• ¿Quién regará la menta?

    ¿Quién regará la menta?

    Ibrahim Badra, traductor en Gaza, relata sus constantes viajes junto con su hermano y su madre, al compás de las órdenes de evacuación de la fuerzas armadas israelíes. Una errancia sin fin donde es necesario dejar todo atrás.

    Gaza (Palestina) – Después de haber perdido nuestra casa en Gaza, después de tanto sufrimiento viviendo en una casa de campaña, decidimos mudarnos. Un apartamento dañado en el barrio de Bani Suhaila, de Khan Younès.

    El 14 de abril, plantamos matas de menta detrás del edificio. Mi madre y yo regamos las que habían crecido: albahaca, tomates, cilantro y pimiento. Estábamos felices por verlas crecer.

    Las habíamos plantado por la rápida propagación de la hambruna.

    De pronto, escuchamos el ruido de una explosión: provenía de panfletos lanzados por los aviones de las fuerzas armadas de la ocupación. Es el sonido que más odiamos, incluso más que el de los misiles. Los planfletos suelen significar una nueva evacuación, un nuevo desplazamiento.

    Mi hermano Zakaria fue a ver lo que decía el folleto. Anunciaban que varias zonas de  Khan Younès, incluyendo aquella donde vivíamos serían evacuadas.

    Illustration 1

    Agrandir l’image : Illustration – Ibrahim Badra. © Illustration Simon Toupet / Mediapart

    No sabíamos qué hacer. Estábamos cansados de todo. De viajar constantemente, y de caminar durante horas en busca de un nuevo lugar donde encontrar comida o agua.

    El dilema

    ¿Irnos o quedarnos? Observamos a nuestres vecines. Todes querían quedarse, pero su rostros delataban confusión. Todes con signos de cansancio, provocades por los incontables desplazamientos y la vida en las casas de campaña.

    Había quienes decían que se quedarían, mientras otres sentenciaban «Basta ya de todo lo que nos ha martirizado, basta ya de todo lo que hemos perdido: tenemos que irnos».  Bajo esa lógica: nosotres hemos perdido tanto de nuestra familia como de nuestros amigos, nuestras casas, nuestros recuerdos, de nosotres mismes y nuestro futuro.

    Llamamos a la casa de mi tío, en Hamad City, ubicada en Khan Younès, para avisarle que nos quedaríamos con él por un tiempo. El suficiente para reflexionar y buscar un nuevo sitio.

    Comenzamos a empacar, todo el mundo tiene una bolsa para la ropa y los documentos importantes, así como su propia botella de agua. En cada desplazamiento, mi madre nos dice que nos pongamos la cédula de identidad en el bolsillo delantero del pantalón: si alguien de nosotres muere, podremos identificarlo fácilmente.

    Ella también está amasando pan para llevar. Nunca sabemos lo que puede suceder, o lo que tendremos que enfrentar.

    Recuerdo que una vez dormimos toda una noche en la calle, junto a los  carros estacionados en la carretera. Fue una de las noches más horribles de mi vida. Sólo teníamos pan, dos botellas de agua y una cobija. Éramos nueve, con la familia de mi tío Yacoub.

    Aquella vez, antes de preparanos, mi hermano y yo fuimos a buscar un medio de transporte. Encontramos un carro tirado por un burro. Lo cargamos con un colchón y las bolsas de ropa. Dirección: la casa de mi tío. Él y su familia nos recibieron con abrazos. Habían preparado pasteles de zaatar y pan caliente.

    Illustration 2

    Agrandir l’image : Illustration 2 – Las matas de menta plantadas por Ibrahum Badra y su madre, detrás del edificio del apartamento en el barrio de Bani Suhaila, en Khan Younès. © Photos Ibrahim Badra

    Pero mi madre no quiso quedarse mucho tiempo. La casa estaba cerca de la calle Salah-ad-Dim, demasiado peligrosa. Las fuerzas de ocupación podrían entrar a la ciudad en cualquier momento.

    Al otro día nos fuimos, todos los días en busca de un nuevo lugar donde vivir. Caminamos por horas en la calle 5, después en la calle Al-Rasheed, la calle Al-Nus, y luego en el barrio de Fesh Fresh. Después de siete u ocho horas no habíamos encontrado nada: ninguno de los lugares donde podríamos habernos quedado tenía agua.

    Exhaustos, decidimos regresar a la casa de mi tío. No pasaríamos hambre. Yo sólo quería dormir. Me lavé la cara, los pies y me acosté.

    A las 3 de la mañana un círculo de fuego nos despertó, varios aviones dispararon muchos misiles al mismo tiempo.

    Generalmente, ocho o doce misiles son lanzados, a veces incluso más. Depende del número de aviones.

    El pequeño camión de Abou Ahmed

    Esperamos a que amaneciera. Mi tío nos preguntó si podíamos encontrar un sitio también para él. Nos ofreció su casa nuevamente y nosotres la rechazamos. Estaba dispuesto a dejar su casa e irse con nosotres.

    Llamamos a mi tía Intisar, que había sido desplazada de Deir al- Balah. Nos dijo que preguntaría en el campo donde estaba. Ahí se estaba bien. Hay una planta de desalinización de agua a dos calles, cerca del mar. Podríamos utilizar el agua de la planta, o directamente del mar.

    Mi tía nos llamó de vuelta. Había encontrado un lugar para nosotres. Fuimos a ver y comenzar a preparar el terreno para instalar dos casas de campaña. Esa noche, regresamos a la casa de mi tío: estaba decidido, a la mañana siguiente nos mudaríamos por la tarde. Solo debíamos encontrar un camión para llevar nuestras cosas.

    Mi tío conocía a un amigo, Abou Ahmed. Él tenía un pequeño camión.

    Preparamos todo lo que necesitábamos, los colchones, las cobijas, las alfombras, la madera, una provisión de agua, un recipiente para transportarla. Mi mamá, mi tía y las niñas prepararon el pan, guisantes partidos y arroz para llevar.

    Abou Ahmed llegó a la 1 de la tarde. Pusimos las cosas en el camión, y emprendimos el viaje hacia Deir al-Balah. Pero había una pregunta que resonaba en mi cabeza: ¿quién regaría nuestras plantas?

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    Este texto fue escrito por por Gwenaëlle Lenoi, y traducido del inglés por Lénaïg Bredoux.

    Ibrahim Badran es periodista y defensor de derechos humanos. Tiene 23 años y es licenciado en literatura inglesa y traducción por la universidad islámica de Gaza, debió haberse recibido el 7 de octubre del 2023. Proviene de una familia originaria de Jaffa, refugiada desde 1948, asentada en el  barrio de Sabra,  no muy lejos del casco antiguo de Gaza. Ha vivido distintos ataques israelíes antes del que estalló en octubre de 2023. Sobrevivió a todos, igual que sobrevive al genocidio.

    Le interesan los temas de traducción, literatura, los textos políticos y la educación. Desde hace año y medio, su trabajo ha consistido en documentar la realidad de Gaza, defender los derechos humanos y alzar la voz del pueblo palestino.

    Un texto traducido por Ana Hurtado

  • No todas queremos luchar: la trampa del antirracismo progresista

    No todas queremos luchar: la trampa del antirracismo progresista

    Uno de los discursos más peligrosos y a la vez más normalizados dentro de ciertos sectores progresistas es el que exige a las personas racializadas que luchen contra el racismo. Esta exigencia no solo es injusta, sino que forma parte de un sistema que desplaza constantemente la responsabilidad del cambio hacia quienes ya están oprimidas, mientras protege a quienes realmente deben hacer el trabajo: las personas blancas.

