Desde 1966 la ONU declaró el 15 de marzo como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Es un día donde saldrá a lucir la falsa “interseccionalidad”, Este concepto tan sacudido y manipulado por los movimientos blancos o que se dicen ser “interseccionales”. Vamos a redefinir este concepto, además ofreceremos algunos consejos para ser activamente antirracistas e interseccionales.
Para Kimberlé Williams Crenshaw, la interseccionalidad es una situación en la que una persona combina “características raciales, sociales, sexuales y espirituales que le hacen acumular varias desventajas sociales y ser víctima de diferentes formas de discriminación”. Los movimientos interseccionales deben abordar todas estas discriminaciones a la vez, pero muy importante, no debe haber jerarquía entre estos sistemas de opresión.
Por ello, utilizar la herramienta de la interseccionalidad en el feminismo, por ejemplo, permite tener en cuenta no solamente la condición de género, sino también todo el contexto sociopolítico que limita nuestro acceso al resto de nuestros derechos. Excluir la lucha antirracista, anti islamófoba etc. del feminismo, es limitarlo únicamente a mujeres blancas lo que lo convierte en un movimiento supremacista blanco.
De acuerdo con Sirin Adlbi, plantea la idea del poder heterárquico y hace referencia a un esquema del poder que es multivariado, multinivel y multidireccional que también está muy relacionada con los esquemas de poder de los que hablan las feministas negras cuando plantean el tan vapuleado y manipulado concepto de la interseccionalidad por parte del feminismo hegemónico.
Esto quiere decir que tenemos varias estructuras de poder y que ninguna de ellas es en última instancia determinante sobre otras. Es decir, que cuando hablamos de sexo y cuando hablamos de género no es lo mismo que cuando hablamos de género y de raza, tampoco es lo mismo que cuando hablamos de género, raza, etnia y cualquier otra estructura de poder.
Lo que significa es que estamos hablando de cuestiones diferentes que cuando se interseccnionan, dan lugar a situaciones diferentes que hay que analizar de modos diferentes y siempre poniendo en el cetro la raza.
Por lo tanto, también tenemos que plantear soluciones diferentes para las diferentes situaciones de desigualdad o de opresión que se viven sobre el terreno en diferentes contextos.
No soy racista, así que no necesito hacer nada.
Si no experimentas el racismo sistémico, es probable que te beneficies de él, ya sea porque tus instituciones te ofrecen más apoyo, porque perteneces a ellas o, más bien, porque no sufres la importante carga mental y emocional que supone ser objeto de racismo.
Las políticas racistas sólo existen porque las personas que están en el poder se benefician de la opresión de personas racializadas. Si te beneficias de la opresión de otros y eliges no reconocerla ni desmantelarla, tu conformidad perpetúa el sistema. No se puede pretender “no ser racista” y no hacer nada al respecto; más bien, debemos ser activamente antirracistas y tomar medidas para luchar contra el racismo.
Las personas blancas pueden aprovechar sus privilegios para ir más allá del “aliadismo” pasivo y convertirse en agentes activos contra el racismo y traicionar su blanquitud. Hay multitud de formas de trabajar contra el racismo en todos los niveles; todas ellas comienzan con la autoeducación sobre las experiencias de las personas racializadas y la autorreflexión sobre dónde se puede crear el cambio. La autoeducación es crucial, ya que el trabajo no remunerado de las iniciativas antirracistas recae sobre las personas racializadas.
Incluso si te consideras activamente antirracista, es importante tener en cuenta que todos tenemos algún grado de prejuicio racial (incluso si es subconsciente), que puede manifestarse como microagresiones no intencionadas.
Es importante que las personas blancas que pretenden ser antirracistas aprendan a priorizar voces no blancas, incluso las que no están de acuerdo con ellas. Parte de ser aliadx y parte de dejar de lado los privilegios es, ponerse en situaciones en las que unx puede sentirse incómodx, Puedes tener una idea diferente.
Por otra parte, para ser un antirracista, debes evaluar tu propio poder: ¿dónde están las esferas en las que puedes tener más influencia?
Más allá de la estrategia obvia de enfrentarse a familiares y amigos que puedan ser racistas, cuando te sientas por ejemplo en una reunión del AMPA de tu hijo, ¿con qué pa/madres hablas y conoces?
En el trabajo, ¿estás pensando en cómo los métodos o las estrategias pueden favorecer a las personas blancas, y estás contribuyendo a desafiarlos? ¿Está consumiendo en negocios cuyos propietarios no son blancxs?
Si tienes una propiedad en alquiler, ¿estas considerando seriamente las solicitudes de personas no blancas?
Estas son las formas en que puedes marcar la diferencia en tu propio entorno, donde tienes poder. Recuerda que el antirracismo consiste en dejar de lado el saber que es mejor y, en su lugar, hacerlo activamente.
Está claro que llevar a cabo todo esto requiere mucha energía y puede resultar excesivo. Tampoco ayuda el hecho de que una de las formas de perpetuar el racismo sistémico sea animar a los demás a aceptar el statu quo y rechazar muchas ideas antirracistas por considerarlas demasiado extremas.
Estos consejos ofrecen algunas ideas para iniciar un camino largo y gratificante de deconstrucción. Ser verdaderamente antirracistas es ceder el espacio a personas racializadas y sistemáticamente excluidas para ocupar espacios, espacios que durante siglos han sido únicamente hechos por y para personas blancas.
Texto de Chaimaa Boukharsa