Ibrahim Badra, traductor en Gaza, relata sus constantes viajes junto con su hermano y su madre, al compás de las órdenes de evacuación de la fuerzas armadas israelíes. Una errancia sin fin donde es necesario dejar todo atrás.
Gaza (Palestina) – Después de haber perdido nuestra casa en Gaza, después de tanto sufrimiento viviendo en una casa de campaña, decidimos mudarnos. Un apartamento dañado en el barrio de Bani Suhaila, de Khan Younès.
El 14 de abril, plantamos matas de menta detrás del edificio. Mi madre y yo regamos las que habían crecido: albahaca, tomates, cilantro y pimiento. Estábamos felices por verlas crecer.
Las habíamos plantado por la rápida propagación de la hambruna.
De pronto, escuchamos el ruido de una explosión: provenía de panfletos lanzados por los aviones de las fuerzas armadas de la ocupación. Es el sonido que más odiamos, incluso más que el de los misiles. Los planfletos suelen significar una nueva evacuación, un nuevo desplazamiento.
Mi hermano Zakaria fue a ver lo que decía el folleto. Anunciaban que varias zonas de Khan Younès, incluyendo aquella donde vivíamos serían evacuadas.
Agrandir l’image : Illustration – Ibrahim Badra. © Illustration Simon Toupet / Mediapart
No sabíamos qué hacer. Estábamos cansados de todo. De viajar constantemente, y de caminar durante horas en busca de un nuevo lugar donde encontrar comida o agua.
El dilema
¿Irnos o quedarnos? Observamos a nuestres vecines. Todes querían quedarse, pero su rostros delataban confusión. Todes con signos de cansancio, provocades por los incontables desplazamientos y la vida en las casas de campaña.
Había quienes decían que se quedarían, mientras otres sentenciaban «Basta ya de todo lo que nos ha martirizado, basta ya de todo lo que hemos perdido: tenemos que irnos». Bajo esa lógica: nosotres hemos perdido tanto de nuestra familia como de nuestros amigos, nuestras casas, nuestros recuerdos, de nosotres mismes y nuestro futuro.
Llamamos a la casa de mi tío, en Hamad City, ubicada en Khan Younès, para avisarle que nos quedaríamos con él por un tiempo. El suficiente para reflexionar y buscar un nuevo sitio.
Comenzamos a empacar, todo el mundo tiene una bolsa para la ropa y los documentos importantes, así como su propia botella de agua. En cada desplazamiento, mi madre nos dice que nos pongamos la cédula de identidad en el bolsillo delantero del pantalón: si alguien de nosotres muere, podremos identificarlo fácilmente.
Ella también está amasando pan para llevar. Nunca sabemos lo que puede suceder, o lo que tendremos que enfrentar.
Recuerdo que una vez dormimos toda una noche en la calle, junto a los carros estacionados en la carretera. Fue una de las noches más horribles de mi vida. Sólo teníamos pan, dos botellas de agua y una cobija. Éramos nueve, con la familia de mi tío Yacoub.
Aquella vez, antes de preparanos, mi hermano y yo fuimos a buscar un medio de transporte. Encontramos un carro tirado por un burro. Lo cargamos con un colchón y las bolsas de ropa. Dirección: la casa de mi tío. Él y su familia nos recibieron con abrazos. Habían preparado pasteles de zaatar y pan caliente.
Agrandir l’image : Illustration 2 – Las matas de menta plantadas por Ibrahum Badra y su madre, detrás del edificio del apartamento en el barrio de Bani Suhaila, en Khan Younès. © Photos Ibrahim Badra
Pero mi madre no quiso quedarse mucho tiempo. La casa estaba cerca de la calle Salah-ad-Dim, demasiado peligrosa. Las fuerzas de ocupación podrían entrar a la ciudad en cualquier momento.
Al otro día nos fuimos, todos los días en busca de un nuevo lugar donde vivir. Caminamos por horas en la calle 5, después en la calle Al-Rasheed, la calle Al-Nus, y luego en el barrio de Fesh Fresh. Después de siete u ocho horas no habíamos encontrado nada: ninguno de los lugares donde podríamos habernos quedado tenía agua.
Exhaustos, decidimos regresar a la casa de mi tío. No pasaríamos hambre. Yo sólo quería dormir. Me lavé la cara, los pies y me acosté.
A las 3 de la mañana un círculo de fuego nos despertó, varios aviones dispararon muchos misiles al mismo tiempo.
Generalmente, ocho o doce misiles son lanzados, a veces incluso más. Depende del número de aviones.
El pequeño camión de Abou Ahmed
Esperamos a que amaneciera. Mi tío nos preguntó si podíamos encontrar un sitio también para él. Nos ofreció su casa nuevamente y nosotres la rechazamos. Estaba dispuesto a dejar su casa e irse con nosotres.
Llamamos a mi tía Intisar, que había sido desplazada de Deir al- Balah. Nos dijo que preguntaría en el campo donde estaba. Ahí se estaba bien. Hay una planta de desalinización de agua a dos calles, cerca del mar. Podríamos utilizar el agua de la planta, o directamente del mar.
Mi tía nos llamó de vuelta. Había encontrado un lugar para nosotres. Fuimos a ver y comenzar a preparar el terreno para instalar dos casas de campaña. Esa noche, regresamos a la casa de mi tío: estaba decidido, a la mañana siguiente nos mudaríamos por la tarde. Solo debíamos encontrar un camión para llevar nuestras cosas.
Mi tío conocía a un amigo, Abou Ahmed. Él tenía un pequeño camión.
Preparamos todo lo que necesitábamos, los colchones, las cobijas, las alfombras, la madera, una provisión de agua, un recipiente para transportarla. Mi mamá, mi tía y las niñas prepararon el pan, guisantes partidos y arroz para llevar.
Abou Ahmed llegó a la 1 de la tarde. Pusimos las cosas en el camión, y emprendimos el viaje hacia Deir al-Balah. Pero había una pregunta que resonaba en mi cabeza: ¿quién regaría nuestras plantas?
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Este texto fue escrito por por Gwenaëlle Lenoi, y traducido del inglés por Lénaïg Bredoux.
Ibrahim Badran es periodista y defensor de derechos humanos. Tiene 23 años y es licenciado en literatura inglesa y traducción por la universidad islámica de Gaza, debió haberse recibido el 7 de octubre del 2023. Proviene de una familia originaria de Jaffa, refugiada desde 1948, asentada en el barrio de Sabra, no muy lejos del casco antiguo de Gaza. Ha vivido distintos ataques israelíes antes del que estalló en octubre de 2023. Sobrevivió a todos, igual que sobrevive al genocidio.
Le interesan los temas de traducción, literatura, los textos políticos y la educación. Desde hace año y medio, su trabajo ha consistido en documentar la realidad de Gaza, defender los derechos humanos y alzar la voz del pueblo palestino.
Un texto traducido por Ana Hurtado