    Hace poco vi un post de un partido político alabando la “lucha contra el racismo” de una persona racializada. En ese mismo post, compartían sin ningún tipo de advertencia o cuidado un relato de trauma infantil ligado al racismo. Una vez más, el dolor de una persona racializada era expuesto como pornografía del sufrimiento, mientras se le agradecía su “lucha” y se le animaba a seguir luchando.

    Pero mirad: no todas las personas racializadas pueden luchar, y sobre todo, no todas queremos luchar. ¿Tenéis idea de los recursos y privilegios que hacen falta para siquiera nombrar el racismo que vivimos? Para poder analizarlo, explicarlo, construir estrategias de resistencia… ¿Sabéis lo que eso implica?

    Implica tiempo, salud mental, estabilidad emocional, acceso a una formación académica y a herramientas lingüísticas. No todo el mundo tiene esos recursos. Y muchas veces, ese “privilegio” de poder nombrar el racismo solo lo tienen quienes ya han pagado un precio muy alto.

    Lo que debería quedar claro es que la responsabilidad de combatir el racismo no recae en las personas racializadas. Son las personas blancas las que tienen que hacerse cargo de sus privilegios, de su blanquitud, de su supremacía. El centro del debate y el foco del análisis no deben ser las personas racializadas, sino las personas blancas y el racismo que sostienen y reproducen.

    Lo que sucede con frecuencia es que la blanquitud se desliza siempre fuera del centro del análisis, incluso en espacios progresistas. La gente blanca está entrenada porque así lo permite y fomenta el sistema para hablar sobre el racismo sin implicarse personalmente, como si fuese un problema externo, ajeno, que afecta únicamente a “los otros”.

    En lugar de mirarse al espejo, de confrontar sus privilegios, de revisar sus silencios, sus complicidades, sus formas de ejercer poder… prefieren proyectar la responsabilidad del cambio en las personas racializadas. Así, transforman nuestra existencia en un campo de batalla: nos convierten en educadoras a la fuerza, en terapeutas raciales, en pedagogas del dolor.

    Esto no es inocente. Al poner el foco constantemente en nuestra “resistencia” o nuestra “lucha”, la gente blanca se ahorra el trabajo incómodo de desaprender. No se trata solo de ignorancia, sino de una evasión activa del trabajo interno que supone cuestionar la blanquitud, porque hacerlo implica renunciar a privilegios concretos, implica dejar de ser el centro de todo, implica asumir culpa, incomodidad, vergüenza y sobre todo: implica adoptar acciones transformadoras.

    Y claro, es mucho más fácil aplaudir a la persona racializada que “lucha”, que deja su piel explicando lo evidente, que vuelve su trauma relato público… que sentarse a mirar cómo el racismo estructura tus vínculos, tus espacios, tu lenguaje, tus oportunidades.

    La blanquitud es evasiva por naturaleza, no le gusta que la nombren. Prefiere camuflarse en discursos de “inclusión”, “interseccionalidad”, “solidaridad” o “diversidad”, siempre y cuando no se cuestione su centralidad. Porque la verdadera deconstrucción de la blanquitud no es estética ni discursiva: es política, ética y profundamente dolorosa.

    Una reflexión de Chaimaa Boukharsa

  • Mujeres negras en el Sector Tech: Sobre la importancia de la representación y el retomar espacios 

    Mujeres negras en el Sector Tech: Sobre la importancia de la representación y el retomar espacios 

    Hace un tiempo se celebraba el día de las niñas en TIC. Si bien es cierto que es un día muy representativo, no podemos dejar de lado la problemática a la que nos enfrentamos en diversos sectores e industrias. Y es el de la falta de representación visible, y el sector tech no es una excepción, donde sigue haciendo falta reconocer el poder, la resiliencia y la brillantez de las niñas, y en específico de niñas y mujeres racializadas en la industria. 

    En el 2011 la UIT (la Unión Internacional de Telecomunicaciones), como organismo especializado en telecomunicaciones de la ONU, encargado de regular las telecomunicaciones a nivel internacional entre distintas administraciones y empresas, se encargó de establecer el 22 de abril como el día Internacional de la Niña en TIC, siendo una iniciativa global orientada a impulsar a jóvenes y niñas a tomar carreras en el sector TIC y STEM. 

    Si bien es cierto que el boom continuo y el avance del interés de los más jóvenes en tech ha estado incrementando constantemente, la falta de representación (o falta de reconocimiento de la representación existente) dentro de este sector sigue siendo muy notoria. A día de hoy, sigue siendo un sector predominantemente masculino en el que el porcentaje femenino no llega ni a la mitad y menos aún el de las mujeres y niñas racializadas. Pese a esto, las mujeres negras han estado y siguen moldeando la industria tech a su manera, a pesar de que a menudo, son invisibilizadas y ocultas.

    No obstante, cabe mencionar algunas mujeres racializadas que están contribuyendo a ese moldeado de la industria, por ejemplo pioneras como Kimberly Bryant, fundadora de Black Girls Code, una organización dedicada a empoderar niñas jóvenes negras con habilidades de coding incrementando así la diversidad en tech. Juliana Rotich, co-fundadora de Ushahidi, una plataforma que permite a los usuarios recolectar data e información para denunciar hechos adjuntando hora y ubicación de lo sucedido. La Dra. Timnit Gebru, una investigadora en inteligencia artificial, conocida por su trabajo en la ética en IA y los sesgos del machine learning. Aisha Bowe, quien fue ingeniera aeroespacial de la NASA y CEO de STEMBoard, haciendo impulsos y trabajo para mejorar la accesibilidad a los estudios STEM. La Dra. Joy Buolamwini, fundadora de Algorithmic Justice League, quien también ha liderado investigaciones sobre el sesgo en la Inteligencia Artificial, abogando por un desarrollo ético en la IA. Angela Rich, fundadora de CreditRich, una aplicación fintech basada en inteligencia artificial, diseñada para ayudar a los usuarios a mejorar sus historiales crediticios, fomentando así la cultura financiera en tech. Aprille Ericsson, ingeniería aeroespacial en la NASA, quien se ha dedicado a contribuir en las ciencias espaciales y el desarrollo tecnológico. O también a Jessica O. Matthew’s, fundadora de Uncharted Power, una compañía tecnológica centrada en soluciones energéticas sostenibles.

    Acabamos de mencionar de esta forma a algunas (de las tantas) niñas que crecieron con el deseo y la pasión de querer tener una carrera en STEM y tech, mujeres racializadas, que rompieron barreras de forma innovadora con sus contribuciones transformadoras. A la vez que allanaban y hacían camino para futuras generaciones, mostrando que la representación importa y es de extrema relevancia para animar a futuras niñas y generaciones a tomar interés y ver lo importante de participar en este tipo de espacios, e investigaciones y desarrollos. Rompiendo, como ya hemos mencionado, barreras e inspirando a la innovación.

    A pesar de todos estos nombres y contribuciones, la historia nos recuerda que las personas negras y racializadas han sido negadas de forma sistemática del acceso a muchos espacios, incluyendo el espacio tech y STEM. Por lo que reconocer sus presencias, ya sea ayer, hoy o mañana, no es solo sobre diversidad, sino sobre justicia histórica. Levantar nuestras voces para intentar conseguir una justicia a través de la cual los talentos, las innovaciones y los liderazgos sean vistos, valorados y reconocidos. 

