Es común en nuestros días ver en las películas sáficas la pareja de la mujer blanca y la mujer negra, casi siempre de piel clara. También se ven muchas relaciones entre personas negras y blancas de géneros marginalizados en la vida real. Sin embargo, poco se ha hablado de las dinámicas de poder entre estas.
Muchas autoras han abordado el tema de las relaciones sexoafectivas entre mujeres negras y mujeres blancas, particularmente desde la perspectiva de que, al romper con el mandato de la heterosexualidad obligatoria, se da espacio para amarse de una forma casi revolucionaria.
En este artículo se observará que la heterosexualidad obligatoria está codificada también racialmente y cómo las dinámicas de racialización alteran el género, de tal forma que pudiésemos decir que las relaciones sáficas interraciales siguen siendo relaciones de apropiación de cuerpos y, por lo tanto, adyacentes a la heterosexualidad.
A lo largo de este artículo me estaré refiriendo al safismo no solo como relaciones entre mujeres, sino relaciones entre personas de diversos géneros que experimentan la misoginia. La categoría de mujer tiene sus límites, sobre todo cuando se habla de personas negras, más aún cuando sus expresiones sexuales son divergentes.
El proceso de sexaje, aquel que describe la apropiación privada y colectiva de la clase de las mujeres por la clase de los hombres, justificada por la idea del sexo natural, es diferente cuando se trata sobre personas negras. Debe entenderse como una imposición colonial que divide dimórficamente a la gente negra en machos y hembras, pues el género es solamente aplicado a los seres humanos y la humanidad no es dada a las personas negras.
De hecho, la mujereidad solo fue ofrecida a las personas negras para efectos de la heterosexualidad. Para escapar de las acusaciones de bestialidad (puesto que las personas negras eran vistas como animales), los hombres blancos le extendieron una feminidad a las mujeres negras que era la promesa de su humanidad y a la misma vez lo que la imposibilitaba.
Es decir, las mujeres negras solo son mujeres a medida que son violadas por hombres blancos. Las ideas de sexos opuestos que se complementan donde uno se apropia del trabajo del otro tampoco estuvieron presentes hasta ese entonces, donde se le otorgó un poder a lo que ahora llamaríamos hombres negros sobre los demás géneros dentro de su propia raza.
El hombre negro debía representar al amo dentro de la casa y cabe destacar que el amo podía ser de cualquier género, no solo hombre. También la heterosexualidad es introducida a los pueblos negros como imposición para que las personas negras afectadas por la misoginoir reprodujeran el sistema esclavista por medio no solo de la gestación, pues sería esencialista y borraría la realidad de las personas afectadas por la transmisoginoir, sino de los cuidados y la crianza de niñxs que debían llevar a cabo.
Si el sexaje es la apropiación individual y colectiva de los cuerpos de aquellas denominadas mujeres, en el caso de las personas afectadas por la misoginoir (aquella mezcla de misoginia y antinegritud que afecta a las personas negras de géneros marginalizados) tenemos que sus cuerpos son apropiados para el trabajo tanto por los hombres como por las personas blancas de todos los géneros. Incluso la apropiación es a menudo de naturaleza sexual, puesto que las mujeres blancas participaban en los rituales de violación de las personas negras y además eran ellas quienes a menudo demandaban que el hombre blanco violara a las personas esclavizadas gestantes para que luego cuidaran de lxs hijxs de las blancas y les lactaran.
Además, depositaban la carga del trabajo doméstico demandado por el régimen heterosexual sobre las personas negras. Es decir, transferían la apropiación privada de sus cuerpos por parte del padre o el marido a las personas negras, sobre todo aquellas marginalizadas de género. Por medio de la esclavitud, las mujeres blancas escapaban su condición de mujer.
Esto puede ser evidenciado porque a menudo eran los hombres blancos quienes buscaban casarse con mujeres blancas pudientes que tuvieran muchas personas esclavizadas y eran ellas quienes tenían el poder en la relación. Esto aplica también al resto de las personas blancas marginalizadas de género. Pueden utilizar la blanquitud para escapar su género, al menos cuando se trata de relaciones con personas negras.
Hoy en día se mantienen estas relaciones por medio de la antinegritud que permea nuestra sociedad. Las personas negras marginalizadas de género son empujadas al trabajo doméstico donde satisfacen las necesidades de las personas blancas, quienes logran escaparse de su apropiación depositándola sobre personas negras afectadas por la misoginoir.
La heterosexualidad es el régimen político que se encarga de la apropiación y sumisión de las “mujeres” o personas afectadas por la misoginia, justificada por la idea de “los sexos”, que es naturalizada. Es decir, se toma como un dato natural y biológico el que existen unas diferencias fundamentales entre los cuerpos que tienen implicaciones ontológicas.
Por esta misma línea de pensamiento tenemos que esas diferencias físicas significan que hay tal cosa como el sexo y que los sexos se complementan entre sí para seguir reproduciendo la especie. Esta idea, por supuesto, es esencialista y cis-sexista. El deber de quienes son afectadxs por la misoginia es reproducir la sociedad heterosexual, más allá de la reproducción sexual. Son asignadxs al espacio de cuidados de hijxs y trabajo doméstico, del cual se apropian los hombres.
Si es así, podemos concluir que las relaciones entre mujeres blancas y mujeres negras son al menos adyecentes a la heterosxualidad, pues tenemos un cuerpo en cautividad que es desgenerizado y apropiado tanto por hombres como personas blancas de todos los géneros y un cuerpo que logra escapar de su apropiación por medio de la antinegritud, que, por tanto, no son del mismo género.
