El clon de Tyrone: un vistazo a cómo opera el racismo desde de la ciencia ficción

Si lo que buscas es una película con un Jamie Foxx hilarante en una trama ligerita, te recomiendo Valentine’s Day o Horrible Bosses. Si, por el contrario, prefieres dos maravillosas horas de ciencia ficción con tintes de comedia y una crítica social tremendamente antirracista, They Cloned Tyrone (traducida al español como El Clon de Tyrone) superará todas tus expectativas.

Antes que nada, es necesario aclarar que en esta reseña habrá algún que otro spoiler. Así que si por alguna razón todavía no has tenido el placer de verla, te animo a que vayas a hacerlo y luego vuelvas a leer este artículo, porque te voy a hablar de todos los mensajes, simbolismos y curiosidades sobre esta producción dirigida por Juel Taylor y Tony Rettenmaier.

En caso de que tras esta introducción, sigas en duda, te dejo el trailer por aquí para que termines de convencerte.

Ambientada en los años 90, este film nos sumerge en una historia con tres personajes principales brillantes: un camello (Fontaine), una trabajadora sexual (Yo-Yo) y un proxeneta (Slick Rick), quienes encuentran un laboratorio secreto que les lleva a descubrir una conspiración del Gobierno, basada en el control mental de las comunidades y barrios afro de EEUU.

A través de numerosas referencias a la cultura pop afro y un guión ridículamente extraordinario, que atemoriza y divierte a partes iguales, la película trata varias cuestiones sociales que están más próximas a la realidad que a la ciencia ficción

El racismo institucional

Todo comienza en la corner shop (la alimentación, el bazar, la tiendita de la esquina del barrio, o el colmado de toda la vida), una ubicación clave que provee durante las 24h del día todos los productos que Fontaine (interpretado por John Boyega), necesita para mantener su círculo vicioso de adicciones y trapicheos.

Para cualquier persona de barrio, mucho más si es un hood de Nueva York, es una escena más que común. No se deja ningún elemento fuera: la persona sin hogar que pide delante del establecimiento, la rutina de alcohol, drogas y violencia del camello del barrio, les niñes que ven en el vecino buscavidas su modelo a seguir por la ausencia de una figura paterna, o la convivencia con la actividad de las trabajadoras sexuales en zonas concretas.

Si lo analizamos con detalle, este es el vivo reflejo de cómo opera el racismo institucional, relegando a la comunidad negra y afrodescendiente a los márgenes. Desde las instituciones, las personas con posiciones de poder toman parte activa en las decisiones que propician el empobrecimiento de nuestros barrios y comunidades, perpetuando sus condiciones precarias o en la otra cara de la moneda, haciendo de nuestro lugar seguro su nueva zona de moda.

La gentrificación es uno de los motivos que, como aprendemos con la aparición de los responsables de toda la trama de clonación, se utiliza  como excusa para llevar a cabo todo esta serie de pruebas y experimentos sobre la población de Clen, un barrio ficticio ubicado realmente en Coney Island –según una teoría de Old World Overview sobre la tercera escena en la que Fontaine y Yo-Yo van a buscar a Frog, el homeless de la corner store, para conseguir respuestas y dar con el paradero de Slick Rick, explicado y detalladísimo en este vídeo–.

En la misma línea fantástica de la trama, pasamos de un racismo institucional “sutil”, presente en lo legislativo y poco evidente para la gran mayoría, a toda una conspiración de dinámicas de poder, control mental e intereses genéticamente perversos, que pretenden acabar con la raza negra y hacer de la supremacía blanca una realidad corpórea, fenotípica, anatómica, que nos borra totalmente del mapa.

Obviamente, todo está contado desde una perspectiva totalmente gringocéntrica, en la que “América” es sinónimo de “Estados Unidos” y la gran preocupación, es que esta práctica se extiende por -únicamente- todo su territorio. Por ello, las críticas al racismo institucional están contextualizadas también en este país.

De esta manera, se trata la explícita violencia policial hacia las personas afroestadounidenses con la traumática muerte del hermano pequeño del protagonista, las tendencias alimenticias y de entretenimiento (o adoctrinamiento) de las comunidades afro en Estados Unidos y la gran problemática de las constantes desapariciones de niñas y adolescentes negras que acaban cerrándose como casos sin resolver.