    ¿Por qué es importante la representación en tech?

    Ahora bien, hemos estado hablando de lo importante que es la representación y de animar a jóvenes negras y racializadas a tomar interés y participar en espacios científicos, de investigación y tecnología, formando parte del mundo Tech/STEM/TIC. Pero ¿Por qué es tan importante esta representación?

    Por el simple hecho de que sin reconocer la diversidad existente y cómo influye esta en las producciones que se realizan, no hay futuro o ética tecnológica. La representación en el sector IT es crítica para la innovación, la equidad y el progreso, dado que al incluirse diversas voces y dar espacio a todas las voces existentes, la industria se beneficia de nuevas perspectivas, nuevas visiones creativas, nuevas formas de repensar las soluciones a problemáticas y se acaba produciendo un mejor diseño de la tecnología que sirve a un rango de personas más amplio. 

    En otras palabras, con más accesibilidad de personas racializadas en espacios STEM, podemos llegar a inspirar a las futuras generaciones (especialmente niñas negras, siendo estas el grupo más infrarrepresentado) que por fin van a ver a más personas que se parecen a ellas en puestos de ingeniería, desarrollo, como técnicos informáticos, en espacios de ciberseguridad e IA, etc.

    Junto a lo ya mencionado, la mayor representación conduce a desafiar los sesgos y la desigualdad que ya existe en el sector utilizando como ejemplo los sesgos que pueden llegar a haber en la IA, la desigualdad de oportunidades, las barreras sistemáticas y las narrativas occidentales que orientan el resultado de las producciones realizadas. Dado que si un producto/solución/app se desarrolla sin un equipo diverso, puede perder accesibilidad por parte de ciertos grupos, usabilidad o sensibilidad cultural. Así que esa justicia para garantizar la representación y el acceso a espacios STEM asegura que la tecnología funciona para todas las comunidades. Sin olvidar el aspecto económico, teniendo en cuenta las altas oportunidades de remuneraciones en ciertos roles en el sector, por lo que el acceso de personas racializadas a este tipo de trabajos aumenta sus oportunidades de mejora económica.

    Haciendo así que la representación de la que hablamos sea sobre acceso, oportunidades y justicia. 

    Por consiguiente, garantizar mayor representatividad y acceso de niñas negras o racializadas en general a sectores como la que estamos tratando en este texto, siendo el sector IT/STEM, a largo plazo además de mayor representación, se lograría conseguir una mejor innovación, mejora económica y más oportunidades en la comunidad a través de nuestra creatividad y una innovación acelerada. Al final del día cuando personas con backgrounds diferentes colaboran, traen consigo perspectivas únicas que llevan a formas de solucionar problemas creativas y únicas por la amplia audiencia que ahora estaría involucrada. Esa amplitud de audiencia y la diversidad dentro de los equipos también ayudaría a reducir sesgos en los algoritmos, en los modelos de IA y productos digitales, proporcionando así soluciones éticas y justas para todos los usuarios. Por lo que no es solo sobre diversidad, sino también de ventajas comerciales y empresariales al igual que las necesidades éticas. Para esto hay que poder crear espacios de networking y programas de mentoría conectando a jóvenes racializades con industrias del sector viendo así las oportunidades profesionales que tengan, animándolas a participar en eventos STEM. Todo lo mencionado serían solo algunas formas de actuación que se podrían llevar a cabo junto  a la representación y visibilidad en redes sociales, la creación de eventos y la presencia de mujeres negras y racializadas en paneles y charlas. Todo con el objetivo último de ir ganando presencia en espacios que nos fueron restringidos y negados en el pasado.

    Una reflexión de Favour Ekaezunim

  • Antes de Stonewall ya luchábamos por amor

    Antes de Stonewall ya luchábamos por amor

    En una época donde la guerra era el lenguaje de los imperio hubo un ejército formado no sólo por soldados, sino por amantes. Guerreros que amaban, luchaban y morían juntos. Esto no es una leyenda moderna: es historia.

    En el siglo IV antes de nuestra era, en la ciudad de Tebas, existió una unidad militar temida por sus enemigos y celebrada por su pueblo: el Batallón Sagrado de Tebas. Estaba compuesto por 150 parejas de hombres que eligieron combatir con cuerpo y alma. No por una ideología… sino por amor. Eran símbolo de valor y fuerza porque sabían que no había poder más grande que luchar al lado de quien amas.

    En pleno siglo XXI, aún hay quien cree o decide creer que la homosexualidad es un invento moderno. Que el amor entre personas del mismo género es una “moda”, una provocación, o una consecuencia degenerada de la revolución sexual, del capitalismo tardío o de Stonewall. La historia del Batallón Sagrado incomoda porque derrumba la idea de que las identidades y relaciones queer son una novedad, una distorsión contemporánea, un “capricho” nacido en los años 60. Pero eso no es sólo ignorancia, es borrado histórico porque el amor entre personas del mismo género ha existido desde siempre. La diferencia no es su existencia: es cómo las sociedades han decidido mirarlo.

    Entonces la pregunta ya no es, ¿Por qué existen orientaciones sexuales más allá de la heterosexualidad? sino
    ¿Cuándo y por qué empezó a verse mal que existieran?

    La respuesta es larga y compleja. Tiene que ver con el cristianismo imperial, con Roma después de Constantino, con la Edad Media, con el control de los cuerpos, con el miedo a lo que escapa del molde, con la necesidad de definir qué es “normal” para dominar al resto. Tiene que ver con siglos de religión, leyes y medicina usándose para decir: “este amor no puede ser”.

    Y así, lo que fue arma, poesía, lucha, canto, resistencia y vida pasó a ser delito, enfermedad, chisme o pecado.

    Pero la historia está ahí, aunque incómoda para quienes prefieren pensar que todo esto es una novedad y que el Orgullo solo existe desde que hay banderas, y que las vidas queer nacieron en un bar de Nueva York. La historia no nos necesita para justificar nuestra existencia, porque la historia simplemente nos contiene, aunque muchos no quieran leerla. Porque no solo en Grecia floreció el orgullo.

    También en el corazón de África, mucho antes de que el cristianismo o el islam llegaran con sus normativas, ya existían formas de amar, de habitar el cuerpo y de construir comunidad fuera del binarismo. En los pueblos Igbo de lo que hoy llamamos Nigeria, una mujer podía casarse con otra mujer. No era una excepción, ni una provocación: era parte de la estructura social. Eran llamadas “esposas de mujer”, y ocupaban roles políticos, comerciales y familiares sin que nadie les negara su valor.Porque en esas sociedades el género no era un encierro, sino un espacio fluido de existencia. A su vez, el amor no se medía por órganos ni dogmas, sino por la función que cumplía en la comunidad. Estas relaciones no eran ocultas ni vivían bajo permiso; eran legítimas, vividas con orgullo, sin necesidad de nombres modernos ni explicaciones médicas. No necesitaban marchar porque no había un sistema que les negara su humanidad.

    Igualmente, en el territorio que hoy llamamos México, el pueblo zapoteca ha reconocido por siglos a una identidad llamada muxes: personas asignadas como hombres al nacer, pero que asumen roles femeninos o intermedios. No son imitaciones de género: son parte del tejido cultural vivo. Las muxes no son una novedad contemporánea, existen desde tiempos prehispánicos y en muchas comunidades son figuras respetadas, con roles sociales, familiares y espirituales importantes. Su existencia no exige permiso, está arraigada en la historia.

