A mediados del año 2021, la empresa multinacional Nestlé anunció que la tradicional galleta “Negrita”, muy consumida en Chile, cambiaría al nombre de “Chokita”, esto con el fin de disminuir el racismo y discriminación. Este hecho causó mucha controversia en la población chilena blanco-mestiza, principalmente, debido a que se le consideraba una gran exageración y se le situó como una demanda de la “generación de cristal”.
Por otro lado, muchas personas afrodescendientes (así como algunas personas blanca-mestizas) somos partidarias de que esta es una excelente iniciativa para combatir el racismo, discriminación y acoso en los diferentes espacios hacia las personas negras, en especial, a nosotras las mujeres negras.
La nueva “Chokita” no fue la única marca cuyo nombre cambiaron, sino que hay más de 2.000 marcas que decidieron dar otro nombre a productos o logotipos para promover la concientización respecto a diferentes problemáticas; en este caso, un problema tan fuerte como lo es el racismo y que nos golpea cada día de nuestras vidas. Sin embargo, a pesar de que son más de 2.000 marcas que se adhieren a estas iniciativas, fue la ex galleta “Negrita” la que removió las redes sociales en aquella instancia.
¿Por qué? Esto se explica por la falta de empatía de quienes no han vivido el racismo y, el apego que generan estas personas hacia un producto que humilla a otros individuos. No obstante, esto se origina desde mucho más atrás, puesto que, según el estudio de la Universidad de Tarapacá, se estima que desde el período de post Guerra del Pacífico, la cual redefinió las fronteras de la zona, se empezó a establecer con mayor fuerza (a nivel identitario) una oposición entre un Chile “blanco y uniforme” y un Perú-Bolivia exotizados, otorgándoles atributos físicos y psicológicos negativos a sus comunidades (desde el punto de vista étnico) a través de la publicidad. Si bien, estoy mencionando a dos territorios en específico, el racismo ha conseguido reinventarse y replicar estas prácticas en diferentes grupos culturales.
¿Por qué este antiguo nombre era un problema?
Me gustaría hacer un breve repaso por la historia de la publicidad y referentes iconográficos en Chile. Aunque en este contexto de la historia de Chile estoy hablando de una relación de xenofobia creada hacia la población peruana y boliviana, tal como mencioné anteriormente, se han generado las mismas condiciones de violencia hacia distintas poblaciones extranjeras que pasan por el territorio. En cierto periodo, el “boom” de agresión xenofóbica y racista fue hacia la población originaria y criolla de los dos países “contrincantes” de Chile previamente nombrados; se ha dado este escenario hacia el pueblo indígena del mismo territorio, con los hermanos del caribe, y así con diferentes colectividades a lo largo de los años. No está de más aclarar que la sociedad ha perpetuado su odio desde hace siglos a todas las comunidades que son consideradas “negativas e inferiores” de manera simultánea, sin embargo, estoy mencionando los períodos de violencia racista más fuertes y que más se han hecho notar en el territorio chileno.
Es de esta manera que, tal y como en los inicios del siglo XX, hoy en día la publicidad de índole racista ha estado destinada a ridiculizar, denostar y estereotipar a las poblaciones negras, orientales e indígenas. Las representaciones generadas a partir de la dominación colonial europea difundieron predominantemente la imagen de un continente africano lejano, salvaje, exótico y violento al que había que civilizar; tuvieron el objetivo de representar la superioridad de la
persona blanca por sobre la persona negra y además, el de naturalizar estereotipos, asignando roles específicos como la flojera, la pobreza, lo ridículo, lo depravado y lo exótico.
Teniendo esta breve introducción en cuenta, podemos ahora agregar que la tradicional galleta fue vendida en el mercado durante 60 años con este nombre, pasando por logos de carácter evidentemente racistas, que podremos ver a continuación.
Este dibujo que “representa” a una mujer negra se asemeja a las imágenes que se utilizaban en diversas caricaturas y en otras tantas iconografías para posicionar a los hombres negros, por ejemplo, en el rol de ingenuos, tontos, infantiles y cómicos: siendo representados de piel marrón muy oscura, labios muy gruesos, ropa colorida, sonrientes, entre otros. También se puede observar el arquetipo de negrx “salvaje”, intentando relacionar rasgos faciales exagerados, suciedad y personajes que lucen aterradores con nuestras corporalidades.
