A partir del 2025, el mundo estará en un nuevo decenio para promover el reconocimiento, la justicia y el desarrollo de los pueblos afrodescendientes. Tras los avances y las limitaciones del primer decenio, el desafío ahora es transformar los compromisos pactados en acciones concretas que impacten y transformen la vida de millones de personas afrodescendientes en todo el mundo, enfrentando el racismo estructural y las desigualdades persistentes.
La Asamblea General de las Naciones Unidas anunció el pasado martes 17 de diciembre la proclamación del Segundo Decenio Internacional de los Afrodescendientes. La resolución, adoptada a fines de noviembre, establece que este nuevo período comenzará el 1 de enero de 2025 y finalizará el 31 de diciembre de 2034. Aunque se buscan consolidar los avances logrados durante el primer decenio, persisten críticas sobre los desafíos pendientes. Entre estas destaca la postura de la Articulación Regional Afrodescendiente de las Américas y el Caribe (ARAAC), una red que agrupa a organizaciones afrodescendientes de izquierda y progresistas de toda la región, la cual emitió un comunicado poco después de conocerse la noticia.
El programa del Segundo Decenio, según lo anunciado por el Secretario General de la ONU, Volker Türk, mantendrá los tres ejes principales del primero: reconocimiento, justicia y desarrollo. La nueva resolución busca abordar las formas contemporáneas de racismo y garantizar los derechos económicos, sociales y culturales de las personas afrodescendientes en todo el mundo.
Durante el Primer Decenio, se crearon espacios claves como el Foro Permanente de Afrodescendientes, un órgano asesor que reunió a diversos actores de la sociedad civil y funcionarios de distintos gobiernos. Para este nuevo período, la ONU ha instado a los Estados miembros a garantizar recursos financieros y apoyo institucional que permitan fortalecer las acciones a nivel global y local.
La proclamación del Segundo Decenio no sorprendió a las organizaciones afrodescendientes de la región, ya que los debates sobre esta posibilidad han estado en curso al menos desde hace dos años. En ese marco, surgieron posturas divergentes. Por un lado, algunos sectores conservadores propusieron alinear el decenio con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, destacando los avances en visibilidad y reconocimiento. Por otro lado, movimientos sociales, académicos y redes internacionales señalaron deficiencias y plantearon críticas más profundas.
En un comunicado difundido tras el anuncio de la ONU, ARAAC destacó la necesidad de un cambio radical en la implementación del decenio:
“De los tres objetivos que definieron el decenio que termina este mes, el único que obtuvo resultados significativos fue el Reconocimiento porque verdaderamente no hubo avances importantes ni en la Justicia, ni en el Desarrollo. La mayoría de las/los afrodescendientes de la región siguen en situación de pobreza crítica y con carencia de poder político (…). Es imperativo trascender la retórica de bienestar colectivo en acciones concretas de cambio y convertir el reconocimiento en medidas de redistribución de poder y riqueza para las mayorías afrodescendientes”.
Otra crítica del documento de ARAAC, que se viene repitiendo hace algunos años, está vinculada al Foro Permanente y su creciente burocratización:
“Es necesario convertir el Foro permanente en un espacio amplio de participación, plenamente democrático, representativo de la pluralidad, de los intereses y aspiraciones de las mayorías negras del mundo”.
Sin dudas los debates más álgidos en estos años han sido los vinculados a los intereses imperialistas y su búsqueda de cooptar la agenda. De cara al Segundo Decenio y con un escenario global muy distinto al que dio marco al primero, este tema resulta particularmente urticante:
“Los grandes centros de poder económico y geopolítico jugaron a domesticar y cooptar nuestra agenda colectiva de transformación y liberación, usando los mismos liderazgos de las/los afrodescendientes para confundir el apoderamiento de una élite con el empoderamiento de las mayorías afrodescendientes. Sin embargo, precisamos distinguir entre las reparaciones neoliberales que proponen las élites que implicaría asignar algunos recursos a instituciones como el Banco Mundial, en contraste a reparaciones radicales que impliquen beneficios -económicos, políticos, culturales, espirituales- para aquellas y aquellos que Fanon llamó “condenados de la tierra” y Du Bois denominó “los pueblos oscuros del planeta”.
El decenio que inicia en 2025 será un espacio para evaluar las persisten sombras de los compromisos incumplidos del decenio anterior. Aunque se lograron avances simbólicos, muchas promesas quedaron en el papel, sin traducirse en mejoras concretas para los pueblos afrodescendientes en todo el mundo. El desafío del Segundo Decenio será no repetir esos errores, asumiendo acciones concretas que garanticen justicia, reconocimiento y desarrollo. Pero dependerá de la comunidad organizada que esto efectivamente sea así.
Fuente: Página 12