El trabajo de las personas negras marginalizadas de género es apropiado por las personas blancas de todos los géneros de la misma forma en que es apropiado por los hombres. A su misma vez, esperan que los cuerpos de las personas negras marginalizadas de género estén siempre a su disponibilidad, legado que viene de la esclavitud y se justifica por medio de la hipersexualización de las personas negras.
Con esto no quiero decir que las relaciones sáficas interraciales no sean amenazadas por la violencia de la heterosexualidad obligatoria. No obstante, recrean las dinámicas de la heterosexualidad en aspectos ideológicos y materiales. También se nos enseña desde pequeñxs a amar a lxs blancxs y a estar a su servicio y también hay consecuencias cuando se rehúsa a hacerlo de la misma manera que se espera de nosotres que amemos a los hombres y que esto sirva de combustible para servirles y hay consecuencias si esto no se lleva a cabo.
A pesar de que en relaciones lésbicas lo que siempre se mira como hetero-normativo son las relaciones entre lesbianas masculinas y lesbianas femeninas, a mí me parece que lo que más hetero-normativo es son las relaciones entre blancxs y negrxs, donde hay una presión por parte de la sociedad de estar con personas blancas para “mejorar la raza” (aquí de nuevo la expectativa de la reproducción social de la sociedad no solo heterosexual sino blanca) y, sobre todo, para apelar a la feminidad blanca, que logra blanquear las relaciones lésbicas por medio de los ideales de la inocencia y fragilidad blanca.
Esto me lleva a pensar en aquellas mujeres que deciden escapar de la clase de mujeres por medio del lesbianismo, pues al no existir para amar y servir a los hombres, ya no son mujeres, sino lesbianas. Hubo un movimiento grande de lesbianismo político cuya manifestación fue principalmente blanca y transmisógina que todavía existe.
Pero, ¿qué hay de las personas negras que se ven sometidas en relaciones adyacentes a la heterosexualidad como las que hemos discutido? Y, ¿qué de las mujeres trans negras que en el mundo lésbico se encuentran con la cruel transmisoginoir que no permite que sean vistas como seres humanas, sino como seres monstruosas y engañosas?
En este caso, la relación reafirma su posición de subyugación en vez de escapar de ella como creen tan fácil hacerlo las mujeres blancas. Las relaciones lésbicas no siempre son el terreno igual que las lesbianas blancas quieren pintar que es.
También creo propio hablar sobre cómo las lesbianas no-negras han robado la cultura lésbica negra por décadas. Un buen ejemplo de esto es con el uso de la palabra «dyke«. Sus orígenes se encuentran en la cultura afroestadounidense y el primer registro de la palabra es en textos del Harlem Renaissance.
En un principio se utilizaba para referirse a una lesbiana negra masculina y fue reclamado por las lesbianas negras. Sin embargo, hoy en día se ven discusiones en las redes sociales, sobre todo Twitter, porque en algún punto las lesbianas no-negras acapararon la palabra para referirse a sí mismas y así afirmar su identidad como lesbianas.
Esto nos debe llevar a cuestionarnos por qué las lesbianas no-negras necesitan robar de la lesbiandad negra para sentirse afirmadas. Esto se trata de que no nos ven propiamente como seres humanos, sino como recipientes vacíos por medio de los cuales pueden realizarse. Así mismo entras a TikTok y ves que los hashtags de lesbianas están repletos de lesbianas no-negras copiando cosas de la cultura negra, como el inglés afroestadounidense, las uñas acrílicas largas, las cadenas y la moda asociada a la lesbiandad negra. Incluso han infiltrado nuestros hashtags como el de #studs, que son las lesbianas masculinas negras.
Entras al hashtag y te salen cientos de videos de lesbianas no-negras copiando a lxs studs, y siempre de maneras agresivas y misóginas, porque así nos ven a nosotrxs; como misóginxs y violentxs. Y así lo señalan cuando criticamos estas conductas, rápido tiran a compararnos con los hombres mientras que utilizan nuestra imagen para asemejarse a ellos porque la masculinidad que proyectan en nosotrxs es una que nos hace el chivo expiatorio de los hombres, pero jamás respeta nuestra autonomía de género.
Continuando con la conversación sobre relaciones entre lesbianas en línea, me parece importante señalar que muchas lesbianas no-negras han cooptado teoría y vivencias en referencia a la antinegritud para hablar de la violencia lesbofóbica. Han intentado ganar proximidad a la negritud como base del resto de las opresiones por medio del discurso sobre la lesbofobia, lo cual es violento e invisibiliza las vivencias de las personas negras.
Esto se ha visto muchas veces en la utilización del término «no-lesbianas», una forma de reflejar el término «no-negres» que se utiliza para resaltar y hablar propiamente de la antinegritud como violencia.
No es secreto para las personas negras marginalizadas de género que las personas blancas de todos los géneros se aprovechan de nosotres y nos maltratan en sus relaciones con nosotres. Somos explotades por motivos de raza y se deposita el peso del trabajo no pagado sobre nosotres.
Es imperativo, entonces, comenzar a reconocer la realidad de las dinámicas de poder en relaciones sáficas interraciales y cómo, a pesar de parecer retar a la heterosexualidad, realmente es adyacente a ella para poder despertar a muchas personas en relaciones interraciales a las violencias que pueden estar viviendo. Este artículo no pretende ser un ensayo profesional y, por lo tanto, hay cosas que faltan por elaborar, pero esto puede servir como un comienzo.
REFERENCIAS:
- Tinsley, Omise’eke Natasha. Thiefing Sugar: Eroticism Between Women in Caribbean Literature.
- Davis, Angela. Women, Race and Class.
- Jones-Rogers, Stephanie E. They Were Her Property: White Women as Slave Owners in the American South.
- Bates, Gloria. Dyke: A Fracture in the Lesbian Community.
Una reflexión de Jamaal Escarment Chaulette