    Así como en muchos de los pueblos indígenas del Norte de América se habla de las personas Dos Espíritus, guardianes de lo masculino y lo femenino al mismo tiempo, quienes caminan entre mundos sin necesidad de explicación.

    Estas historias ancestrales de guerreros que aman, de mujeres que se casan con mujeres, de muxes y Dos Espíritus no son casos aislados ni curiosidades etnográficas, porque lo que llamamos orgullo ya existía antes de que existiera incluso la palabra. Lo que hoy defendemos con pancartas ya se defendía con presencia, con ritual, con respeto y dignidad.

    Porque si en algún tiempo el amor fue fuerza militar, espiritual, política y poética, no es el amor el que ha cambiado: Es la forma en que el poder lo mira.

    Tal vez no deberíamos preguntarnos solo cuánto hemos avanzado, sino también cuánto hemos olvidado.Y, sobre todo, a quiénes se ha intentado borrar del relato.

    Stonewall fue una chispa, pero la llama ya venía ardiendo desde mucho antes.

    Una reflexión de Juano

  • Pueblos y comunidades afromexicanas frente al Huracán Erick: La vulnerabilidad climática y el racismo institucional

    Pueblos y comunidades afromexicanas frente al Huracán Erick: La vulnerabilidad climática y el racismo institucional

    El huracán “Erick” tocó tierra en las costas de Corralero, Pinotepa Nacional, Oaxaca, en las primeras horas del pasado jueves 19 de junio. De acuerdo con el Sistema Meteorológico Nacional, a las 09:15 horas, en escala de  Saffir-Simpson, “Erick” se convirtió en un huracán de grado 1; se anticipa que podría transformarse en depresión tropical una vez alcance la sierra de Michoacán, al occidente de la República Mexicana. 

    De acuerdo con los informes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), para los siguientes días se pronostica que las lluvias torrenciales continúen en Guerrero y Oaxaca, mientras que para Puebla, Chiapas y el sur de Veracruz se anticipan lluvias intensas. 

    Por su parte, la Secretaría de Educación del Estado de Guerrero informó sobre la suspensión de actividades en todos los niveles escolares de la entidad, a fin de salvaguardar la integridad de padres de familia, estudiantes, docentes y personal general.

    Durante la conferencia de prensa matutina del pasado viernes 20 de junio, Salomón Jara, Gobernador del Estado de Oaxaca, informó que un total de 35 municipios resultaron afectados. A su vez, enfatizó que el municipio de Tutupec, colindante con Puerto Escondido, quedó sin comunicación total, no sólo por la falta de energía eléctrica y las fallas en las vías de comunicación, sino también por los caminos que quedaron bloqueados. 

    En el municipio de Pinotepa Nacional, la comunidad de Corralero –lugar donde el huracán tocó tierra– también se registraron severos daños, entre ellos, la pérdida total de viviendas que ha dejado en desprotección a varias familias. 

    Mientras tanto habitantes de Corralero, Santiago Llano Grande, San José La Estancia, entre otras, estaban atestiguando las pérdidas totales de sus hogares y la imposibilidad de comunicarse con familiares. A la vez, la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, comunicaba que “afortunadamente” no habían sido muchas las afectaciones. 

    La cobertura mediática y la narrativa presidencial han prescindido de enfatizar el componente étnico-cultural y racial de estas zonas: se trata de territorios afromexicanos cuyas actividades económicas dependen, en gran medida, de la agricultura, la pesca, el comercio y el turismo. Por lo que declaraciones como las de Sheinbaum Pardo contribuyen a la reproducción institucional del racismo contra las personas afromexicanas, no sólo por la desestimación de los daños, sino también por el desplazamiento discursivo de las comunidades afromexicanas; como si no existieran. 

    La pérdida de cosechas, sembradíos, viviendas, así como el daño de infraestructuras escolares y de vías de comunicación exacerba la vulnerabilidad climática de las comunidades afromexicanas de Guerrero y Oaxaca, esto quiere decir que la desigualdad socioeconómica preexistente se ve intensificada ante los efectos adversos del cambio climático y, sobre todo, ante aumenta los factores de riesgo que ralentizan la capacidad de adaptación y respuesta frente a situaciones emergentes.

    Las consecuencias de la vulnerabilidad climática no son inmediatas, se revelan mediante el aumento de las brechas de empobrecimiento, de desplazamientos forzados y de dependencia alimentarias, por mencionar algunas. 

    En territorios caracterizados por el histórico abandono institucional, las pérdidas materiales no son mínimas, implican vulneraciones al acceso a derechos básicos como la salud y la educación.

    Una reflexión de Ana Hurtado

    Fotografía: Balam Toscano

  • Cientos de personas se manifiestan en protesta por el asesinato de Abderrahim a manos de la policía

    Cientos de personas se manifiestan en protesta por el asesinato de Abderrahim a manos de la policía

    Familiares, amitades y otras personas se han concentrado en Torrejón este sábado, y en la plaza de Callao el viernes por la tarde, en señal de protesta.

    Tras la concentración de este viernes por la tarde en la Plaza de Callao, donde acudieron los familiares de Abderrahim, este sábado por la mañana cientos de personas se han concentrado en Torrejón de Ardoz, la ciudad donde vivía y donde ocurrieron los hechos el pasado martes. La plaza de España del municipio ha sido el punto de encuentro de las organizaciones, activistas y familiares de la víctima que se dieron cita a las 12 horas del mediodía. 

    Muchas de esas personas han acompañado y dado el pésame a familiares de Abderrahim allí presentes, de la misma forma que ocurrió en la céntrica plaza de la capital donde fueron arropades por decenas de personas mientras lloraban la pérdida de su hermano e hijo. 

    En un comunicado titulado “El racismo policial también mata fuera de servicio: Justicia para Abderrahim”, familiares y amistades de Abderrahim han expresado su repulsa a un “muerte a consecuencia del racismo policial que se suma a todos estos crímenes”. Cánticos como “no son muertes, son asesinatos” o “nativa o extranjera, la misma clase obrera” han acompañado las dos concentraciones en las que también se ha podido escuchar a familiares de la víctima.

    Un supuesto hurto fue la excusa para que dos agentes fuera de servicio practicaran una agresiva técnica de inmovilización por asfixia. Pese a que varios vecinos alertaron de que Abderrahim ya había dejado de moverse y les pidieron parar, uno de los agentes continuó con la maniobra durante 15 minutos hasta que asesinó al joven de 36 años. “No hay justificación para la muerte de Abderrahim, como tampoco hay imprudencia en estrangular a una persona durante más de 10 minutos”, reza el comunicado publicado. “Para algo existe la ley en España. La policía no puede ir matando a la gente así como así”, ha comentado el padre de la víctima en la manifestación de Torrejón en unas declaraciones recogidas por EFE.

    Quienes participan de las movilizaciones no dudan en lo más mínimo de que el asesinato corresponde a un acto racista. “Este suceso no puede interpretarse como consecuencia de una detención que salió mal – explican -, refleja tensiones más profundas entre el uso de la violencia institucional, la vulnerabilidad sobrellevada de los cuerpos racializados, y la ausencia de límites para quienes detentan el poder y la fuerza”. 