En el año 1993, fue lanzado el comercial de este producto, en el cual se muestra a una mujer blanca de ojos claros que fue “caracterizada” como una mujer negra, llevando una piel de color marrón que en realidad no es más que maquillaje y un peinado que simula trenzas africanas, esto acompañado con las frases: “Donde hay negrita se pasa mejor”, “por una negrita se está volviendo loco”, “porque no hay nada más rico que una negrita; ahora, hay más negrita que nunca”. ¿Es que esto no nos habla de la cosificación, hipersexualización y exotización hacia las mujeres negras? Mismos factores que han influido en la creencia de que las mujeres de raza negra somos a fuerza prostitutas, bailarinas eróticas, “sabrosas” y/o excepcionalmente buenas en la cama.
Otro de los elementos que no podemos dejar pasar es que ni siquiera se realiza este comercial usando el rostro de una mujer negra, se usa la imagen de una mujer blanca que realiza blackface y blackfishing, buscando llegar a la imagen de la mujer negra clara, que siempre ha sido tan exotizada.
Dentro de este comercial, nuevamente se puede observar un arquetipo racista de la publicidad que se le denomina como la “Jezebel”, debido a que se presenta a esta mujer blanca como una mujer negra, deseable, erótica, vanidosa y que “no puede faltar” en espacios de goce y fiesta.
Frente a la exotización, hipersexualización y colorismo de trasfondo que se representó en el nombre de esta galleta y su divulgación, es que se llegó a la conclusión de hacer el pertinente cambio para el año 2021. Muchas personas critican esta decisión bajo el pretexto de “exageración”, “generación de cristal”, y en que “decir y ser negra no tiene nada de malo”, y es que con esta última afirmación estamos completamente de acuerdo, pero es el background presentado recientemente lo verdaderamente problemático, que por mucho que sea un hecho que se dio hace muchos años, estas ideas de odio y humillación son reforzadas en el imaginario colectivo a través de este tipo de representaciones pictóricas.
Si realmente esto hubiese sido una intervención innecesaria, me imagino que nunca nadie había nombrado antes a una persona afrodescendiente negra o incluso, a una persona indígena de piel morena con el antiguo nombre del producto haciendo la relación entre ambos.
Es acertado el cambio de nombre, ya que es transcendental ejecutar transformaciones desde nuevos lenguajes y narrativas. Invito a la reflexión con las siguientes preguntas: ¿cómo me refiero a esta persona afro? ¿Qué pienso al respecto de esta persona? ¿Es su raza lo primero que viene a mi mente cuando veo a esta persona? ¿Qué siento y qué pienso cuando miro a una persona negra afrodescendiente? ¿Qué elementos hacen que siga siendo un tema el color de piel?
El incremento de las burlas y racismo hacia mujeres negras
A pesar de que esta pequeña corrección en nuestro lenguaje prometía ser un avance dentro del sendero de un mundo antirracista, esto generó más burlas y racismo por parte de las personas blanco-mestizas hacia las personas negras, en particular, hacia las mujeres negras.
En mi caso, puedo decir que incluso dentro de mi círculo tuve que lidiar con comentarios en contra del cambio del nombre, apuntándolo como una exageración del “verdadero escenario”; tuve que lidiar con que directamente me llamaran con el nuevo nombre de la galleta (tanto en la calle como en mi espacio “seguro”), aludiendo a mi color de piel; alguna que otra risa por parte de ex amistades y para qué hacer más énfasis en los insultos recibidos en redes sociales cuando me puse a dar mi punto de vista en mi plataforma.
Estas vivencias han sido parte de más mujeres negras en el país, y si no me creen, es solo cosa de observar o preguntar y se podrá notar que lo que yo he vivido no es un caso puntual.
Pensemos en esto: si el cambiar el nombre de esta tradicional galleta era altamente innecesario, exagerado y pedido por personas de la “generación de cristal”; ya que según ellos no tenía realmente un aspecto negativo, ¿por qué ahora se “agarran” del nuevo alias para seguir humillando a la gente negra? ¿No es eso contradictorio? ¿Realmente les molesta el cambio de nombre porque según ellos era un componente perteneciente a su infancia? O ¿solo les molesta que nosotrxs lxs negrxs podamos buscar, encontrar y recuperar nuestro lugar en la sociedad mediante algo tan relevante como lo es el lenguaje? ¿Qué otra excusa son capaces de rebuscar para invalidar nuestras experiencias?
Un texto de Cata Buzú