Una parte significativa de la producción hegemónica del conocimiento, especialmente la producción científica eurocéntrica, continúa ejerciendo un fuerte control sobre las personas, los territorios, la sociodiversidad y los recursos naturales alrededor del mundo. Ese control no sólo es una consecuencia, sino también un reflejo de la colonización. En el pasado, el sistema económico colonial, basado en la esclavitud, fue alentado por la imposición de una visión única del mundo que relegaba y subordinaba los conocimientos locales. Hoy, esa dinámica sigue vigente, garantizando la existencia de ese dominio.
La elaboración de categorías universales y simplificadas para definir modelos de desarrollo basados en datos y en una supuesta modernización de las ex-colonias ha ignorado otras formas de conocimiento. Esto sucede, especialmente, en temas como el combate de las emergencias climáticas y la desigualdad racial en contextos de riesgo ambiental.
Con frecuencia, la cuestión racial es tratada como una externalidad que desconoce la relación con tales problemáticas. Además, se ha reforzado el papel histórico impuesto a los países de América Latina y África como espacios propicios para la extracción de valor mediante la expropiación y comercialización de ecosistemas, obligándolos a responder a patrones de desarrollo dependientes que se remontan a las formas de dominación racial, económica y latifundista.
Tal es el legado laico y colonial de nuestra historia, que el Brasil de la actualidad integra el marco de exclusión, dominación y subordinación de personas por raza y género, con la aniquilación de sus espacios naturales, la degradación ambiental y la expropiación de derechos básicos, como “la pérdida de vivienda, de derechos sobre el cuerpo y de lugares políticos”, tal como lo afirma el cientista y filósofo Achille Mbembé. El contexto brasileño es particular, dado que además de configurarse como un país de extensión continental y tener una biodiversidad incalculable, de acuerdo con los datos del último Censo (2022) del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), las poblaciones autodeclaradas como ‘prietas’ o ‘pardas’, continúan siendo una mayoría poblacional con el 10.42% y el 45.3%, respectivamente.
Como consecuencia del desarrollo, algunas veces impuesto y otras tantas condicionado a intereses políticos, la construcción imaginaria de una potencia nacional agroambiental se sustenta en lógicas productivas monoculturales que afectan directamente a las poblaciones negras en sus respectivos territorios. Esa lógica ha exterminado ecosistemas, cosmovisiones y prácticas ancestrales de manera deliberada y focalizada, con impactos irreversibles tanto en la naturaleza como en la producción y reproducción de la vida.
Sobran los ejemplos: la monocultura centrada en la producción limitada de productos agrícolas dependientes de contaminación por pesticidas, como en el complejo soja-pecuario, maíz y caña de azúcar en el Cerrado brasileño; el proceso de desertificación del Bioma- Caatinga, las asociaciones públicas y públicas involucradas en proyectos extensos y criminales de minerales en las regiones Norte y Sudeste; los emprendimientos de infraestructura y logística integrados estrechamente relacionados con el proceso global de producción y exportación de de commodities agrícolas y minerales, especialmente en las regiones del Amazonas; la privatización de empresas públicas de saneamiento básico y la privación del derecho humano al agua; la construcción de complejos y haciendas eólicas y solares extranjeras en territorios de pueblos y comunidades tradicionales del Nordeste; los proyectos de protección y mercantilización forestal; y una infinita serie de expropiaciones, robo de tierra y desplazamientos en nombre de un desarrollo, hoy conocido como “sustentable”.
La tensión entre construir conceptos y categorías y llevarlos a la práctica, pone al Estado brasileño como corresponsable por el endurecimiento de la dominación racial relacionada con el desgaste ambiental, principalmente, en contextos de emergencias climáticas. Esa ha sido una cualidad fundamentalmente intocable cuando se debate la promoción de la justicia climática: no se considera, o al menos no de una manera indispensable y relevante como debería, que cuando reivindicamos la promoción de la justicia socioambiental y climática y señalamos los los principales vértices de la injusticia, sean naciones, empresas o sujetos colectivos, estamos coincidentemente (o conscientemente) estamos otorgando una responsabilidad a los mismos agentes y emprendimientos que, en un pasado no tan distante, se expandieron a lo largo de los países de América Latina y África en busca de fuentes de extracción de riqueza y esclavización de poblaciones étnico-diversas.
Entendiendo que la producción del conocimiento es un elemento fundamental en la lucha por la disolución del poder e históricamente ha sido utilizada como una forma de subordinación de poblaciones y territorios. Nuestro objetivo principal es contribuir y luchar ese lugar a partir de otros órdenes epistémicos, metodológicos y teóricos, económicos, políticos, sociales y culturales que interpelan a los territorios brasileños.
Al respecto, el Centro Brasieño de Justicia Climática (CBJC) reafirma un compromiso ancestral con la producción de conocimiento a partir de cosmovisiones negras para la promoción de la justicia climática en Brasil, teniendo como base cada contexto y territorio. Entendiendo que la estructuración fundamental del saber científico, sea para pensar la sociedad en general o para promover la justicia climática, en particular, sólo es posible por el reconocimiento de la multiplicidad étnica-racial y de otras formas de ser, pensar y producir el mundo.
¿Cuál es el desarrollo que queremos para el contexto en el que vivimos y cuál es el desarrollo que ha sido presentado? ¿Es un desarrollo justo, inclusivo y democrático que tiene en consideración las desigualdades raciales y de género como categorías fundamentales en contextos de emergencias climáticas ineludibles? Estas son algunas de los cuestionamientos centrales que el CBJC se propone debatir, en que la raza, “una vez más es crucial para este entramado”
Entendiendo también que la lucha por la justicia climática es incompatible con el recrudecimiento de la dominación racial en sus distintas manifestaciones- social, política, económica y cultural- el propósito del CBJC es presentar contribuciones en el campo de la producción del conocimiento que dialoguen con las diversas realidades, demandas y agendas de las poblaciones negras en las cinco regiones del país. Esas son las principales demandas que se reivindican en ese modelo de (des)arrollo, sustentado en un proceso civilizatorio que garantiza la multiplicidad de pensamientos y la producción de conocimiento calificada y empleada como herramienta indispensable para la promoción de la justicia climática y de equidad racial.
La promoción de la justicia climática también depende del reconocimiento de la diversidad de historias así como de las diferentes formas de producción de conocimiento. La emergencia climática más que nuevas políticas, exige nuevas narrativas, donde el protagonismo de las poblaciones negras, indígenas y quilombolas deje de ser una excepción y de paso a la definición de los rumbos del mundo que queremos construir. Tal como nos lo enseñó nuestro maestro encantador y relator de pensamientos (como le gustaba ser llamado), Nego Bispo, el camino para un pensamiento contra colonial, pautado en la transición ecológica, justa y antirracista, solo será posible en la medida en que nos (des)colonicemos.
Una reflexión de Junior Alexio para Alma Preta Jornalismo y El Centro Brasileño de Justicia Climática. Traducción por Ana Hurtado
Junior Aleixo es investigador y Doctor en Ciencias Sociales en la Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro (UFRRJ) con un intercambio sandwich en la Universidad de Toulouse II (Jean Jaurés), Francia. Es coordinador de Políticas y Programas en ActionAid Brasil y consultor para movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil.