#BLACKLIVESMATTER: vidas negras y precariedad

¿Qué vidas importan? ¿Todas importan por igual? ¿O acaso hay cuestiones constitutivas de nuestra identidad que nos empujan a ser más o menos vidas? ¿A qué se expone una vida que parece menos evidente, menos inteligible, menos valiosa? ¿Las vidas que fallecen en manos de otrxs de maneras violentas son ajusticiadas del mismo modo? 

Black Lives Matter surge en 2013 tras la absolución de un oficial blanco que asesinó a quemarropa un adolescente afroamericano desarmado. Fue un movimiento que se originó en las redes, concretamente en Twitter con el hashtag #BlackLivesMatter, en castellano, las vidas negras importan. Pero, ¿qué significa que las vidas negras importan? ¿Acaso no todas las vidas importan? Se trata de eso: reconocer que las vidas negras han sido deshumanizadas, criminalizadas y marginalizadas hasta el punto de que su valor de vida más que efímero parece revocado. 

Las vidas negras son leídas como vidas menos reconocidas en ese orden de ideas, hay una serie de dispositivos de poder que atentan contra ellas, desde su empobrecimiento hasta su constante persecución policial, son mecanismos que hacen de estas vidas menos dignas de duelo, menos dignas de ser juzgadas cuando perecen en manos de la policía u otro tipo de fuerzas represivas.

Justamente las vidas más precarizadas son difícilmente reconocidas como vidas y, por tanto, no son leídas como dignas de duelo. Son vidas menos perceptibles, vidas a medias, difícilmente registradas, pues son vidas disidentes, vidas que son construidas por los marcos normativos como la otredad y entonces son condenadas a ser vidas descartables, vidas de segunda, tercera, o cuarta categoría.

Las vidas negras hacen parte de estas vidas, especialmente en el contexto geopolítico en el que surge #BlackLivesMatter, los cuerpos afroamericanos han sido históricamente negados como vidas o en dado caso como vidas prescindibles; tal como menciona Opal Tometi, una de las cofundadoras del movimiento: “una sociedad que ha ignorado sistemáticamente los cuerpos negros y los ha tratado como desechables desde que fueron secuestrados de África y esclavizados violentamente en todo el continente americano.”

En ese orden de ideas los cuerpos negros fueron precarios desde la trata esclavista, esclavizarlos fue la primera medida para deshumanizarlos y así convertirlos en vidas insignificantes, en vidas vacías. Tras la abolición de la esclavitud se diseñaron otro tipo de herramientas para seguir deshumanizando los cuerpos negros: la criminalización y el empobrecimiento de las comunidades afroamericanas son apenas un par de estos ejemplos. 

Entonces, hay muchas maneras de producir la precarización de una vida; sin embargo, #BlackLivesMatter se centra en dos problemas centrales, estos son la brutalidad policial y la desigualdad racial en el sistema de justicia penal estadounidense.

¿Qué sucede cuando me movilizo por dos puntos concretos y en realidad las vidas que intento visibilizar como inteligibles están siendo precarizadas y violentadas de otras maneras? ¿Si me movilizo en contra de los dispositivos de poder más visibles, no estaría naturalizando los dispositivos menos obvios?

¿Cómo comprender que el empobrecimiento de las comunidades afroamericanas y su falta de acceso a salud, educación, vivienda, son métodos mucho más sutiles de deshumanizarlas y que estos dispositivos, al igual que la persecución policial, las condenan a la precaridad?

Lo que busca visibilizar Black Lives Matter es que las vidas negras son vidas precarias y lo son no solamente en el sentido de vulnerabilidad constitutiva que atraviesa todas las vidas, sino que lo son diferencialmente (específicamente reconoce la vulnerabilidad de las comunidades negras respecto a ataques policiales y el racismo en el sistema penal). 

Cuando en realidad hay una serie de soportes que justamente hacen que una vida sea vivible y a partir de la repartición desigual de esos soportes (educación, salud, vivienda, entre otros) es que se minimiza o se maximiza esa precariedad [… no se trata de «la vida como tal», sino siempre y solo de las condiciones de vida, de la vida como algo que exige unas condiciones para llegar a ser una vida «vivible» y, sobre todo, para convertirse en digna de ser llorada.] (Butler, J., 2010, p.42).

Las comunidades afroamericanas carecen mayoritariamente de todos esos soportes que hacen de una vida vivible y es justamente esa carencia de soportes lo que maximiza su precaridad. 

Las vidas negras no son precarias per se. Pensar las vidas negras como vulnerables en sí mismas, además de ser esencialista, inhabilita la posibilidad de reducir esa precaridad y de pensar diferentes ejes de sujeción que atraviesan estas subjetividades y pueden maximixar esta precaridad (cuerpxs queer, cuerpxs gordxs, cuerpxs con diversidad funcional, etc). 

Los cuerpos negros no son desechables en sí mismos, son producidos a través de dispositivos de poder para que así sean: son cuerpos criminalizados, hipersexualizados, deshumanizados, empobrecidos, condenados a vivir al margen y así reducir su existencia a esas subjetividades incapaces de ser lloradas fuera de sus mismas comunidades y por su propia gente.

Es a través de esos soportes históricamente negados a los cuerpos negros que se puede reducir esa precaridad, es a través de la idea de que las vidas negras son producidas precarias y no lo son constitutivamente, que es posible actuar desde la vulnerabilidad y resistir. 

Un texto de Alejandra Pretel

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