    También han querido remarcar que, pese a “desde sindicatos policiales se trate de describir lo sucedido como anecdótico y puntual, desde los colectivos y organizaciones antirracistas sabemos que no son casos aislados, que lo que ha funcionado aquí ha sido un racismo estructural”. 

    Los medios de comunicación también han sido señalados por amistades y familiares de Abderrahim. “Se han centrado en deshumanizar a Abderrahim, hablar del hurto como si fuera suficiente motivo para matar a alguien, y del origen migrante de Abderrahim, evidenciando la connivencia de determinados medios de comunicación y determinado periodismo con el racismo institucional”, explica el comunicado. 

    Fuente: El Salto



  • Sobre el perfilamiento racial y el abuso: un problema persistente

    Sobre el perfilamiento racial y el abuso: un problema persistente

    Al hablar de brutalidad policial con frecuencia nos viene a la mente Estados Unidos como máxima representación del uso excesivo de la fuerza por parte de los cuerpos policiales, especialmente contra la población negra y migrante. Y, bajo la falsa creencia que existe en la sociedad española de que “España no es racista”, no es de sorprender que veamos casos en los que el cuerpo policial trata de forma cuestionable a la comunidad negra y migrante, haciendo uso excesivo de la fuerza y sin razón alguna. 

    El caso que se ha presenciado el pasado 17 de mayo es un claro ejemplo que desmiente dicho lema de que “España no es racista”, pero también es una muestra de que la brutalidad policial es algo que se vive en nuestra sociedad y que no tenemos que ir hasta Estados Unidos para presenciarlo. 

    Estas ocurrencias son cosas que suceden más a menudo de lo que pensamos, no son hechos aislados. La brutalidad policial y el perfilamiento racial que va con ello es la realidad que han tenido que vivir muchas personas racializadas. 

    ¿Algunos ejemplos de esto? Como acabamos de mencionar, el 17 de mayo en Valencia, día trágico en el que Layli Colorado y su familia fueron víctimas del perfilamiento racial y la brutalidad policial. Por ser testigos de otro arresto, pararon a Layli para identificarla, sin ella haber hecho ni dicho nada, lo cual resultó en una brutal golpiza hacia ella y sus familiares (padres y amigo familiar) que intentaron ayudarla cuestionando la acción de la policía, mientras su hijo de 3 años era testigo de todo esto. 

    Como decimos, esto no es un hecho aislado, el 01 de febrero de este mismo 2025, en el país vasco, Karen Daniel Agredo Palacio acabó en la UCI tras haber sido empujada y recibido una brutal paliza por parte de la policía, lo que le acabó causando un edema cerebral y una parálisis parcial. No obstante, a pesar de lo ocurrido aún no se ha anunciado ninguna medida disciplinaria contra esos agentes, demostrando una vez más que los cuerpos negros pueden ser sujetos de este tipo de violencia policial e institucional sin justicia alguna y sin reprensión de los culpables. 

    Otro ejemplo es lo ocurrido en la mañana de navidad del 2023, donde Henry Casimiro, un hombre negro afrocubano con transtorno psiquiátrico diagnosticado, fue asesinado.

    Todos estos ejemplos no solo son muestra del racismo estructural e institucional que existe en la sociedad española y su imaginario colectivo, sino que también recalca otras problemáticas de lo que supone el espectro del racismo: la brutalidad policial, paradas-identificación-registros por perfilamiento racial, la falta de transparencia en los datos en lo que respecta a la comunidad migrante, la normalizacion de este tipo de violencia, las políticas migratorias, etc. 

    Hechos y criterios racistas que son sistemáticamente negados desde los cuerpos administrativos, pero que han sido numerosas veces denunciados por colectivos antirracistas y organizaciones de defensa de los derechos humanos. Aunque, a pesar de todo esto, no hay actuaciones de corrección ni de mejora, generando así miedo y desconfianza a raíz de la criminalización que sufre la comunidad negra y migrante, por parte de las personas cuyo objetivo es garantizar seguridad hacia toda la sociedad sin discriminación alguna. Pero que, a partir de los sesgos racistas, acaban oprimiendo a la parte de la población que ya ha estado sufriendo discriminación de forma histórica. 

    Además, con el no reconocimiento de estas actitudes del racismo sistemático e institucional se imposibilita el poder en algún momento establecer o implementar medidas y políticas de supervisión y de sanción sobre acciones que impactan negativamente sobre los derechos humanos de la comunidad negra y migrante en la sociedad, consolidando también la cultura de la impunidad e inmunidad que corre entre el cuerpo policial. Todo lo cual resultando en la dificultad a posteriori para hacer denuncias, especialmente de las personas en situación administrativa irregular, en reportar lo ocurrido en busca de algún tipo de justicia.

    Por lo que ya es tiempo de llamar a las cosas por sus nombres, al hecho de que las personas negras y/o migrantes tengan mayor probabilidad de ser paradas en la calle por la policía es un acto de racismo, es racismo institucional, es abuso de poder y de fuerza, es violencia policial, es perfilamiento racial.

    Una reflexión de Favour Ekaezunim

  • El Supremo confirma siete años de cárcel a un hombre que esclavizó sexualmente a una trabajadora del hogar

    El Supremo confirma siete años de cárcel a un hombre que esclavizó sexualmente a una trabajadora del hogar

    Los jueces avalan la condena impuesta a un hombre que durante varias semanas sometió a una mujer a diversos abusos y vejaciones con la amenaza de dejarla sin dinero ni trabajo. 

    El Tribunal Supremo ha confirmado la condena de siete años de cárcel impuesta a un hombre que, durante varios días, abusó sexualmente de una mujer que trabajaba para él, sin contrato, como trabajadora del hogar en su casa de Madrid. El acusado intentó hacer creer a la Policía y a los jueces que, en realidad, eran pareja y todo era una venganza, pero la sentencia refleja la realidad: abusó sexualmente varias veces de ella con la amenaza de quedarse en la calle y sin dinero. “Recuerda, yo soy español y tú eres una negra migrante”, llegó a decir a la víctima para evitar que le denunciara. No era la primera vez: unos meses antes había sido detenido por abusos sexuales, según contaron los testigos, a otra mujer migrante que trabajaba como interna en su casa.

    Los hechos se remontan a mayo de 2019. Una mujer sale corriendo de un edificio, descalza y “muy nerviosa” y cuenta a una vecina que lleva varias semanas siendo sometida a abusos sexuales por parte del hombre que la contrató verbalmente para ser trabajadora del hogar. El acusado intenta hacer creer a los agentes que, en realidad, son pareja y han tenido una disputa irrelevante, pero no es capaz de aportar ninguna prueba. Los testigos y los agentes saben que no es la primera vez que se le acusa de algo así y arranca un proceso judicial por abusos sexuales que acaba de culminar con una condena firme de siete años de cárcel para él.

    El relato de la víctima, que avala no solo su declaración sino los mensajes y grabaciones que aportó, explica que conoció a su agresor en abril de 2019 y empezó a trabajar para él como trabajadora del hogar pocos días después. Una mujer peruana con hijos que se ofrecía en Milanuncios como trabajadora del hogar. Los primeros abusos, tocamientos y comentarios sexuales empezaron al poco tiempo: “Qué rica estás”, dijo el agresor a la víctima mientras ella le servía la comida. Fue el primero de muchos episodios de abuso sexual contra ella aludiendo siempre a que ella, mujer migrante, no tenía ningún poder contra él.

    El miedo y la necesidad de mantener el trabajo llevaron a la mujer a someterse a los abusos, tocamientos y comentarios. El hombre, según explican los jueces, “aprovechó” su precaria situación en su beneficio: su situación irregular en España y “temiendo perder el trabajo”. Llegó a quitarle el móvil y el pasaporte y cuando un día ella exigió respeto él contestó por mensaje: “Nadie te va a creer si me denuncias, eres negra e inmigrante ilegal y yo español. No vas a salir de este lugar”. El sadismo brotó durante un viaje a Málaga: “Verte llorar y bailar al mismo tiempo me excita”.

    La mujer consiguió escapar de la casa después de un forcejeo y fue acogida en la calle por una vecina hasta que llegó la Policía. Semidesnuda y “muy nerviosa”, según explicaron después los agentes, relató lo que había pasado. Esta vecina dijo entonces algo que los policías pudieron comprobar consultando sus bases de datos: la Policía ya había ido a la misma casa para detener al mismo hombre “por hechos de la misma naturaleza con respecto a una persona extranjera que trabajaba como interna”. Sucedió en septiembre de 2018, medio año antes de este nuevo abuso sexual. Los jueces no explican si ese primer episodio también acabó en condena.

    “No existe ninguna contradicción”

    El Tribunal Supremo ha optado por confirmar la condena que le impusieron tanto la Audiencia Provincial de Madrid como el Tribunal Superior de Justicia: siete años de cárcel por abusos sexuales y una multa por lesiones. Quedan enterradas de forma definitiva las múltiples versiones que el acusado fue dando desde su detención. Primero intentó hacer creer a los policías, en comisaría, que en realidad eran pareja y que era una disputa habitual. Los agentes le pidieron pruebas y dijo que no se acordaba del código de desbloqueo del móvil y que, por tanto, no podía aportar mensajes para probarlo.

    Llegó incluso a afirmar delante de los jueces que en realidad fue él quien llamó a la Policía y que la detenida había sido ella. También que no había contactado con ella por un anuncio de trabajo, sino que se habían encontrado por casualidad. Además de cumplir siete años y un mes de cárcel por el delito de abuso sexual y pagar una multa de 540 euros por el delito leve de lesiones, tendrá que indemnizar a la víctima con más de 8.000 euros por las secuelas y los daños morales.

    Frente a las versiones dispares y falsas del acusado para defenderse, el Supremo explica que la declaración de la víctima ha sido “constante y coherente” desde que habló por primera vez con la Policía Nacional en la puerta de la casa. “No existe ninguna contradicción”, dice la Sala de lo Penal. Los magistrados del tribunal madrileño que juzgaron el caso pudieron comprobar en directo “la clara afectación emotiva” que le provocó tener que relatar, por cuarta vez el infierno que había pasado.

    Fuente: elDiario

  • Trump refuerza el veto migratorio: Estados Unidos prohíbe el ingreso a personas de 12 países del Sur Global

    Trump refuerza el veto migratorio: Estados Unidos prohíbe el ingreso a personas de 12 países del Sur Global

    Donald Trump firmó el pasado 04 de junio una nueva orden ejecutiva que restringe severamente el ingreso de personas de origen extranjero al país. La medida prohíbe por completo la entrada de personas provenientes de 12 países, todos ellos del Sur Global y con poblaciones mayoritariamente negras o racializadas, además de aplicar restricciones parciales a otros siete. El decreto, que entrará en vigor el próximo 09 de junio, ha sido duramente criticado por organizaciones de derechos humanos, gobiernos afectados y activistas migrantes.

    Los países incluidos en la prohibición total son Afganistán, Birmania (Myanmar), Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. Por su parte, Burundi, Cuba, Laos, Sierra Leona, Togo, Turkmenistán y Venezuela se enfrentan a restricciones parciales, que limitan el otorgamiento de ciertos tipos de visados, estancias prolongadas o procesos de reunificación familiar.

    Aunque el gobierno estadounidense justifica esta decisión como una medida de seguridad frente a posibles amenazas terroristas, diversas voces han denunciado que se trata de una política profundamente discriminatoria, xenófoba y racista, con consecuencias devastadoras para millones de personas.

    Una política migratoria basada en el racismo

    Esta nueva prohibición recuerda al tristemente célebre “muslim ban” (veto musulmán) implementado por Trump durante su primer mandato, que también utilizó la excusa de la seguridad nacional para excluir del país a personas musulmanas. La medida fue entonces cuestionada legalmente y señalada como una vulneración flagrante del derecho internacional y de los principios más fundamentales de no discriminación.

    La decisión actual profundiza esa misma lógica de exclusión, apuntando de forma desproporcionada a naciones africanas, caribeñas y de mayoría musulmana. No es casualidad: los cuerpos migrantes que se ven más afectados por estas políticas son, sistemáticamente, cuerpos racializados. Son personas negras, musulmanas e indígenas quienes enfrentan las peores consecuencias de este tipo de restricciones, tanto en sus intentos por entrar a Estados Unidos, como en la violencia y las distintas barreras burocráticas que enfrentan quienes ya están dentro del país.

    La criminalización de la migración tiene una larga historia en Estados Unidos, pero bajo la administración Trump ha cobrado nuevas formas. La narrativa que asocia la migración con la criminalidad, la inseguridad o el terrorismo no sólo es falsa sino que también es peligrosa, pues alimenta la xenofobia y legitima políticas que vulneran tratados internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que reconoce el derecho de toda persona a salir de su país y buscar asilo.

    Migrar es un derecho, no un privilegio

    Detrás de cada caso hay vidas concretas: familias separadas, personas refugiadas que huyen de la guerra o la persecución, jóvenes que buscan oportunidades educativas o profesionales, trabajadoras que sostienen economías enteras con su labor. Esta nueva orden ejecutiva ignora por completo estas realidad. No sólo vulnera el principio de igualdad ante la ley, sino que refuerza un sistema global profundamente desigual en el que la movilidad humana está reservada para quienes nacen en el Norte Global.

    Desde los movimientos antirracistas y por la justicia migratoria, esta decisión ha sido calificada como una “política inhumana, racista y selectiva”. Activistas denuncian que la administración Trump está institucionalizando la xenofobia como una doctrina de gobierno, generando un impacto directo sobre colectividades migrantes ya históricamente violentadas en el exilio: como la haitiana, la somalí o la venezolana.

    En un contexto donde la migración forzada se intensifica por el avance de la crisis climática, los conflictos armados y las crisis económicas, cerrar fronteras a quienes más necesitan protección es una decisión que sólo puede entenderse desde la deshumanización sistemática de quienes habitan el Sur Global.

    ¿Qué implica esta medida?

    Aunque la orden entra en vigor el próximo 09 de junio, ya se reportan cancelaciones de entrevistas en embajadas, demoras en procesos consulares y un clima generalizado de incertidumbre entre las comunidades migrantes. Algunas universidades y empresas también han comenzado a evaluar el impacto que estas restricciones pueden tener sobre sus estudiantes o trabajadores internacionales, especialmente en campos como la salud, la ciencia y la tecnología.

    Además, la medida podría afectar la participación de atletas, delegaciones y visitantes de los países vetados en eventos internacionales programados en Estados Unidos, como la Copa Mundial de Fútbol 2026 o los Juegos Olímpicos de 2028.

    Desde Afrocolectiva reafirmamos una convicción innegociable: migrar es un derecho humano. Ni las fronteras, ni las políticas migratorias, deben ser mecanismos de exclusión racial.

