Raceplay: cuando se erotiza el racismo

Muchos se encuentran ya familiarizados con las prácticas sexuales dentro del BDSM (bondage, disciplina/dominación, sumisión/sadismo, masoquismo), pero son pocos los que están al tanto de la subcategoría más controversial del mismo, que hace fruncir incluso los ceños más progresistas, y del que no existe consenso de opinión alguno: el raceplay. 

Este ‘juego de roles racial’ consiste en ‘actuar’ situaciones en las que la identidad racial de uno de los involucrados le sirve de herramienta para someter al otro, al cual su identidad racial le supone una desventaja en dicha situación.

Las fantasías son tantas como la imaginación de lxs partícipes: una mujer judía en un campo de concentración abusada por un nazi, una mujer asiática sometida por un soldado blanco, y la que parece ser la más común, una mujer negra esclavizada -o segregada- es sometida por un hombre blanco que durante el acto sexual le grita todo tipo de improperios raciales, refiriéndose a ella como “simio”, “bestia”, “inferior” y principalmente “negra de mierda” y otras variantes más despectivas.

Es natural reaccionar a esta práctica tan chocante con asco y desaprobación, y sería fácil descartarla como un fetiche para racistas retorcidos, pero la realidad es que hay miles de personas racializadas participando activamente y por elección en esta escena del BDSM. De hecho, según la revista Metro del Reino Unido, la página de citas para miembros de la comunidad BDSM, FetLife, tiene cientos de grupos dedicados a este fetiche racial, con integrantes de todas las identidades raciales. Es difícil creer que haya cientos de personas dispuestas a revivir el trauma de sus antepasados con fines sexuales, y aún más difícil cuando parecieran ser tantos.

Adentrándose a su presencia en línea, la comunidad de más fácil acceso es su subreddit r/raceplay, un blog que combina imágenes explícitas, pornografía, contenido original de los miembros, y búsquedas de pareja, y que cuenta con más de 170,000 miembros. Paradójicamente, al ingresar, el banner del subreddit lee “Las vidas negras importan. Este es un grupo fetiche de Raceplay, un lugar en el que personas de todos los trasfondos étnicos pueden explorar fetiches raciales consensuados con adultos similares. El racismo real resultará en un vetado”. No sobra preguntarse cómo los administradores de la página diferencian y vetan a los “racistas reales”, si la página está plagada de imágenes de mujeres -en su mayoría negras- refiriéndose a sí mismas como inferiores, bestias y animales, y hombres blancos inundando la sección de comentarios con insultos explícitamente raciales. 

Esto me llevó a contactar a la mujer que había hecho la ‘publicación de la semana’, una foto explícita de sí misma amordazada con el título “Les gustan sus esclavas amordazadas?”. La usuaria, que escogió permanecer en el anonimato, dice que “Definitivamente hay una desproporción cuando se trata de dominantes. La mayoría de dominantes son hombres blancos, y la mayoría de sumisos somos mujeres negras, aunque las mujeres asiáticas se ven también”. Al preguntarle acerca de su interés en la escena, dice que “Puede ser molesto, pero muchas trabajadoras sexuales nos encontramos en estos subreddits con el propósito de vender fotos. También estamos en subreddits de fantasías de violación, juego de rol de bebé, todo lo que venda. La verdad es que algunas lo disfrutan. Empiezas con la dominación, y ahí ya te dicen todo tipo de cosas, como ‘perra’ y ‘basura’, así que esto sólo es un paso más allá”. 

Es imperdible el hecho de que los hombres blancos dominan esta comunidad. La exorbitante mayoría de los anuncios de “Buscando sumiso” contienen siempre las siglas WM (White Man/Hombre Blanco), y tienen un tono repetitivo, con menciones de superioridad racial, de su BWC (Big White Cock/Gran Miembro Blanco), y de que buscan mujeres negras. 

¿Qué tanto de esto se debe a un racismo interiorizado, normalizado y con ganas de salir en forma de abuso, y qué tanto es un fetiche tan común como querer darle una nalgada a alguien? En su libro “Asco y Deseo: La paradoja del monstruo”, la autora Kristen Wright dice que “Hay que evadir los extremos, tanto de los moralistas que condenan el raceplay como una muestra de racismo descarado, como de los liberales irreflexivos que se encogen de hombros frente a lo que creen ser una muestra de un fetiche más consensuado entre adultos”. La escritora continúa explicando que aunque es innegable un nivel de racismo interiorizado cuando se trata del raceplay, también puede ser una expresión que normalice ciertas características del mismo que tienden a ser invisibilizadas, como el privilegio blanco, o la blancura, no como estándar, sino como categoría racial. 

Esta postura tan positiva no es tan fácil de tomar para las personas racializadas a las que el fetiche les ha tomado por sorpresa. El escritor Donovan Trott describe su experiencia con el raceplay en Huffpost como “aterradora”. En su artículo Raceplay 101, Trott habla de cómo un compañero sexual lanzó un insulto racial en medio del acto, dejándolo pasmado. Dice que como un hombre negro, le asusta mucho la profundidad a la que el racismo puede estar enterrado psicológicamente. Citando en su texto la definición del diccionario urbano, que define el raceplay como “un juego de rol sexual ‘avant garde’ en el que todas las razas rechazan la corrección política a beneficio del placer”, Trott dice que “Seguramente un blanco escribió esa mierda ¿Decirle ‘negrata’ a una persona ahora es avant-garde?”.

¿Qué postura se toma, entonces, con respecto al raceplay? ¿Hasta qué punto puede aceptarse una conducta explícitamente racista bajo el estandarte de la libertad sexual y el consentimiento? ¿Es este simplemente otro límite que se ha cruzado y se normalizará como la ‘fantasía de violación’? La respuesta no es a blanco y negro, pero no hace daño una buena dosis de escepticismo. 

La historia nos ha enseñado que incluso los más inofensivos racismos pueden afectar la vida de las personas racializadas, y soy aún más renuente cuando hay mujeres negras al final de dicha ecuación. Aunque parte de mi compromiso feminista sea abogar por el disfrute sexual de mis hermanas, me queda un sabor amargo y molesto. El primer paso es darlo a conocer, para que así se discuta, para que se piense, para que se analice, y confío en que con dicha discusión, el consenso llegará.

Un texto de Carolina Benítez

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