Feminismos negros en Améfrica Ladina: espacios de lucha, pero también de sanación

La Amefricanidad es una categoría geopolítica y sociocultural acuñada por la gran Lélia González, que aparece como una propuesta hermenéutica para repensarnos nuestras experiencias y dolencias propias de este territorio, que hoy denominamos América Latina. 

Se trata de una oportunidad para entender las particularidades de las condiciones de vida de las personas negras e indígenas en esta región. Es una propuesta teórica que implica la posibilidad de nombrarnos desde la herida colonial, sin que eso signifique designarnos exclusivamente a partir de la violencia y la dominación. 

Involucra también comprender nuestra historia, llena de relatos de resistencia y de lucha al régimen colonial, así como el papel de nuestres antepasades en la construcción de esta identidad. 

Podemos entender la amefricanidad como un clamor, que recuerda y recalca que somos parte y que muchos de los elementos que hoy configuran las identidades nacionales, responden a la enorme herencia cultural africana que permea quiénes somos, así como el legado de los pueblos originarios, que no pudo ser borrado pese a los esfuerzos del colonialismo. 

Ahora, ¿qué serían los feminismos negros amefricaladinos? Reflexionando en lo que representa la amefricanidad para las mujeres y personas negras disidentes al sistema colonial de género, es indispensable desnaturalizar el género y entenderlo como un constructo colonial, así como lo es la raza, que al encarnarse en nuestros cuerpos desde el dominio y desde el sometimiento, no puede comprenderse si no es conjuntamente a las dinámicas y jerarquías coloniales, que no pueden comprenderse desde otro lugar que no sea la raza.

Resulta inviable en una conceptualización amefricana y feminista, desconocer las construcciones racializadas de género, que lejos de desmoronarse con el tiempo, se han consolidado y robustecido gracias a su alianza y su relación con otros sistemas de dominación como la clase y el régimen cisheterosexual. Es por esto que a su vez considero la amefricanidad como un marco de lucha política, donde nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestras historias y nuestras prácticas comunitarias como personas negras son puestas en el centro, no en los márgenes. 

Se trata de la coyuntura en la que podemos comprender nuestras diferencias territoriales, sin que eso rechace la necesidad de unirnos y construir juntes, comprendiendo cómo la dominación colonial y patriarcal interpela nuestras subjetividades con la misma brutalidad y con la misma desidia, aunque las maneras en las que eso ocurre sean divergentes, de acuerdo al lugar que habitemos. 

Por último encuentro en ella un gran valor, a la hora de exhortar al feminismo blanco masificado sobre sus prácticas excluyentes para con nosotres, así como con nuestres compañeres indígenas, como también, en muchas ocasiones, su apatía y desatención por pensarse las relaciones de género en el marco de las desigualdades raciales.

No obstante, los feminismos amefricaladinos pueden ser reinterpretados de otra manera. Una que, aunque parece lejana al ámbito de la lucha política, en realidad responde a otro acto de resistencia, hablo de los feminismos amefricaladinos como un espacio de sanación, de encuentro, de contención. 

Los feminismos amefricaladinos como una instancia permanente de celebración y reivindicación de la negitud, de intercambio de saberes, de historias, de memorias y de ancestralidad, que precisamente repara en la heterogeneidad de la afrodescendencia, mediante las diferentes construcciones identitarias que se tejieron desde la diáspora, pero a su vez comprende ese origen común que nos hermana y nos reúne reiteradamente en la mixtura de emociones que nos significa ser parte de eso, a lo que llamamos la diáspora. 

Así, reitero en la posibilidad de pensarnos los feminismos negros amefricaladinos desde esa dualidad que encierra su potencia afectiva, dada por los lazos tejidos desde el amor negro y la doloridad, así como su fuerza e intensidad, que hace de ellos un continuo espacio de lucha y combate, dispuesto a derribar y desmontar todos los sistemas de dominación que atraviesan nuestros cuerpos y condicionan nuestras posibilidades de existencia, recordando además que este trabajo no podría ser de otro modo, que mediante el reconocimiento y la valoración del legado de las mujeres negras que antecedieron nuestro camino y asentaron las bases de nuestro movimiento.

Un texto de Alejandra Pretel

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