    Fuente: Página 12

  • No sólo las obras de Vivaldi, Beethoven, Mozart, Bach, Chopin… y demás blancos europeos son clásicas: Una crítica afrocentrada a los estándares musicales

    No sólo las obras de Vivaldi, Beethoven, Mozart, Bach, Chopin… y demás blancos europeos son clásicas: Una crítica afrocentrada a los estándares musicales

    En los últimos meses, las redes sociales han visto un resurgimiento del interés por compositores europeos como Vivaldi, Beethoven, Mozart, Bach y Chopin. Entre quienes identifican estas obras clásicas, se ha instalado una percepción de superioridad intelectual, como si el reconocimiento de estas melodías otorgara un estatus de mayor cultura, civilización o refinamiento. Pero, ¿por qué precisamente esta música es la que se viraliza? ¿Por qué dominan los currículos de la teoría musical en conservatorios y academias? ¿Es casualidad que la música “culta” o “clásica” esté tan estrechamente vinculada a un linaje de hombres blancos europeos?

    Estas preguntas han sido motivo de reflexión en distintas comunidades musicales, y recientemente, el músico argentino Rodrigo San Martín avivó el debate con su video titulado “La teoría de la música es racista” (San Martín, [@sanmartinphase7], 2025). En él, argumenta que la enseñanza musical formal se basa en una visión eurocéntrica que excluye otras tradiciones igual de ricas y estructuradas. San Martín señala que la teoría musical tal como se enseña hoy no es un reflejo universal de la música, sino un conjunto de reglas creadas hace más de 300 años para describir el lenguaje musical de compositores europeos, ignorando por completo otros sistemas de organización sonora.

    Una de sus críticas más contundentes es que los conservatorios siguen enseñando una teoría musical basada en la escala cromática de notas occidentales, sin considerar que otras tradiciones musicales, como muchas afrodescendientes, operan con sistemas distintos. Por ejemplo, la música afrolatina, caribeña y africana trabaja con claves rítmicas y escalas modales que no encajan dentro del modelo tonal europeo, y aun así no son reconocidas dentro de la teoría formal (Kubik, 2010).

    Si la teoría musical pretende ser una herramienta de análisis y comprensión de la música, ¿por qué sigue excluyendo la riqueza armónica y rítmica de las músicas africanas, afroestadounidenses y afrolatinas?

    El nacionalismo alemán y la construcción de la “música clásica”

    Para entender por qué la teoría musical es lo que es hoy, es crucial analizar su construcción histórica. Durante el siglo XIX, el nacionalismo alemán jugó un papel determinante en la consolidación de un canon musical que exaltaba a compositores como Haydn, Mozart, Beethoven y Wagner como los pilares de la “gran música” (Taruskin, 2005). Basta saber quien era Heinrich Schenker o el padre del análisis Shenkeniano — quien en su propio diario defendió el nazismo y/o la supremacía blanca, por lo tanto, esto se evidencia en la mayoría de los análisis musicales — así que esta selección no solo fue estética, sino también ideológica (racista): la Alemania de la época buscaba reforzar una identidad nacional que se apoyaba en la cultura europea —filosofía, literatura y, por supuesto, música —como símbolo de la blanquitud y grandeza.

    El problema es que este sesgo histórico se transformó en un estándar incuestionable dentro de la academia musical. La teoría musical formalizó los principios y estructuras que estos compositores utilizaban, convirtiéndolos en las reglas universales del buen hacer musical. Así, las armonías, escalas y formas compositivas europeas del siglo XVIII se convirtieron en el “lenguaje de la música”, mientras que todas las demás tradiciones musicales del mundo fueron catalogadas como folclore, música popular o, en el mejor de los casos, influencias exóticas (Agawu, 2016).

    Pero, ¿qué pasa con las tradiciones musicales de la diáspora africana? ¿Por qué el jazz, el blues, la salsa, el kompa haitiano, el tango, la rumba o el griot —todos géneros musicales profundamente estructurados y con sistemas teóricos propios—siguen siendo excluidas de los currículos de teoría musical?

    La teoría musical como barrera excluyente y la universidad como cómplice

    Si analizamos los cursos de teoría musical en la mayoría de los conservatorios, notaremos que siguen enseñando conceptos que datan de hace más de 300 años, ignorando por completo las estructuras rítmicas y armónicas de músicas de origen africano (Kubik, 2010).

    Por ejemplo, el jazz introduce un sistema de armonía modal y sincopación que transformó la música del siglo XX. El blues, con su progresión armónica característica y su relación única con la microtonalidad, rara vez se estudia como una teoría en sí misma. Lo mismo ocurre con la salsa y la rumba, que tienen patrones rítmicos como la clave de son y la clave de rumba, esenciales para su estructura, pero que no gozan del mismo estatus que una sinfonía de Beethoven.

    El tango, un género nacido en el Río de la Plata (Argentina) con una fuerte raíz afrodescendiente, también ha sido relegado en la academia. Su compleja interacción entre ritmo y melodía, sus progresiones armónicas y su evolución estilística lo convierten en un sistema musical tan válido para el estudio como cualquier sinfonía europea (Gubitsch, 2015). Sin embargo, el tango solo aparece en los conservatorios como una “música de identidad nacional” en Argentina, sin ser estudiado con el mismo rigor teórico que el barroco o el romanticismo alemán.

    En el continente africano, tradiciones musicales como la polirritmia de la música mandinga, la estructura cíclica del soukous congoleño y los modos escalísticos de la kora en África Occidental han sido fundamentales en la evolución de la música global, pero rara vez son abordadas en el estudio formal de la música (Agawu, 2016).

    San Martín menciona otro punto clave: mientras que la teoría musical occidental opera con un sistema de 12 notas, otras tradiciones han desarrollado sistemas mucho más complejos. La música afrodescendiente, al igual que muchas otras músicas del mundo, utiliza escalas microtonales, polirritmias y estructuras que desafían la rigidez del sistema temperado europeo. Pero estos sistemas son ignorados porque no encajan en la lógica teórica que Occidente impuso como única referencia válida.

    La tradición del griot africano: Un ejemplo de clásicas musicales excluidas

    En el entramado de las tradiciones musicales africanas, el griot juega un papel crucial que va más allá de ser simplemente un narrador de historias. El griot es, en esencia, un compositor y un sabio, cuya música está imbuida de una profunda conexión con la espiritualidad, la historia, la comunidad y la memoria ancestral. Esta música, aunque rica en su complejidad y sofisticación, es frecuentemente ignorada, y muchas veces despreciada, por los estándares musicales establecidos por la tradición eurocéntrica.

    Los griots, cuya función es preservar la historia de los pueblos africanos a través de la música, no se limitan a seguir las estructuras armónicas o melódicas de la música clásica europea. Al contrario, su arte se estructura dentro de un sistema profundamente diferente, en el que la melodía, el ritmo, y la armonía tienen una relación orgánica y simbólica con el contexto social y espiritual. Instrumentos como la kora, el balafón y el n’goni, lejos de ser simplemente herramientas musicales, representan vínculos con la tierra, la ancestralidad y las raíces de una cosmovisión que niega la fragmentación entre lo espiritual y lo físico, entre lo individual y lo colectivo.

