quienes buscan aprovecharse de esta situación y explotar las prácticas musicales sin beneficiar realmente a la población negra.
El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez ha permitido el fomento artístico y memorial, el posicionamiento, la valoración, el disfrute y el encuentro de la música afropacífica, pero no es un espacio neutral a pesar de que en el marco del evento se repita que la intención es “salvaguardar las expresiones culturales de la región”. En el festival, la sonoridad del Pacífico y las prácticas culturales negras-afrodescendientes son disputadas por la población negra, académicos y académicas denominados expertes en negritudes, cazadores de “nuevos sonidos” para ser colonizados y explotados comercialmente, la misma Alcaldía de Cali, entre otros agentes, instituciones y organizaciones. Aquí lo que está en juego es la naturaleza misma de la música negra-afrodescendiente.
La naturaleza de la música negra-afrodescendiente es esa capacidad creativa de los pueblos negros que no se traduce simplemente en aferrarse a lo “tradicional” o a lo “moderno”. La música afro es comercial, pero no se reduce a ello porque la música es arte, conocimiento y una forma de experimentar la existencia misma. Por eso la gente en África y los territorios afrodescendientes nace con música y la entierran con música; por eso la espiritualidad se lee en clave musical; por eso suenan las bocinas a todo volumen cuando vamos a una reunión negra; por eso se baila.
El Petronio puede ser un medio para visibilizar, escalar e impulsar la música afro, pero la capacidad creativa no depende del festival sino de la gente negra. Para que las prácticas musicales del Pacífico sigan sonando tienen que existir condiciones sociales y socioambientales justas que permitan a las personas desenvolverse en un territorio donde la música forme parte de la vida.
Una reflexión de Andrés David Tobar Rivas