Tienen las manos llenas de todo lo que ha sido nuestro. En su bolsillo, llevan un puñado de nuestra tierra derramada en sangre.
Tienen la casa llena de lana, de cuadros, de oro. Se pasean, hablan y creen que nunca conocerán la muerte.
En sus armarios está escurrido el algodón que sacan de Burkina Faso.
En su despacho, están los muebles nutridos con la madera congoleña donde el Estado Francés se sienta.
Se comen el cacao que pare nuestra tierra marfileña, y le llaman chocolate francés.
Andan en sus carros hechos por el hierro mauritano que descargan en la clandestinidad de la noche.
Encienden las luces de sus cuartos con el robo del uranio nigeriano que pasan en el día.
Vuelan por el petróleo gabonés que caban ambicioses en nuestra tierra.
Llaman por el cobalto congoleño, que se llevan desde que Congo dejo de llamarse Zaïre.
Disparan, violan, firman y se van
Manipulan, explotan, firman y se van
Tienen las manos llenas de todo lo que ha sido nuestro,
En su bolsillo llevan un puñado de nuestra tierra derramada en sangre.
Un poema de Betty Zambrano Zabaleta