    La música de los griots es profundamente ritual, cargada de un sentido de trascendencia que no puede ser encasillada dentro de las categorías de la música “clásica” occidental. Mientras que los compositores europeos como Bach, Mozart o Beethoven crearon sinfonías que se ajustan a una estructura formalista, la música de los griots fluye en un espacio temporal no lineal, que se alimenta tanto del pasado como del presente, y que está al servicio de una comunidad viva que depende de la tradición para mantenerse unida y fuerte frente a las adversidades.

    Al no ser reconocida en los conservatorios ni en los programas académicos de música, la tradición del griot —y, con ella, la música africana en general— queda fuera de la estructura académica y cultural que define lo que se considera “legítimo” en la música. Este olvido, alimentado por la hegemonía de una visión eurocéntrica de la música, refleja la incapacidad del sistema educativo para integrar otras formas musicales que no se ajusten a los patrones impuestos por la teoría musical clásica.

    Es crucial señalar que la música de los griots no es una forma “primitiva” o “sencilla”. Más bien, se trata de un sistema musical completamente desarrollado, con sus propias reglas y complejidades, que se mantienen en constante transformación dentro de la tradición oral. Esta música, lejos de ser estática, es profundamente dinámica, adaptándose a los cambios de la sociedad mientras mantiene sus raíces espirituales intactas. Sin embargo, la teoría musical tradicional, basada en los patrones de tonalidad y armonía de la música clásica europea, se ve incapaz de entender o de valorar estos sistemas modales y rítmicos que son igualmente sofisticados.

    La exclusión de la música africana, afroestadounidense y afrolatina de la enseñanza formal de la música no es solo una cuestión de gustos musicales o diferencias estéticas. Se trata de una continua violencia epistemológica que marginaliza y despoja de legitimidad las formas de conocimiento que no se alinean con los valores impuestos por el colonialismo cultural. La música de los griots y de otras tradiciones musicales africanas no debe ser vista solo como un “interludio exótico” dentro de un currículo europeo; debe ser entendida como una manifestación cultural integral, profundamente significativa y con un valor comparable al de cualquier otra forma musical que se enseñe en los conservatorios del mundo.

    Por lo tanto y en defenitiva, el estudio de la música africana debe incluir, no solo una apreciación de sus formas sonoras, sino también un reconocimiento de la profunda conexión que existe entre la música, la historia, la identidad y la espiritualidad. Los griots no solo cuentan historias; ellos son los guardianes de una memoria colectiva que ha sido rechazada, borrada y oculta por la narración oficial que ha privilegiado la historia de los colonizadores. En su música reside una visión del mundo que resiste el olvido, una visión que debe ser finalmente reconocida y estudiada en su totalidad, no como una mera curiosidad exótica, sino como una parte fundamental del legado musical humano.

    La Isla de Haití y la música clásica olvidada

    El problema no es solo la exclusión de géneros afrodescendientes dentro de la teoría musical, sino también la invisibilización de compositores negros que sí trabajaron dentro de los cánones de la música académica.

    En la República Dominicana, José de Jesús Ravelo desarrolló obras sinfónicas y corales que merecen un lugar en el repertorio internacional. Sin embargo, su nombre no aparecen en los libros de teoría musical, ni sus obras se estudian con el mismo rigor que las de sus contemporáneos europeos.

    En la República de Haití, por ejemplo, hay una tradición de música clásica que rara vez es mencionada en los estudios occidentales. Occide Jeanty, uno de los compositores haitianos más importantes del siglo XIX, creó marchas y sinfonías que combinaban la estructura clásica europea con ritmos y melodías caribeñas (Largey, 2006). A pesar de todos los esfuerzos que hizo la investigadora argentino-mexicana, Lidia (Guerberof Hahn) Sansaricq, quien dedicó paralelamente su vida a la docencia en musicología en varias academias prestigiosas de América Latina, todavía no se pudo lograr hacer reconocer a la música clásica haitiana : “(…) Son compositores haitianos académicos y clásicos que estudian en París y Estados Unidos, cuando regresan en Haiti hacen un aporte propio a esas músicas. (…) Lo que espero es que las acepten… eso quiero transmitir al público. Primero que sepan que hay más que un país “paupérrimo” que no lo es. Haiti es un país creativo. Tiene una sensibilidad impresionante para el arte” me confesó.

    “Mi música es música clásica negra”

    Nina Simone, la legendaria pianista y vocalista afroestadounidense, expresó esta problemática con una contundencia que sigue resonando hoy:

    “El jazz es una palabra blanca para definir a la gente negra. Mi música es música clásica negra.” (Simone, citado en Cohodas, 2010).

    Lo que Simone señala aquí es la necesidad de redefinir el concepto de “clásico”. En lugar de aceptar pasivamente la idea de que la música clásica es un conjunto de obras escritas por europeos hace siglos, debemos entender que la música clásica es aquella que ha moldeado la historia de la humanidad. Y bajo ese criterio, el jazz, el blues, el kompa haitiano, el tango, la rumba y el soukous merecen el mismo estatus que una sonata de Mozart.

    Concluyendo… Sólo una teoría musical decolonial será verdaderamente universal

    La teoría musical, tal como se enseña hoy, no es un reflejo imparcial de la música, sino el resultado de siglos de racismo, del nazismo y de exclusión sistemática. Para que realmente cumpla su propósito de analizar y comprender la música en su totalidad, debe incluir las tradiciones africanas y afrodescendientes con la misma profundidad que las europeas.

    Significa estudiar el jazz no como “música popular”, sino como una estructura armónica legítima. Significa incluir en los conservatorios el análisis de la clave en la música cubana y el tango con el mismo nivel de detalle que el contrapunto barroco. Significa, en definitiva, abrir la música a todas sus posibilidades y dejar de tratar a la tradición europea como la única que merece ser considerada “clásica”.

    Al ignorar estas tradiciones o géneros no europeos, no solo perpetuamos la marginalización de las culturas africanas y afrodescendientes, sino que también limitamos nuestra comprensión de la música en su totalidad. Si aspiramos a una educación musical verdaderamente global y decolonial, debemos ir más allá de los límites de la tradición eurocéntrica y abrazar la riqueza y la diversidad de todas las músicas del mundo, reconociendo su valor intrínseco y su capacidad para enriquecer nuestra comprensión del arte sonoro. Solo así podremos crear un sistema musical que sea inclusivo, equitativo y verdaderamente representativo de la pluralidad cultural de nuestra humanidad.

    La música es más que teoría: es historia, identidad y resistencia. Y mientras sigamos ignorando la contribución afrodescendiente a la teoría musical, estaremos perpetuando una visión limitada y excluyente del arte más universal que tenemos.

    Referencias :

    1. San Martín, R. (2025). La teoría de la música es racista [Reel]. Instagram: @Sanmartinphase7
    1. Kipili (2025). La Tradition du Griot Africain, [Reel]. Instagram. @imkilipi
    1. Agawu, K. (2016). The African Imagination in Music. Oxford University Press.
    1. Cohodas, N. (2010). Princess Noire: The Tumultuous Reign of Nina Simone. University of North Carolina Press.
    1. Gubitsch, T. (2015). Tango: Una pasión musical. Editorial Eterna Cadencia.
    1. Kubik, G. (2010). Theory of African Music. University of Chicago Press.
    1. Largey, M. (2006). Vodou Nation: Haitian Art Music and Cultural Nationalism. University of Chicago Press.
    1. Taruskin, R. (2005). The Oxford History of Western Music. Oxford University Press.

    Un texto escrito por Jackson Jean —  periodista y activista negro — tras concluir el masterclass de “How to Think and Write Like a Critic” en The School of The New York Times