Recuerdo cuando la portada de la producción televisiva salía en las propagandas del canal Caracol Televisión, recuerdo que una tía por la noche me dijo: “Me voy, que va a empezar la Esclava Blanca, y hoy Victoria – la mujer blanca- libera a las personas negras esclavizadas”. Todavía recuerdo que en las pocas veces que me sentaba a ver la pantalla, salía la portada, los avances, la corrida de la historia que nunca vi en el 2016, que vi ahora y que me lleva a preguntar, si existió alguna vez una “esclava” blanca, que si había llegado al mundo siendo “esclava” por naturaleza o estaba siendo esclavizada, y por qué era blanca. Y si ustedes – quienes vieron la novela – se tragaron el cuento de una “esclava” blanca que nació entre el mar y la arena.
En Netflix la telenovela tiene 62 capítulos y se sitúa en Colombia, en la ciudad de Santa Marta, durante la época de la esclavitud en esas tierras calientes durante los años 1821 y 1844. Y entonces, entre imagen e imagen te representan a las personas africanas esclavizadas, traídas en barcos a las Américas, Abya Yala, te hablan de la ley de vientres, de la mano de obra esclavizada, de los días largos bajo el sol eterno en las algodoneras, de les ancestres, de los castigos sangrientos y sin piedad y de la vida aburrida y pretenciosa de los hacendados blancos. Te dramatizan escena por escena los anhelos permanentes de la libertad que se hace posible en el cimarronaje, en los palenques, y en un montón de sangre derramada. Te hablan de Elegua, de justicias e injusticias, te recuerdan los saberes ancestrales, y te traen en repetidas veces la frase de Angela Davis, cuando dijo “La violencia era una parte integral de la esclavitud, la dominación sexual se reforzaba; el amo de las personas esclavizadas también era el amo sexual”. Pero es al inicio, desde el primer capítulo, cuando comienzas a llenarte de dudas y te incomoda lo que ves, lo que escuchas, y luego, todo lo que viene siendo la trama de la historia, porque aunque sus lineas narrativas corresponden a lo que fue el proceso de la abolición de la esclavitud en Colombia, el relato se reduce a contar la vida de una mujer blanca, que más adelante es representada como la encargada de liderar los adelantos abolicionistas de la esclavitud, de una libertad que fue lograda históricamente por las personas africanas esclavizadas que se liberaron del dominio de la corona esclavista por medio del cimarronaje.
La titularidad de la producción “La Esclava Blanca”, pareciera que lo único que tiene de real y que además está mal dicho, es la palabra esclava. Nuestres antepasades africanes no nacieron una noche o un día siendo esclaves por naturaleza, no caminaban por la tierra húmeda y seca cargando en sus espaldas la condición de esclaves, y no rompieron el camino hacia el nacimiento para servir eternamente a las personas blancas. Sus cuerpos eran libres y sus almas abrazaban la libertad de tenerse unes a otres entre sus pueblos y territorios africanos. Fue la superioridad, el error de los barcos que llegaban con la cruz de Cristo enterrada al frente con los cuerpos blancos y vestidos, fue la incapacidad de no aceptar esa diversidad, sino de jerarquizarla, de negar toda condición humana y fenotípica que no viniera de la piel blanca. Fue la ocupación, el saqueo, sus intereses políticos y económicos, la necesidad arbitraria de poseer y ejercer poder mediante la subordinación de otres inventando la raza, clasificando a los cuerpos y jerarquizando racialmente al mundo y así, hicieron de su “civilización” la más triste, la más opresiva y horrorosa barbarie. Y no, nuestres ancestres no nacieron siendo esclaves, fue el invento del colonialismo, fue el secuestro de africanes a América, fue la ocupación de Occidente que está acostumbrado a vivir sobre la costilla de les otres, y fue al final, la negación, de no ver a todes como iguales. Eso hizo que nuestres antepasades africanes, terminaran siendo personas esclavizadas, no esclavas como lo anuncia la producción, que además, le otorga todo el protagonismo a una mujer blanca.
Una esclavizada blanca que no nació en aquellos tiempos – ni aunque quisiera – entre el mar y la arena, que no existió en la historia de la esclavitud, que no hace parte de ninguna población afriacana ni negra en el mundo, y que precisamente por ser blanca, conservaba todo privilegio. Jamás fue violada bajo la sombra o la oscuridad de ninguna plantación algodonera, jamás fue azotada por ¿veinte? ¿cuarenta? latigazos que descarnaban su espalda, jamás. Esa esclavizada blanca, nunca vio a su bebé morir porque sus esclavistas así lo decidían, y en cambió, tuvo que amamantar con aquella leche materna el recién nacido de su patrona blanca, jamás está esclavizada extraño África, su pueblo, su lengua, sus hermanes, su espíritu.
Nunca ansiaba su libertad porque siempre la tuvo, nunca quiso suicidarse antes de que un hombre blanco abusara de ella, y luego una mañana la asesinara, porque nació siendo blanca y “hermosa”. Y es esa misma pretensión de contar – bajo la titularidad La Esclava Blanca– como una mujer blanca se venga de un hombre blanco para recuperar su herencia, y ahí mismo la supuesta “libertad” de las personas africanas. Es esta la representación de nuestra historia cimarrona lo que incomoda, lo que pone en peligro las verdades de nuestra historia, y lo que se vuelve inaceptable para nosotres cuando históricamente las narrativas han borrado nuestros relatos y los han contado desde miradas racistas y estereotipadas.
Es esa titularidad y ese protagonismo lo que invisibiliza las luchas de nuestres ancestres africanes en la historia de esclavitud, es ese papel otorgado a la esclavizada blanca lo que reduce y segundea la representación de la mujer negra, porque entonces la muestran como una seguidora de la mujer blanca, que está a merced de lo que la protagonista decida, como si su vida estuviera atada fielmente a las espaldas de una mujer blanca, que dentro de la historia de esclavitud presentada por la telenovela, no significó nada, y entonces, nuevamente, como muchas otras programaciones, terminan cayendo desde sus inicios en el mismo hueco blanco, naturalizando la condición y expresión de “esclaves” reafirmando la superioridad blanca, y entregándole el papel de salvadora y protagonista a una mujer blanca privilegiada, que es presentada como la imagen principal de una historia real y dolorosa.
Tal parece que la narrativa de esta novela que está basada en hechos reales y en una historia real se construye bajo ¿el pensamiento?¿la imaginación?¿la pretensión? de una persona que en un día llenó los renglones del libreto, sin tener la más mínima conciencia de lo que significa esta historia del cimarronaje para las personas negras en Colombia y el mundo, y comenzó a escribir, que en los años 1821 existió una “esclava” blanca que liberó a les esclavizades africanes, porque en la realidad nunca se liberaron soles. ¿Qué pensó el guionista, la directora, el canal?¿Alguna vez pensaron en el impacto negativo que este audiovisual podría generar en la audiencia colombiana?
Muches dirán que puede ser ficción, pero incluso la ficción se hace en la realidad¿Qué pensará la gente que vio los 62 capítulos? Van a caer, se creerán la historia de una “esclava blanca” que nació entre el mar y la arena. Ojalá y sepan, que es una historia racista y mal contada.
Una reflexión de Betty Zambrano Zabaleta