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Basta de violencia sexual infantil en nuestras territorialidades: Semillas Negras y Jimagüa exigen justicia frente a un atroz caso de violación a una niña afro en el Pacífico norte Colombiano

Una ironía social, un desprolijo negro que hoy día de las mujeres negras y de la diáspora, HOY DÍA DE  LAS NIÑAS NEGRAS, desde Semillas Negras organización étnico-infantil, rural y artística en el Pacífico Norte Colombiano, y otras expresiones  organizativas negras, tomamos la palabra en medio del dolor para denunciar un hecho atroz que ha  herido profundamente el alma de nuestra comunidad y las nuestras como activistas y defensoras de  derechos humanos étnico territoriales. 

El pasado 21 de julio 2025, una niña afrodescendiente habitante de nuestra  comunidad fue víctima de una atroz violación por parte de un joven de  quince años también de nuestra comunidad, la niña estuvo hospitalizada dos días y medio por la  gravedad de las heridas en su vagina y en su psique. Este acto brutal no solo vulnera su cuerpo, su  presente y su futuro, sino que desgaja el tejido ancestral que protege la infancia como semilla  sagrada que sostiene la casa. 

Este crimen no puede entenderse como un hecho aislado. Es consecuencia directa de la negligencia  estructural del Estado colombiano hacia las comunidades afro-rurales, donde la intersección entre racismo y misoginia (misoginoyr) la exclusión territorial, violencia de género, las consecuencias nefastas del conflicto armado, el crimen organizado, la presencia constante de grupos al margen de  la ley el abandono institucional condena a nuestros niños y niñas a crecer entre amenazas, silencios  y heridas no nombradas. 

Invocamos el marco constitucional y los tratados internacionales de derechos humanos que  protegen a la infancia —entre ellos, LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA COLOMBIANA la Convención sobre  los Derechos del Niño, la Ley 1098 de 2006 (Código de Infancia y Adolescencia), la Ley 1257 de 2008,  y el Auto 005 de la Corte Constitucional, que reconoce el riesgo específico de las comunidades  afrodescendientes en el conflicto armado y la violencia estructural. 

La situación que estamos atravesando como comunidades afrodiasporicas debería encender las  alarmas ante un estado de emergencia que agudiza la fragilidad de nuestras niñas y niños  desprotegides en las orillas de un país que se niega a mirar de frente nuestras dificultades, la crisis  de derechos sexuales y reproductivos es la traducción de un momento histórico que revela el  aumento de casos de abuso sexual infantil en las comunidades rurales negras e indígenas del  departamento del Chocó.

Desde una mirada interseccional, esta violación es también una violación de la territorialidad, de la memoria  colectiva, la espiritualidad y de nuestra esperanza. Las niñas afrodescendientes rurales enfrentan múltiples vulneraciones: por género, por etnia/raza, por clase y por territorio. El Estado tiene el deber  ineludible de garantizar justicia reparadora, atención psicosocial diferencial, acompañamiento comunitario y políticas de protección que reconozcan estas intersecciones. 

Exigimos: 

• Que se investigue y judicialice este caso con enfoque diferencial de infancias, restaurativo y étnico protegiendo la integridad y el derecho de nuestra niña de permanecer en su comunidad y no ser separada de su familia.

• Que se garantice atención integral a la niña y su familia: física, emocional, espiritual y psicosocial  y comunitariamente. 

• Que se fortalezcan las redes de cuidado, prevención y educación en nuestras comunidades con  presencia institucional efectiva y respetuosa. 

• Que se escuche la voz de las organizaciones como Semillas Negras, que acompañamos a la infancia afro desde el arte, la espiritualidad, etno-espistemología, desde la cultura, entre otros.

• Que las instituciones se articulen con sabedoras y sabedores, liderazgos comunitarios y  pedagogías ancestrales para enfrentar esta crisis de abusos sexuales desde lo colectivo. 

Este acto de violencia ha estremecido nuestras raíces siendo la punta del iceberg porque ya han existido otras situaciones de vulneración y abuso a otras niñas negras de nuestra comunidad. Aún así este nefasto momento también ha encendido la fuerza de nuestras voces porque somos  sembradores. No callaremos: seguiremos sembrando justicia, autocuidado y dignidad. A los  espíritus antiguos les pedimos guía; a ustedes, instituciones garantes, les exigimos acción. 

Nuestra exigencia abriga el grito de nuestras hermanas, para todas una verdad legitima que permita  la aplicación de la justicia antirracista decolonial y antipatriarcal como valor jurídico en reparación de  nuestras memorias de dolor y el no olvido como derecho a ser recordadas; somos una marea que puja bogando contra la horrorosa desaparición de nuestras cuerpas usando el río como cementerio  y el monte o la manigua de fosas comunes, juntas gritando que pare el espantoso Afrofeminicidio y las  violaciones a nuestras semillas, o el suicidio de mujeres étnicas, ignominia silente en las encuestas  del feminismo blanco convencional que no se pregunta sobre nuestras muertes como un asunto  transversal de las violencias de toda construcción social en un país donde somos las cuerpas no nombradas que sostenemos la casa.  

La niña violentada no es una cifra. Es río, esperanza diasporica y es semilla. Y su grito nos convoca a todas las personas a transformar la historia. 

Firman: Organización Semillas Negras semillasnegras690@gmail.com y Organización Étnico Pedagógica y Musical JIMAGÜA organizacionjimagua@gmail.com

Esta carta abierta de denuncia fue entregada en mano a la viceperesidenta, Francia Márquez, sin recibir a la fecha una respuesta oficial. Así mismo fue entregada a más de 10 lideresas de nuestra comunidad, de quienes tampoco hemos obtenido ninguna respuesta.

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