El estereotipo del hombre negro criminal

El personaje de Fontaine, el protagonista de todo este enredo, representa todos los clichés que se atribuyen al hombre negro en la sociedad actual. Impetuoso, despierto, agresivo, desalmado, irreverente. Un hombre con poca humanidad que hace lo que tiene que hacer para mantenerse con vida (lo que llaman hustler en inglés), sin empatía ni sensibilidad hacia las personas que se tiene que llevar por delante para conseguirlo.

Vive al día, come y bebe lo mismo todos los días, repite las mismas acciones, mantiene los mismos diálogos. Nos presentan a un hombre negro empobrecido, seducido por la mala vida, cuyo trabajo es trapichear con drogas y reclamar su esquina cuando la banda rival se atreve a pisarla. No se replantea su existencia ni sus hábitos hasta que dan con toda la conspiración que centraliza la trama de la película.

Su único punto débil resulta ser también su motivación: la pérdida de su hermano y el bienestar de lo que cree, como clon, que es su madre. El resto del tiempo es un tipo duro que entrena con los amigos en el barrio, fuma marihuana a diario y busca su fortuna en rascas de la suerte que nunca, nunca, le tocan.

El pequeño Junebag, un niño de su vecindario del que cuida como si fuera de su propia familia, nos muestra una realidad de lo más escalofriante. Las infancias y juventudes afro de los barrios marginales de EEUU admiran esta figura de gángster, queriendo introducirse en ese peligroso mundo a edades tempranísimas, cuando todavía siguen viendo Bob Esponja al llegar a casa tras un largo día de cole.

La idea de la mujer negra fuerte

Tras el personaje de Yo-Yo, encontramos la figura de una mujer negra más valiente e inquieta que fuerte y agresiva. Teyonah Parris encarna el intrépido personaje de una trabajadora sexual empoderada, cuyo objetivo es ahorrar lo suficiente para volver a la universidad y retomar el camino de su carrera profesional como periodista de investigación.

Frecuentemente, la protagonista femenina es la mediadora, la luz que guía en la oscuridad, la que interviene en las disputas que los demás personajes masculinos llegan a tener durante el desarrollo del film, revelando su masculinidad tóxica en la mayoría de ocasiones.

Por otro lado, a través de la escena en la que descubren la contaminación de los productos de alisado de pelo afro, con ingredientes que hacen más dóciles a las mujeres negras que los utilizan (consiguiendo así aminorar la importancia de la misoginia, el racismo y la precariedad, haciendo que básicamente se olviden de ello), denuncian claramente los efectos adversos que recientemente se ha demostrado que tienen estos químicos en nuestra salud.

La relación entre los alisadores químicos para cabellos afro y la predisposición a desarrollar un cáncer

De acuerdo con uno de los estudios recientes del grupo de investigación Black Women’s Health Study de la Universidad de Boston:

«El uso prolongado de alisadores químicos para el cabello por parte de mujeres negras posmenopáusicas se asoció con un mayor riesgo de cáncer de útero. En comparación con las mujeres que nunca o rara vez usaban alisadores para el cabello, aquellas que informaron usarlos más de dos veces al año o durante más de cinco años tenían un riesgo mayor de 50% de cáncer de útero».

Según explica Kimberly Bertrand, profesora de medicina en la Universidad Chobanian & Avedisian de Boston, el informe expone que el uso moderado e intenso de alisadores químicos para el cabello puede estar asociado con un mayor riesgo de cáncer de útero entre las mujeres negras posmenopáusicas

«En comparación con las mujeres blancas no hispanas, las mujeres negras tienen tasas más altas de subtipos agresivos de cáncer de útero y tienen casi el doble de probabilidades de morir a causa de su enfermedad»

En definitiva, el estudio revela que las mujeres que hacen un uso habitual de estos productos (más de cuatro veces al año) tienen más del doble de posibilidades de sufrir cáncer de útero respecto a aquellas que no los utilizan.

Por lo que, aunque en todo este entorno ficcionado no tenga sentido que un producto de “belleza” tenga un efecto apaciguador en nosotras, la realidad es que los productos alisadores de cabello afro y rizado son verdaderamente peligrosos para nuestra salud. Son cancerígenos.

