Está claro que las consecuencias del colonialismo imperan hasta día de hoy en nuestras conocidas sociedades actuales.
La crítica de determinados ensayistas y escritores al eurocentrismo, y al universalismo abstracto del pensamiento occidentalista, nos lleva a cuestionarnos el reduccionismo de clase, junto con su ceguera ante los procesos de racialización, y la propuesta y apuesta del hombre blanco europeo por un universalismo como alternativa descolonizadora, basado en una falsa misión civilizadora. Todo esto ha sido, a lo largo de los procesos históricos, fuente de inspiración de otros grandes movimientos de liberación nacional africana.
La evolución del mundo colonial puso de relieve una realidad azorante, mientras que las personas africanas y racializadas tomaban cada vez más conciencia de la injusticia inherente a la marginación y a las relaciones establecidas.
A lo que queremos aludir es que el discurso de la modernidad eurocentrada ha articulado en el ámbito político y filosófico la relación entre lo universal y lo particular, y sus consecuencias para pensar utopías alternativas otras al presente sistema que ha traído consigo otras fatales consecuencias.
La hegemonía de los paradigmas eurocéntricos ha sido constitutiva de la filosofía occidental y las ciencias en el sistema europeo colonial, capitalista y patriarcal.
La epistemología eurocéntrica asume un punto de vista universalista, que siempre habla desde una localización particular en las relaciones de poder y que carece de neutralidad y objetividad.
El filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez (2003) ha llamado la epistemología que caracteriza a las filosofías eurocéntricas como ‘‘el «punto cero» que es el punto de vista que esconde y encubre su propio punto de vista particular como si estuviera más allá de todo punto de vista, es decir, el punto de vista que se representa a sí mismo como no teniendo ningún punto de vista’’.
El asunto aquí no es una cuestión de valores sociales en la producción de conocimientos o el hecho de que nuestros conocimientos son siempre parciales, porque el punto central de las perspectivas epistémicas nos ofrece la posibilidad de corregir y redefinir los límites de la producción de conocimientos que produce la mirada eurocentrada, que es a lo que queremos y necesitamos llegar.
¿No os suscita interés que en la filosofía y las ciencias occidentales, el sujeto que habla siempre queda escondido, y borrado del análisis? Esto es debido a que la localización étnica, sexual, racial, de clase o de género del sujeto que enuncia está siempre desconectada de la producción de conocimientos.
Estos hechos han permitido, históricamente, al hombre occidental representar su conocimiento como el único capaz de adquirir conciencia universal y de descartar los conocimientos no occidentales como particularistas. Estos discursos forman parte de los desafíos globales imperiales que se rearticulan con la simultánea producción y reproducción de la división internacional del trabajo existente entre centros y periferias, que se superpone de manera compleja y enredada a la jerarquía etnorracial global existente entre europeos y no europeos.
Por este motivo, la localización otra en la diferencia colonial, nos enseña a contribuir a una perspectiva crítica descolonizadora del conocimiento, a una corrección de la tradicional manera en la que entendemos el sistema del mundo.
Hemos de descolonizar la mirada eurocentrista y tomar en serio el pensamiento crítico anticapitalista producido desde la periferia no europea. Porque por medio del encubrimiento de la localización particular del sujeto, fue posible que la expansión y la dominación colonial europea/norteamericana construyese una jerarquía de conocimientos superiores versus conocimientos inferiores y, por lo tanto, de seres superiores versus seres inferiores en el mundo.
Hemos de ser capaces de generar un cambio en la geografía de la razón que contribuye a producir no un nuevo conocimiento dentro de la genealogía temporal del pensamiento occidental, sino un otro conocimiento pensado y contemplado desde un otro espacio y cuerpo en la configuración de poder mundial, para una corrección a la mirada limitada que el eurocentrismo produce del mundo.
Una reflexión de Abigael Maziza