El concepto de discapacidad, tal como lo entendemos hoy en día en la sociedad occidental o postcolonial, se ha construido en gran medida bajo un marco colonial que asocia las diferencias físicas y neurológicas con el déficit y la anormalidad. Sin embargo, antes de la colonización, muchas sociedades precoloniales, tanto en África como en América y el Pacífico, comprendían y valoraban a las personas con diferentes capacidades de manera integral y respetuosa, reconociendo su papel en la comunidad. A continuación, exploramos algunos ejemplos de cómo diferentes pueblos indígenas han percibido lo que hoy llamaríamos “discapacidades”.
1. Los Shona de Zimbabue
En la cultura Shona de Zimbabue, las personas con diferencias neurológicas o comportamientos atípicos a menudo eran vistas como personas con una conexión especial con el mundo espiritual. Los individuos que en la actualidad serían clasificados como autistas o con otros trastornos neurológicos eran respetados como sanadores espirituales o “n’angas” (curanderos tradicionales). Lejos de ser marginados, sus capacidades para percibir el mundo de una manera única eran valoradas como una conexión directa con la ancestralidad y lo sobrenatural. Así, estas personas no eran vistas como limitadas, sino como poseedoras de una sabiduría especial.
2. Los San del Sur de África
Los San, una comunidad cazadora-recolectora indígena de la región del Kalahari, practican una forma de inclusión profunda en sus estructuras comunitarias. La supervivencia de los San se basa en la colaboración, y las personas con diferencias físicas o neurológicas eran vistas como contribuyentes valiosas en la medida de sus capacidades. A las personas con discapacidades físicas, por ejemplo, les eran asignadas tareas que no requerían movilidad como el cuidado de las infancias, la confección de herramientas o la transmisión de conocimiento. La interdependencia era clave para los San, y en su cosmovisión, todos los miembros del grupo tenían un lugar significativo, independientemente de sus limitaciones físicas.
3. Los Lakota en América del Norte
Entre los Lakota, un pueblo indígena de las Grandes Llanuras de América del Norte, las personas con discapacidades físicas a menudo eran vistas a través de una lente espiritual y cultural. Los Lakota creían en el concepto de “poderes especiales” otorgados por los espíritus a personas que vivían con desafíos físicos. Por ejemplo, aquellos con discapacidades físicas que no podían participar en actividades tradicionales como la caza eran valorados como guardianes del conocimiento, responsables de transmitir la historia oral y las tradiciones espirituales a las personas más jóvenes. De este modo, su rol dentro de la comunidad no sólo era significativo, sino que estaba profundamente entrelazado con el tejido cultural.
4. Los Navajos y la conexión espiritual
En la tradición Navajo, las diferencias físicas o cognitivas no eran vistas como debilidades, sino como manifestaciones de la voluntad espiritual. Los Navajos creían que las personas con discapacidades físicas, como la parálisis, eran individuos tocados por el mundo espiritual, y se pensaba que llevaban consigo una forma única de sabiduría. A estas personas se les asignaban roles específicos en la comunidad, como el de mediadores o guías espirituales. Así, su discapacidad física era vista no como un obstáculo, sino como una puerta a una conexión más profunda con las fuerzas cósmicas.
5. Los maoríes de Nueva Zelanda
En la cultura maorí de Nueva Zelanda, la idea de discapacidad está profundamente ligada al concepto de “whakapapa”, o genealogía. Los maoríes creen que todos los aspectos de una persona, incluidas sus capacidades físicas y cognitivas, están entrelazados con su linaje y las historias de sus ancestros. El término “takiwātanga” es la palabra maorí para autismo y se traduce como “en su propio tiempo y espacio”, una frase que refleja una profunda aceptación de la diversidad neurológica. En lugar de ver el autismo como un trastorno, se le considera una forma diferente, pero igualmente válida, de ser en el mundo. La comunidad maorí se enfoca en crear un entorno en el que las personas puedan florecer de acuerdo con su propia naturaleza, respetando las diferencias individuales como parte de la diversidad que enriquece a la tribu.
6. Los quechuas y aymaras de los Andes
Los pueblos quechuas y aymaras de los Andes también brindan un ejemplo fascinante de cómo las sociedades precoloniales valoraban la diversidad de capacidades. En estas comunidades agrícolas, las personas con discapacidades físicas o neurológicas no eran apartadas ni excluidas, sino que se integraban en las labores diarias de acuerdo con sus habilidades. Por ejemplo, una persona con movilidad reducida podía desempeñar roles clave en la transmisión de conocimientos tradicionales o en la toma de decisiones comunitarias. La discapacidad no era vista como una limitación, sino como una característica más que podía ser acomodada dentro de la vida social y productiva de la comunidad.
Reflexión final: Aprender de la sabiduría ancestral
Descolonizar nuestra comprensión de la neurodiversidad implica romper con las visiones deficitarias impuestas por los marcos coloniales. Las sociedades precoloniales nos ofrecen ejemplos poderosos de cómo podemos abrazar las diferencias físicas y neurológicas como parte del tejido de nuestras comunidades. Los pueblos indígenas de África, América y el Pacífico nos recuerdan que la diversidad en las capacidades no es algo que deba ser “corregido”, sino valorado y respetado.
La integración, interdependencia y respeto por las personas con diversas capacidades eran principios fundamentales en muchas culturas precoloniales. Estos enfoques nos invitan a reconsiderar nuestras nociones modernas de discapacidad y a buscar maneras de construir sociedades más inclusivas, donde cada persona pueda vivir y contribuir de acuerdo con su propio tiempo y espacio. Este artículo abre la puerta a un diálogo más amplio sobre la descolonización de las condiciones de las personas neuro diversas o con movilidad reducida ¿Qué otras culturas podríamos explorar en este viaje hacia una mayor inclusión y comprensión?
Una reflexión de Jackson Jean