El poder persuasivo de la publicidad

Es bien sabido que la publicidad tiene un impacto crucial en nuestras vidas, en la manera en que consumimos y en cómo nos comportamos. Y en El Clon de Tyrone, juega también un papel de gran relevancia durante todo el desarrollo la trama del control mental.

Desde los mensajes subliminales en los anuncios de Got Damn! Fried Chicken (la cadena de restaurantes de pollo frito que frecuentan en el barrio) que se ve constantemente en sus televisores, hasta los eslóganes de los productos de cuidado capilar que utilizan y venden en los salones o peluquerías afro. Cada elemento cultural o de la vida cotidiana de los personajes de esta película está manipulado por el Gobierno para obtener ciertos resultados.

Ni siquiera la música que consumen se salva. Cuando se adentran en el laboratorio ven de cerca cada uno de los experimentos que estaban llevando a cabo: mujeres negras forzadas a ver imágenes que refuerzan los cánones de belleza europeos al más puro estilo Get Out, hombres negros expuestos a diferentes canciones con ritmos y letras que juegan con su subconsciente, o cabellos afro siendo testados con productos modificados para controlar emociones.

Las referencias a la cultura afroestadounidense

Hay varias referencias visuales, musicales y culturales a lo largo de las dos horas de película. Por ejemplo, Anaconda Black Liquor, la bebida de malta que consume el protagonista, está directamente relacionada con el film Black Dynamite (2009).

El sobreconsumo de pollo frito de la cadena rápida de turno, la presencia de la Iglesia como templo de las respuestas para las situaciones complicadas (por regla general derivadas del racismo institucional que sufren), o la tendencia de la gente de barrio a consumir ciertos estilos musicales.

DJ Strangelove comparte, además del nombre, bastantes similitudes con el protagonista de Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964). Igual que el doctor, este DJ utiliza su posición de poder para tomar decisiones negativas para la población o en este caso, controlar a través de las canciones que pincha cómo actúan, qué consumen e incluso,cómo deben bailar las personas que están en la discoteca.

Justo después de la escena en la que les hipnotizan con el tema Round and Round que les obliga a bailar en círculos, les protagonistas viven un momento apocalipsis zombie en el que Slick Rick menciona cómo de repente se ha convertido todo en el videoclip de Thriller, algo más turbulento sin duda.

Y, personalmente, uno de mis momentos favoritos ocurre en uno de los ascensores malroyeros que les lleva al laboratorio de clonación ubicado en el subsuelo del barrio; cuando en una de las situaciones más tensas de la película deciden versionar I’m going down de la grandísima Mary J. Blige.

‘’La asimilación es mejor que la aniquilación’’

Esta afirmación la pronuncia el Fontaine original, cuya identidad se desvela al final de una de las mejores escenas de todas: el momento en el que el barrio se une y toma control sobre la situación.

Vemos una comunidad unida al más puro estilo The Underground Railroad, que a través de acciones que quienes vigilan consideran cotidianas, consiguieron difundir un mensaje de liberación que les llevó a destapar esta conspiración que les sometía.

También marca la fina línea que hay entre la asimilación cultural y todas las dinámicas racistas que nos atraviesan a diario. Porque, ¿hasta qué punto tenemos potestad en las decisiones que estamos tomando para, literalmente, sobrevivir? 

Somos la víctima perfecta para la violencia policial, el sujeto paciente de todas las leyes racistas, los cuerpos que aguantan toda esa violencia física, emocional, cosmética, laboral, cultural, institucional, social, económica y estructural, que históricamente nos ha subyugado a la opresión sistemática.

De esta manera y a lo largo de nuestra historia, sobre todo por la parte que le ha tocado a la diáspora, hemos tenido que adoptar un proceso forzado de asimilación de costumbres y cánones estilísticos que nos son totalmente ajenos.

En el momento en el que se explica el objetivo de todo este entramado gubernamental, comenzamos a entender que, igual que con las luchas individuales que tenemos con el racismo institucional, esto es sólo una batalla ganada, pero la guerra continúa. No es suficiente con mejorar un barrio marginalizado, el problema está mucho más extendido y generalizado. Es un problema estructural, sistémico; y la única manera de acabar con él es concienciar a todes sobre los efectos tan perjudiciales que tiene para la sociedad a nivel mundial.

Un artículo de Ana Bueriberi

Comparte este articulo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *