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El racismo en la hipersexualización del “perreo” o el “twerk” frente a la visión espiritual africana

En un mundo donde la danza es tanto una forma de expresión artística como un reflejo de la identidad cultural, ciertos bailes son celebrados mientras que otros son condenados. El perreo y el twerk, dos estilos de baile con raíces africanas, han sido sistemáticamente hipersexualizados en el imaginario colectivo. Sin embargo, esta percepción no es casualidad: responde a una larga tradición racista que ha deshumanizado y exotizado los cuerpos negros desde la colonización.

Jules Ferry, arquitecto de la expansión colonial francesa, dejó claro cómo se percibían las poblaciones africanas en su época. En su discurso ante la Cámara de Diputados en 1885, justificó la colonización diciendo que “las razas superiores tienen un derecho sobre las razas inferiores”, perpetuando así la idea de que los pueblos africanos eran incivilizados. Esta mentalidad no solo se tradujo en la explotación de sus tierras y cuerpos, sino también en la distorsión de sus expresiones culturales.

El perreo y el twerk han sido reducidos a simples movimientos sensuales, pero en realidad son herederos de una tradición africana tradicional donde el movimiento de las caderas simboliza la fertilidad, la conexión con la ancestralidad y el equilibrio con el universo.

Perreo y twerk: un puente con la espiritualidad africana

En el continente africano, las danzas que implican movimientos de cadera y pelvis tienen una función mucho más profunda que la simple diversión. En países como Costa de Marfil, el mapouka es un baile tradicional donde los bailarines mueven las caderas en un ritmo constante y enérgico. Este baile, que fue censurado en los años 90 en la televisión marfileña por considerarse indecente, en realidad forma parte de los rituales de fertilidad y celebración.

En el vudú haitiano, las danzas rituales incluyen movimientos de cadera que no son simplemente “sexuales”, sino que forman parte de un diálogo espiritual con los los espíritus. Durante las ceremonias, quienes lo practican pueden entrar en trance mientras realizan estos movimientos, en un proceso que simboliza la comunicación con el mundo espiritual.

Otro ejemplo es el gwoka de Guadalupe, un estilo de danza que combina tambores y movimientos rítmicos de cadera, utilizado históricamente como un medio de resistencia cultural contra la esclavitud. En Angola, el kizomba, que se baila en pareja con movimientos fluidos y sensuales de cadera, también proviene de estas tradiciones africanas que enfatizan la conexión entre los cuerpos como un acto de expresión y comunidad.

El historiador guadalupeño Nioussérê Kalala Omotunde, experto en la historia africana, explicó en una de sus conferencias que la interpretación de estos bailes cambia según la perspectiva desde la que se analicen. Según él, en la visión espiritual africana el movimiento de las caderas no es algo vulgar, sino una celebración del nacimiento de la vida, en conexión con la rotación de los planetas y el universo.

De África al Caribe y Estados Unidos: el legado en el perreo y el twerk

El twerk, popularizado en la cultura afroestadounidense, tiene sus raíces en los bailes africanos traídos por los esclavizados al continente americano. En Nueva Orleans, el ‘bounce music’ de los años 90 incorporó estos movimientos, que luego se viralizaron a nivel mundial gracias a la industria del entretenimiento. Pero, ¿por qué cuando son las mujeres negras quienes lo practican es visto como algo vulgar, mientras que cuando es apropiado por artistas blancas se convierte en una moda?

El perreo, característico del reggaetón, también proviene de este linaje de bailes africanos. En Puerto Rico y Panamá, donde el reggaetón tomó fuerza, la influencia de la música y las danzas africanas es innegable. La base rítmica del reggaetón, el dembow, viene directamente del dancehall jamaicano, que a su vez se inspira en los tambores africanos.

El zouk y el kompa haitiano, con sus movimientos sensuales y circulares de cadera, también forman parte de esta herencia. Sin embargo, mientras bailes como el tango (apropiado por los blancos) o el vals, que implican contacto cercano entre los cuerpos, son vistos como elegantes, el perreo y el twerk son estigmatizados. Esta doble vara de medir responde a la mirada colonial que sigue condicionando nuestra percepción de lo negro.

¿Hipersexualización o resistencia cultural?

El problema no es el perreo ni el twerk, sino la mirada con la que se los juzga. La hipersexualización de estos bailes es un reflejo de cómo el cuerpo negro ha sido históricamente despojado de su humanidad y reducido a un objeto de deseo. Sin embargo, cuando entendemos su origen y significado, queda claro que son expresiones de identidad, resistencia y conexión con un legado ancestral.

Bailar no es un acto de provocación, sino de afirmación. Reconocer el perreo y el twerk como parte de la herencia africana es también una forma de descolonizar nuestra manera de entender el arte, el cuerpo y la historia.

Una reflexión de Jackson Jean

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